¿Economía de la información o Sociedad de la información?

May 26, 2018 | Author: Anonymous | Category: Apuntes, Apuntes Universitarios, Economía, Historia Económica de España y Mundial
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¿Economía de la información o Sociedad de la información? Alfons Cornella ESADE Barcelona [email protected] Marzo 1998

Resumen Las economías occidentales se están convirtiendo en economías de la información. Quizás sea el caso norteamericano el más claro exponente del proceso de informacionalización de las economías. El discurso tradicional señala a la inversión en tecnologías de la información como principal causa de este proceso. Sin embargo, puede que existan factores culturales, como por ejemplo la existencia de una cultura de la información desarrollada, que expliquen porque la evolución hacia la sociedad de la información se produce más aceleradamente en algunos países. Conseguir una economía de la información sería, pues, distinto de alcanzar la sociedad de la información. La cultura informacional de los ciudadanos sería un requisito necesario para conseguir este último objetivo. Y la cultura de la información no puede alcanzarse simplemente mediante el establecimiento de políticas y acciones, sino que requiere una evolución del orden espontáneo. La cultura de la información se constituiría, pues, como una institución necesaria en las sociedades modernas.

De la sociedad industrial a la sociedad de la información Durante las últimas décadas, la mayoría de países occidentales han visto como el sector industrial, responsable en gran medida de la riqueza que han acumulado desde el siglo XIX, ha ido perdiendo peso en el Producto Interior Bruto (PIB) en comparación con el sector servicios. Y ahora, en este fin de siglo, asistimos a la progresiva transformación de la sociedad industrial de los países desarrollados en una sociedad de la información. Tres son los hechos que demuestran que estamos entrando en una sociedad de la información (Moore 1997): las organizaciones dependen cada vez más del uso inteligente de la información y de las tecnologías de la información para ser competitivas, y se van convirtiendo en organizaciones intensivas en información; los ciudadanos se informacionalizan, puesto que utilizan las tecnologías de la información en muchos actos de su vida diaria, y consumen grandes cantidades de información en el ocio y en el negocio; y, finalmente, está emergiendo un sector de la información, hoy disimulado dentro de la diversidad del sector servicios, pero con un entidad suficiente para convertirse en uno (quizás el mayor) de los grandes hipersectores de la economía (junto con el sector primario, el manufacturero, construcción y servicios).

©Alfons Cornella 1997 ¿Economía de la información o sociedad de la información?

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El sector información El sector de la información puede considerarse constituido por tres grandes segmentos (Moore 1997): el de contenidos, o de creación de información; el de distribución de información; y, finalmente, el de proceso de información. Industria de los contenidos El segmento de creación de información está constituido por todas las organizaciones, en el sector público y en el privado, que crean información, es decir que generan propiedad intelectual, es decir, los contenidos que posteriormente serán utilizados por organizaciones y ciudadanos gracias a los instrumentos de proceso y manejo de información. Pertenecen, pues, a este segmento de los contenidos, tanto todos los tipos pensables de autor (escritor, compositor, fotógrafo), que producen información primaria, como también todos los tipos de editor, en el sentido de aquellos que tratan la información para hacerla accesible a otros (como, por ejemplo, editores de libros o los realizadores de productos audiovisuales), o los generadores de información secundaria (como, por ejemplo, los compiladores de bases de datos o los productores de servicios de información). Acceso a la información El segmento de la distribución de información está formado por las empresas que crean y gestionan redes de comunicación que permiten el acceso a la información por parte de organizaciones y ciudadanos. Forma parte de él, pues, tanto los operadores de telecomunicaciones como las plataformas de comunicación audiovisual o multimedia, como, por ejemplo, las cadenas de televisión. Pero, en una interpretación amplia del concepto de distribución, se pueden incluir también en este segmento las librerías, bibliotecas, y otros puntos de acceso a información (por ejemplo, servicios de telecomunicaciones de valor añadido como los proveedores de servicios de Internet, o la misma InfoVía). Industria informática El último segmento está formado por la industria informática, o mejor telemática (informática más telecomunicaciones), que fabrica el hardware y software necesarios para el procesamiento de información, y que constituye quizás uno de los núcleos principales del denominado sector de las altas tecnologías. Un sector este de cuya evolución depende cada vez más el crecimiento de los países desarrollados. Así, en el caso norteamericano, quizás el más paradigmático, el 27% del total del crecimiento del PIB en el período 1994-96 se debió al crecimiento de ese hipersector alta tecnología (informática y telecomunicaciones, principalmente), mientras que las contribuciones de las tradicionalmente consideradas locomotoras del crecimiento económico, la construcción de viviendas y automóviles, representaron sólo el 14% y el 4%,

