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May 15, 2018 | Author: Anonymous | Category: Trabajos y Tareas, Religión y Creencias
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Sant Magí i la fi de la Guerra del Francès a Tarragona

Exposició

Sant Magí i la fi de la Guerra del Francès a Tarragona La marxa dels francesos i la voladura de les fortificacions. 1813-2013

La marxa dels francesos i la voladura de les fortificacions. 1813-2013

Del 2 d’agost a l’1 de setembre del 2013 Al Pati del Palau de la Diputació (passeig de Sant Antoni, 100) Tel. 977 296 605 Horari: dl a dv, de 9 a 21 h, ds, de 9 a 13 h i de 17 a 21 h, festius d'11 a 14 h

Unitat d’Imatge Corporativa i Disseny gràfic. Diputació de Tarragona.

www.dipta.cat/exposicions

Tarragona fortificada

Les diferents defenses, construïdes durant els segles XVI-XVIII, moltes d’elles durant la Guerra dels Segadors i la Guerra de Successió, van anar en els anys configurant l’hipotètica “invencible” ciutat fortificada de Tarragona. A principis de la Guerra del Francès i en vistes d’un probable setge, es construïren noves defenses, com el Fortí de l’Oliva, que com la resta, van ser igual de febles que les ja existents.

Les mancances com la de no tenir un disseny defensiu unitari, no tenir camins coberts ni fossats ben definits, i ni tant sols tenir les noves obres acabades, va fer que la defensa es limités a resistir un setge poc brillant i de simple manual acadèmic. La defensa del Principat, erròniament es confià a una ciutat que visualment era imponent però a la pràctica va ser extremadament feble. Tot i així, Tarragona en aquell moment era l’única ciutat lliure i amb possibilitats de defensar-se. I ho va fer amb honor i amb un coratge digna de ser lloat i recordat. Tarragona va caure irremediablement després de 56 dies de Setge, el 28 de juny de 1811.

Arxiu Clarmont

Les potents fortificacions que van defensar la ciutat durant el Setge de Tarragona de 1811 no eren més que un conjunt de baluards i fortins, en malt estat de conservació o de mala factura.

Arxiu Ministeri de Defensa

La voladura de Tarragona de 1813

Noticias sobre la Mecha y Mina preparadas infructuosamente para volar el fuerte contiguo a la venerada capilla del glorioso mártir San Magín al evacuar los franceses la ciudad de Tarragona el 19 de agosto de 1813, día Santo por el Iltre. Sr. Dr. D. PEDRO HUYÁ, canónigo de Tarragona. ______________________

Arxiu Museu Nacional Arqueològic de Tarragona

El dia 18 d’agost de 1813, les tropes franceses en retirada, volaren la ciutat amb 23 mines col·locades estratègicament amb l’objectiu de destruir les seves més importants estructures defensives.

Gràcies als dibuixos de Vicenç Roig “Vicentó”, realitzats molt poc temps després de les voladures, podem conèixer amb gran meticulositat l’estat en que va quedar la ciutat després de les voladures.

Edificis històrics com el Castell del Patriarca o el Castell de Pilats , com molts del baluards defensius, foren totalment destruïts o quedaren molt malmesos. La Catedral, que en un primer moment tenia que ser minada, es salvà de ser destruïda i fou refugi de les poques ànimes en pena que no van poder sortir de la ciutat poques hores abans de començar les voladures.

Arxiu Museu d’Història de Tarragona

Molt probablement van ser realitzats per encàrrec del primer ajuntament constitucional, després de la guerra.

Es importante describir, para noticia de muchos, la beneficencia del glorioso mártir San Magín a favor de la conservación de su capilla en esta ciudad de Tarragona y casas de aquel vecindario, en la noche del 19 de agosto de 1813, día propio en que la Iglesia celebra los triunfos y glorias de aquel Santo, noche en que los franceses desocuparon esta ciudad aplicando fuego a veinte y tres minas bien cargadas, de las que sólo reventaron veinte y dos, quedando únicamente intacta la del fuerte de dicho San Magín, contiguo a la Capilla. El hecho aconteció del modo siguiente: el día 18 de agosto, a las seis de la tarde, el general Bartoletti mandó hacer un pregón, bajo pena de la vida, de que dentro de una hora todos los vecinos que había en la ciudad saliesen de ella con dirección a la villa de Constantí; dentro de media hora se hizo otro pregón mudando la dirección por la carretera real a la villa de Torredembarra. Los tres canónigos, que éramos los Sres. Doctores D. Pedro Huyá, D. Ignacio Ribes y D. José Rocamora, a quienes siempre se dirigían las órdenes (había además residencia en esta Santa Iglesia para el cuidado de las almas