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respectivamente. Si el período considerado se reduce al año 1996, la contribución del sector alta tecnología aumenta aún más, hasta el 33%.1

El impacto de las tecnologías de la información en la economía Una característica especialmente significativa de la industria informática reside en el hecho de que su crecimiento no conlleva generalmente un aumento de la inflación porque, aunque los sueldos crecen en el sector alta tecnología por encima de la media del resto de la economía, los precios promedio de los productos de alta tecnología no dejan de bajar año tras año. Este hecho deriva, probablemente, de que durante las últimas dos décadas se ha cumplido sistemáticamente la Primera Ley de Moore, según la cual el número de transistores que los ingenieros pueden meter en un chip de silicio se duplica cada 18 meses (Fig 1),2 con lo cual aumenta su capacidad de proceso o de almacenamiento (según se trate de chips de microprocesadores o de memoria). Simultáneamente, se ha cumplido la Ley de Grosch, según la cual el precio de esos mismos chips se reduce a la mitad cada tres o cuatro años (Fig 2) (Ross 1995).

Figura 1. Aumento del número de transistores por chip, 1970-2002 (Primera Ley de Moore)

Figura 2. Descenso del coste por bit de memoria, 1971-1994 (Ley de Grosch)

Fuente: Forbes 25/03/95 p116

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Véase Business Week 31/03/97 p50. Alternativamente, el número de instrucciones por segundo que puede desarrollar un ordenador personal es proporcional a 2n MIPS (millones de instrucciones por segundo), donde n es el año en curso menos 1986. Así, en 1987, la capacidad de proceso era de 21 MIPS, mientras que en 1997 es de 211, es decir 2048 MIPS (Tapscott 1996). 2

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El efecto de las tecnologías de la información en la evolución de la economía de los países constituye un nuevo e interesante objeto de investigación. En este punto, no existe aún acuerdo. Así, por ejemplo, existe una controversia entre los que opinan que la tecnologías de la información contribuyen al crecimiento de la economía porque generan crecimientos de la productividad (Brynjolfsson 1993), posición que es negada por otros (Landauer 1996), y aquellos que opinan que el verdadero efecto está en el propio crecimiento del output de la industria informática.3 En otras palabras, existe la duda entre si somos más productivos gracias a los ordenadores, o simplemente aumenta el PIB porque se venden más y más ordenadores. Los partidarios de la línea del aumento de la productividad gracias a las tecnologías de la información, dan así por terminado lo que en los 70 y 80 se discutía profusamente bajo el término de Paradoja de la Productividad (OCDE 1991): cómo podía explicarse que a pesar de la continua inversión en tecnología, y en especial en tecnologías de la información, en los 70 y 80 no se conseguía en Occidente un crecimiento de la productividad similar al que se había conseguido en los años 50 y 60. Según este grupo de analistas e investigadores, el crecimiento continuado de la economía norteamericana durante los últimos seis años sin inflación se podría deber, justamente, a que, finalmente, las tecnologías de la información están permitiendo que la productividad aumente, en el conjunto de los sectores de la economía, y no solamente en algunos en los que tradicionalmente ya lo hacía, como era el caso del financiero.4 El aumento de la productividad se explicaría por el mejor uso de la tecnología, y de las tecnologías de la información en particular. Se debe tener en cuenta, en particular, que en una economía básicamente de servicios como la norteamericana, los ordenadores juegan un papel fundamental en la producción del output. Y la razón por la que es justamente ahora cuando se está experimentando finalmente un payoff de las elevadas inversiones en tecnologías de la información realizadas en la última década es ilustrada en la Fig 3. Si bien desde 1986 hasta 1995, las inversiones en tecnologías de la información siguieron más o menos un ritmo parecido al realizado en otros bienes de capital (maquinaria, equipos, etc), desde 1995 hasta ahora el ritmo de crecimiento de la inversión en tecnologías de la información ha sido mas del doble del experimentado en bienes de capital. O sea, la inversión en tecnologías de la información resulta en una mayor productividad, pero sólo si el nivel de inversión es suficientemente alto.

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Véase Business Week (12/01/98, P12) sobre los estudios del economista L. Douglas Lee al respecto. Véase Business Week (19/05/97), accesible enhttp://www.businessweek.com/1997/20/b35271.htm o Wall Street Journal Europe(22/05/97 p1) 4

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Figura 3. La inversión en tecnologías de la información supera en los últimos años a la inversión en el resto de bienes de capital (Fuente: Business Week 19/05/97)

Queda por tanto para la investigación la tarea de determinar cuál es el efecto de las tecnologías de la información en el crecimiento de la economía. A los efectos de este artículo, sin embargo, resulta interesante que exista bastante acuerdo en que la mera inversión en tecnologías de la información no conlleva automáticamente crecimiento económico: “For [IT] to be used effectively, the organisation of firms has to change, not least through the decentralisation of responsibility and the embrace of a less hierarchical structure… The widespread use of information technology, by allowing the sharing of knowledge across an organisation and by reducing middle management, can contribute to the success of firms competing in the global market” (Motohasi y Nezu 1997). En otras palabras, empieza a sospecharse que no son las tecnologías en sí, sino el uso correcto de las tecnologías, su alineamiento con la estrategia de negocio de las organizaciones, lo que aporta crecimiento. Y, como se expondrá más adelante, es posible que haya también factores culturales, incluso institucionales, que multipliquen o frenen el impacto potencial de la implantación de tecnologías de la información en las organizaciones.

Informatización versus informacionalización: La Riqueza de las Nociones Pero el impacto de las tecnologías de la información en la economía es, como se ha visto al principio, sólo una faceta de los cambios experimentados en la economía de la información. Porque la industria informática es sólo uno de los tres segmentos del sector información; su crecimiento muestra principalmente que aumenta la informatización de la sociedad. Mientras que el crecimiento de la industria de los contenidos y de la de distribución de información, los otros dos segmentos, muestra un proceso más profundo, el de la informacionalización de la sociedad, por el que la información pasa a ser un recurso utilizado intensivamente en la vida económica, social, cultural y política.

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Una muestra de esto lo constituye el hecho de que la creación, distribución, o el manejo de información o conocimientos en cualquier forma (es decir, la labor de los trabajadores de la información y el conocimiento, que dedican la mayor parte de su tiempo al manejo de símbolos) generan ya el 75% del PIB norteamericano y cerca del 70% de los puestos de trabajo (Laudon & Laudon 1996). Además, las profesiones que se cree que más van a crecer en el período 1994-2005 son, junto con las relativas a asistencia personal a domicilio, las de analistas de sistemas e ingenieros informáticos (US Census Bureau 1998, Tabla 647).

Por otro lado, las cifras incluidas en el Informe Económico del Presidente de 1994 (Committee of Economic Advisors 1994) muestran como algunos servicios intensivos en información “exportan” más que algunos productos agrícolas o industriales tradicionalmente considerados críticos para la economía norteamericana (Fig 4). O, por ejemplo, resulta muy ilustrativo saber que cuatro de cada diez nuevos puestos de trabajo creados en 1996 en la zona de San Francisco estuvieron relacionados directamente con el crecimiento del uso de Internet.5

En 1992, las empresas de los EEUU exportaron: • • • • •

Más servicios educativos (6100 M$) que maíz (5700M$) Más servicios financieros (5400 M$) que trigo (4600M$) Más servicios de información (2600 M$) que aluminio (1200 M$) Más servicios legales (1400 M$) que aceites vegetales (1000 M$) Más servicios de consultoría (780M$) que cacahuetes (210 M$)

Figura 4. La importancia de los servicios intensivos en información en el comercio exterior norteamericano (Fuente: Economic Report of the President 1994)

No es de extrañar, pues, que el economista norteamericano Paul M. Romer, profesor en la universidad de Stanford, afirme en su teoría sobre el crecimiento de las naciones (su New Growth Theory) que, en la actualidad, el principal "motor" del crecimiento económico son las ideas y los descubrimientos tecnológicos, fundamentalmente porque, a diferencia de otros factores económicos, como el capital, la tierra o las máquinas, las ideas no cumplen la ley del retorno decreciente (según la cual, conforme se aumentan los recursos productivos decrece el ritmo de crecimiento del output); en otras palabras, si bien una máquina solo puede usarse para una determinada actividad en un determinado momento, una idea puede reproducirse y compartirse indefinidamente, a bajo coste, produciendo así un efecto multiplicativo importante. Así, curiosamente, quizás la Riqueza de las Naciones se deba hoy a la Riqueza de las Nociones.6 5 6

Según un estudio de la consultoraCollaborative Economics. Véase Wall Street Journal Europe(22/01/97 p1)