y celebración de los divinos oficios, un parroquial, dos racioneros, cuatro beneficiados y un semanero o salmista), subimos juntos con nuestra corta familia por el claustro de la Catedral, cerrando aquella puerta y dejando abiertas la mayor, sus dos colaterales y la de Santa Tecla, a fin de que si algún hombre o mujer, por falta de salud no pudiese salir de la ciudad, tuviese un lugar de refugio para librarse de los desastres de las minas. Antes de salir de la Santa Iglesia Catedral hicimos una fervorosa oración a Dios Nuestro Señor, a la Santísima Virgen del Claustro, a la de la Concepción y a la patrona Santa Tecla, suplicándoles la conservación de todo aquel amado y augusto templo. Seguimos las principales calles de la población para recoger las gentes: nos paramos todos fuera del rastrillo del fuerte de San Francisco; y hecho un corto rato de alto y conociendo que ya estábamos todos, empezamos nuestra ruta, colocando las mujeres dentro de la carretera, y los sacerdotes y demás hombres a ambas orillas, a fin de que ningún oficial ni soldado incomodase a aquellas. En efecto, pasamos la carretera o paseo desde el citado rastrillo por detrás palacio, fuerte de San Magín, de la Merced y de la Cruz en medio de algunos soldados que custodiaban los carros de equipaje de los diferentes cuerpos, algunos oficiales y empleados de la administración de los franceses; más nadie nos dijo palabra. Al llegar al mesón de la Cadena o de Sierra, situado junto a la carretera de Barcelona y distante a un cuarto de hora de la ciudad, sentimos la primera explosión de una mina, que fue la del molino del puerto. Empezaba ya a anochecer cuando esto pasaba,

porque, como íbamos cerca trescientas personas y una gran porción eran viejos, tullidos, ciegos, enfermos, etc. Y criaturas pequeñas, fue preciso andar muy poco a poco. Entonces dije a los hermanos canónigos y demás gente: “Veo que no podremos llegar a la villa de la Torredembarra como nos propusimos, y a más pasarán por ella varios carros y tropas francesas; entiendo que lo mejor sería, ya que tenemos aquí el camino de la Budallera, nos fuésemos allí, pasásemos la noche en los barrancos y bajo los árboles que se hallan en aquellos viñedos, y mañana veremos que determinación o rumbo deberemos tomar”. Todos convivieron gustosos. Dicha partida de la Budallera distaba cosa de un cuarto de hora del punto donde nos hallábamos; y al llegar a ella sentimos otra explosión, y resultó ser la del fuerte de San Juan, luego la del fuerte de Toro o de Cervantes, a no tardar la del castillo de Pilatos, y a tres cuartos para las diez la del Patriarca, la que hizo tanto estrépito, que hasta el pavimento en que nos hallábamos hizo conmover, vimos el fuego y conocimos con evidencia que aquel robusto monumento había dejado de existir; lo que nos causó el sentimiento que es de suponer. Ya casi había anochecido cuando los franceses acabaron de desocupar la plaza, e inmediatamente después empezaron a levantar el campamento dividiéndose en diferentes fracciones, marchando la una hacia el cementerio dirigiéndose la otra al punto denominado Creu de Valls, siguiendo el camino real hacia los lugares de la Argilaga, Arnau, Brafim (en este punto se le unieron la división del general Muznier y parte de otra compuesta de siete mil hombres que estaban

acampados en Reus, Vilallonga y Valls y Coll de Santa Cristina; además todos los carruajes, que fueron muchos, con el equipaje de la oficialidad de los desocupados, de modo que duró toda la noche el continuo tránsito de carruajes y demás bagajería que, procediendo de Tarragona, se dirigía a la Torre. Como a la una de la mañana, se volvieron a sentir las explosiones de las minas desde el fuerte del convento de San Francisco hasta el palacio del Sr. Arzobispo y arcos de la cañería del agua. A la media para las tres horas vimos que metían fuego a la mecha del fuerte de San Magín, la que no prendió, como aquellos bárbaros e impíos deseaban. De allí pasaron al fuerte que está en frente de la iglesia del convento de la Merced, cuya explosión prontamente percibimos; luego observamos que los soldados, tea incendiaria en mano, volvieron varias veces a meter fuego sobre dicha mecha. Es de advertir que ella prendería un tanto de fuego, más al volver aquellos las espaldas, sin duda San Magín con su poderosa mano y cordial solicitud la apagaría: lo cierto es que no voló el referido fuerte, habiéndose quemado a lo menos dos palmos de mecha, puesto que todas las que ellos usaban tenían cinco palmos de largo, y la que se recogió tenía sólo tres, y es la misma que se conserva colgada en la capilla de San Magín, y cerca de ella está pintado un soldado que mete fuego en la consabida mecha y el propio Santo con un jarro hecha agua para apagarla. A las cinco de la misma mañana vimos bajar por el fuerte de la Cruz al general Bartoletti acompañado de su estado mayor y como unos trescientos soldados que juzgamos