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En otras palabras, no es sólo el crecimiento de la importancia del sector de las tecnologías de la información (informatización) lo que explica la evolución positiva de la economía norteamericana, sino que puede que sea mucho más relevante la importancia creciente de la información, y su explotación, como recurso económico (informacionalización). O sea, podría ser que la economía crezca no tanto porque aumenta el impacto de las tecnologías de la información, sino porque aumenta el valor de la información (las ideas, los conocimientos, la inteligencia) como bien económico capital. Esta duda abre otro campo de investigación muy interesante, que seguiría el trabajo pionero de Zuboff (1988)

La medida de la economía de la información En este punto se plantea una pregunta fundamental: ¿cómo medir la importancia del sector información en la economía de los países? En la actualidad, se utilizan generalmente dos fórmulas: la medida de la contribución al PIB por parte del sector y la medida de su contribución al empleo en el país. Por lo que se refiere a la contribución al empleo, una propuesta fechada en 19947 dividía la economía norteamericana en tres grandes macrosectores: producción de bienes, con un 14,7% del empleo en los Estados Unidos; servicios orientados a las personas (es decir, banca, hoteles, servicios sanitarios, administración pública, educación primaria y secundaria, etc), con un 70% del empleo; e información (publicidad, comunicaciones, editorial, software, pero también ordenadores, educación universitaria, etc), con un 15,3% del empleo. La medida de la contribución al PIB no resulta fácil. Primero, porque algunas de las actividades de lo que hemos llamado “sector de la información” no pueden ser clasificadas mediante sistemas más pensados para la era industrial. Segundo, y como consecuencia de lo anterior, porque, a falta de código propio, la contribución de muchas actividades informacionales se incluye en segmentos no disectables del sector servicios, que actúa así como gran “cajón de sastre” (es el caso de muchas actividades de la industria de contenidos), o incluso del sector manufacturero (caso de la industria informática, por ejemplo). Como consecuencia de esas dificultades, han sido más bien escasos los intentos de medida del sector información realizados hasta ahora. No extraña, por tanto, que en este punto se cite sistemáticamente (religiosamente, cabría decir) los estudios sobre el sector información en los Estados Unidos llevados a cabo por Machlup en los sesenta y por Porat en los setenta. Según Machlup, el 34,5% del PIB norteamericano se debía al sector información (que, por

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Véase BusinessWeek (07/11/94).

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cierto, fue el primero en definir), mientras que los estudios de Porat permitieron aumentar esa cifra hasta el 46%. Para evaluar mejor el impacto del sector información en la economía, en términos de PIB y empleo, es preciso, pues, avanzar hacia una mejor definición del mismo, consiguiendo una más detallada clasificación de sus diferentes segmentos y subsegmentos. Un paso importante en esta dirección lo constituye el hecho de que la administración norteamericana esté renovando la tradicional SIC (Standard Industrial Classification), que databa de los años 30 y que ha funcionado bien en la era industrial, transformándola en la NAICS (North American Industry Classification System).8 Esta nueva clasificación es la que esta siendo usada en el Economic Census de 1997, cuyos cuestionarios están siendo enviados a unos cinco millones de empresas norteamericanas. Esta nueva clasificación contiene 300 sectores nuevos, y agrupa algunos anteriores en categorías mas lógicas. Así, por ejemplo, bajo la gran categoría de sector de la información se incluye el sector editorial, el del software, la industria cinematográfica, los medios de comunicación, y telecomunicaciones. En otra categoría de servicios profesionales, científicos y técnicos, se incluyen los servicios legales, auditores, consultores, agencias de publicidad, empresas de investigación de mercados, de estudios de opinión, etc. Con este cambio hacia el NAICS se pretende reflejar más acertadamente lo que esta ocurriendo en la economía, cosa que la SIC ya no permitía. Los primeros resultados de la aplicación del nuevo esquema de clasificación no aparecerán, sin embargo, hasta 1999, y no se incluirán de pleno en los esquemas estadísticos federales hasta el 2004. En el caso de España, no se dispone de cifras fiables sobre la contribución del sector información,9 aunque se han presentado propuestas metodológicas para su mejor medida en algunos de los institutos estadísticos oficiales. Por otra parte, una investigación reciente10 confirma que el esquema estadístico actual no permite calcular con precisión ni la composición de ese posible sector información (desgajar sus componentes del cajón de sastre de "servicios"), ni su importancia en términos de empleo (es decir, quien es white-collar, y quien no). A pesar de todo, el estudio llega a dos cifras (que deben tomarse solo como una primera aproximación, bastante prudente en cuanto a la estimación de las cantidades finales): • La participación del sector primario de la información (es decir, excluyendo el trabajo de manejo de información dentro de las organizaciones) representó el 16,5% del PIB español en 1994 (el 10% si se considera el valor añadido bruto).