ser los minadores: entonces fue cuando nos metimos todos en los barrancos o torrentes guardando un completo silencio hasta que estuviesen en las llamadas platjes llargues, punto cercano que atraviesa la carretera de Barcelona. Noticiosos luego de haber llegado a dicho sitio por medio de nuestros vigías, nos alargamos un poco hacia unos fondos de viñas que hay al pie del monte de la Pedrera de Santa Tecla para observar si había alguna otra partida de franceses en la ciudad. Al poco rato los mozos jóvenes vieron en la muralla dos labradores que conocieron ser de Tarragona, y eran de aquellos que al primer pregón de la tarde anterior salieron de la ciudad y se quedaron en la huerta o término de la Pineda, o de Constantí. Cincuenta de dichos jóvenes nos pidieron permiso para ir a la ciudad y ver como estaba aquello: fue también en su compañía el señor Canónigo Ribes y un semanero o salmista de la Catedral, este con el encargo de volver luego para darnos noticia de si podíamos o no volver a ella, y a la media hora retornó dándonos la plausible noticia favorable. Los dos canónigos juntamos todas las familias, y por el camino inmediato a la mencionada Pedrera de Santa Tecla nos fuimos a la ciudad entrando por la Puerta de San Antonio, y dirigiéndonos a nuestras casas observamos que nada faltaba de cuanto habíamos dejado la tarde antecedente: en esto serían como las siete de la mañana. Preguntamos a diferentes personas si los franceses les habían arrebatado algo, y nos dijeron comúnmente que no; solamente como unos cuatro sujetos nos anunciaron que les faltaba alguna cosa, y creían que los asistentes de los oficiales que tenían alojados se lo habían tomado; pero que todo

era de poca consideración. Teníamos temores bien fundados que un saqueo general, pues que Bartoletti, en la tarde del referido 18 de julio, dijo a uno de nosotros canónigos: “si ustedes tienen alguna alhaja preciosa, sírvanse esconderla”; cuyo infausto aviso nos dio un nuevo motivo al despedirnos de la Santa iglesia Catedral para pedir con fervorosa devoción a Dios, Virgen del Claustro y excelsa Patrona, la conservación de aquel augusto templo con todo lo contenido en él, y al mismo tiempo la conservación de todas las casa, sin distinción, de esta antigua ciudad. No muy distante de nosotros pasó la noche el P. Fr. Salvador de San Gerónimo, religioso carmelita descalzo, natural de esta ciudad de casa González, llamado el Gallego, y su sobrino Salvador González, joven de veinte y cinco años, heredero de dicha casa situada muy cercana de la capilla de San Magín. Los dos entraron en la ciudad casi en el mismo instante. Noticioso el citado P. Fr. Salvador de que a veces las minas tardaban a reventar cuatro o cinco horas, temió en el primer momento de entrar en la casa de sus padres y se fue a dar una vuelta por la ciudad hasta haber transcurrido un par de horas. A las nueve de aquella misma mañana insistió a su sobrino para que fuera a examinar con todo recelo como estaba aquella mina, y lo practicó el joven. Se acercó, observó que la mecha no despedía humo, con toda prisa y dando un fuerte golpe de mano la echó fuera, alejándose por precaución algunos pasos; y al cabo de cinco minutos registró la mecha y observó que estaba del todo apagado el fuego. Dio una ojeada a la mina y conoció que efectivamente que estaba intacta, fue a

Toda Tarragona y especialmente los vecinos de la Capilla de San Magín, deben quedar muy agradecidos a este Santo, pues a no haber mediado su patrocinio, indudablemente hubiesen quedado destruidas todas aquellas casas.

L’única metxa que no explotà va ser la del fort de Sant Magí, annexa a la capella del copatró de la ciutat. Miraculosament i després de intentar encendre la metxa els artificiers francesos per tres cops, desistiren i es retiraren sense aconseguir el seu objectiu.

Este es además el relato fiel de aquella tristísima noche del día 18 al 19 de agosto de 1813, y por ser así lo firmo en Tarragona a 18 de septiembre de 1817.

Arxiu Confraria de Sant Magí

En el primer orden o línea contigua a las paredes de la muralla y pared de San Magín, en un cuadrado como de quince palmos, había de diez y ocho a veinte barriles de pólvora de media carga cada uno. En la segunda línea había ocho barriles de pólvora con ocho granadas de mano, una en cada uno, y en el vacío de una a otra había saquitos rellenos de pólvora. Otro saquito de unos quince palmos de largo por tres de ancho formaba la tercera línea, y en uno de sus extremos estaba metido un cabo de la mecha. En el centro del primer cuadro había seis palmos de pólvora más gruesa, cuyo cuadro de pólvora no bajaba de dos palmos de alto. Resulta pues que nada había vacío en la consabida mina. De todo lo dicho referente a ésta, me hizo la presente relación el mismo P. Fr. Salvador de San Gerónimo, antes González; él y su sobrino Salvador González, fueron los primeros testigos de vista, y a más lo fueron en el mismo día muchas personas de esta ciudad o vecindario que acudieron presurosos a enterarse del caso, y en fin, el gobierno que mandó recoger aquella pólvora.

El Miracle de Sant Magí

A acontecer esto en otro día del del año, se podría atribuir a una casualidad, más siendo en el propio día del glorioso Santo, en que todo católico sabe el poderío que les da Dios en recompensa de ser la conmemoración de sus triunfos y glorias, parece no poderse dudar ser un singular prodigio del natural de esta ciudad y protector de ella San Magín.

Els devots i admiradors del copatró, vinculen aquest fet a que les voladures foren el dia 19 d’agost, celebració de la diada de Sant Magí, i que l’anacoreta no permeté la destrucció de la seva capella.

Dr. D. Pedro Huyá, canónigo, testigo ocular. FI

El canonge Huyà ens narra, en un document poc conegut, com van trobar la capella un cop tornaren a la ciutat després de les voladures.

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“…en el primer orden o línea contigua a las paredes de la muralla y pared de San Magín, había de diez y ocho a veinte barriles de

Amb aprobació eclesiástica

Arxiu Confraria de Sant Magí

participarlo a su tío el repetido P. Fr. Salvador, llevándole la mecha, y ambos fueron luego al lugar de la ocurrencia, cuya mina estaba a la parte de Oriente de la capilla de San Magín y vieron que estaba de la manera siguiente:

pólvora, de media carga cada uno. En la segunda línea había ocho barriles de pólvora con ocho granadas de mano, una en cada uno, y en el vacío de una a otra había saquitos rellenos de pólvora. Otro saquito de unos quince palmos de largo por tres de ancho formaba la tercera línea, y en uno de sus extremos estaba metido un cabo de la mecha…” Diu la tradició que, amb la pólvora que no explotà, la ciutat va fer un gran Castell de foc per celebrar la retirada dels francesos i l’alliberació de Tarragona, fet que enguany recordem amb aquesta exposició, en el seu bicentenari.

Arxiu Confraria de Sant Magí

Sant Magí avui en dia

La tarda del día 18, el seguici popular format per gegants, nans, grallers i la Guàrdia urbana muntada a cavall, rep els portadors a l’entrada de la ciutat i els acompanya fins a la plaça de la Font, on l'aigua és beneïda i, finalment, portada a la capella de carrer del

Portal del Carro, on és distribuïda amb els tradicionals càntirs. La processó de Sant Magí de Tarragona, de la que es te constància des de 1847, es celebra la diada del Sant, pels carrers de la Part alta de la ciutat. Des de la Confraria de Sant Magí i els Portants de l’aigua s’ha aconseguit donar-li l’ importància que es mereix. Enguany, es commemora el bicentenari de la fi de la Guerra del Francès a Tarragona i l’alliberament de la ciutat. La vigília de Sant Magí, al Portal del Carro, serà presentada i beneïda una representació de la Milícia Urbana de Tarragona, creada l’any 1810, per civils tarragonins que defensaren la ciutat durant el Setge del 1811 i es farà un acte en commemoració de l’alliberament de la ciutat la nit del 18 al 19 d’agost del 1813.

Arxiu Confraria de Sant Magí

Juga un paper molt important en la festivitat, l’aigua que sant Magí feu brollar a les muntanyes de la Brufaganya i que, cada any, és traslladada a la capella del Portal del Carro, per les famílies Portants de l’aigua La recuperació fa vint anys de la tradicional baixada amb carros i cavalls, com feien els avantpassats, porta durant dues jornades, l’aigua miraculosa des de els brolladors de la Brufaganya, fins a la ciutat per poder ser repartida entre els devots i simpatitzants del copatró de la ciutat.

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