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Véase Business Week (29/12/97), y también http://www.naics.com/.

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El INE (Instituto Nacional de Estadística) sigue utilizando la tradicional clasificación basada en las cuatro grandes categorías: agricultura, industria, contrucción, y servicios. Véase al efecto, la página web http://www.ine.es/htdocs/espa96/trab.pdf). 10 Una tesina de licenciatura elaborada por Xavier Claret en ESADE, con el títuloHacia la definicion del sector informacion en España, dirigida por el autor de este artículo (resumen accesible en http://dsi1.esade.es/cornella/tclaret.htm).

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• El 37,9% de los ocupados en España en 1996 podían ser clasificados

como trabajador de la información (no necesariamente en la producción de bienes y servicios que proveen información al mercado, sino también en servicios y uso de información dentro de las empresas).

La economía de la informaciónversus la sociedad de la información De manera natural, llegamos a la tesis principal de este artículo: que la consecución de una economía de la información no garantiza que se desarrolle una sociedad de la información. Un país puede disponer de una potente economía de la información sin que llegue quizás a constituirse en una sociedad de la información. De hecho, se trata, en nuestra opinión, de conceptos que indican un diferente nivel de desarrollo informacional. Por economía de la información entendemos una en la que se ha desarrollado un sector información que contribuye de forma relevante a su crecimiento. Una, pues, en la que existe una industria potente en contenidos, acceso y procesamiento de información. Y por sociedad de la información entendemos una sociedad en la que la información se usa intensivamente en la vida social, cultural, económica y política. Un país puede desarrollar un potente sector de la información sin que se informacionalice la sociedad, es decir, sin que se desarrolle una cultura de la información. Y al revés, una sociedad puede estar constituida por ciudadanos y organizaciones informacionalmente cultas, sin que ello conlleve automáticamente el surgimiento de una economía de la información. Sin explicarlo adecuadamente, se ha introducido en el argumento anterior el concepto de cultura de la información. Y es que éste es justamente el factor que permite a una economía de la información desarrollarse hacia una sociedad de la información. En otras palabras, se podría proponer tentativamente la ecuación11 E*C=S, o, más literalmente, (Economía de la información) * (Cultura de la información) = Sociedad de la información.

Un país puede disponer de una potente economía de la información (por ejemplo, una industria informática o de telecomunicaciones muy avanzada, que además exporte mucho), mientras que simultáneamente sea muy pobre en cuanto a cultura de la información. Si, por ejemplo, su estructura social es muy jerarquizada, puede que no haya una cultura extendida de uso de la información (la información la tiene el del nivel mas alto, no hay transparencia informacional en las organizaciones, etc). O puede que en el sistema educativo se prime la captacion de unos conocimientos concentrados en un libro de texto, no se promocione la utilización de las bibliotecas en las 11

Que el autor ha denominadoecuación fundamental de la sociedad de la informaciónen su revista digital Extra!-Net (http://www.extra-net.net).

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escuelas, o no se estimule, o incluso se menosprecie, la capacidad creativa en beneficio de la obediencia y la docilidad. En este caso, el factor E (economía de la información) puede tener un valor importante, mientras que C (cultura de la información) lo tiene bajo: la cultura de la información actuaría aquí como un factor de atenuación de la economía de la información en su camino hacia la sociedad de la información. Este sería el caso de la India, importante centro de desarrollo de software para empresas de países desarrollados, pero con una ingente población analfabeta. Por el contrario, puede que en un determinado país la gente aprecie la buena información, tenga costumbre de leer o escribir, tenga un sentido critico de la información, etc. O puede tener una buena red de bibliotecas y de personal en las mismas que faciliten la localización de información por parte de ciudadanos y empresas. En ese país hay una cultura de la información desarrollada, puesto que existe una infoestructura que facilita y estimula el uso de información por parte de los ciudadanos. Pero puede que simultáneamente, ese país haya fallado en el desarrollo de una economía de la información potente. Aunque este es el caso de la mayoría de países de la Unión Europea, quizás sea el caso de Francia el más ilustrativo. Al parecer, el Gobierno francés es muy consciente de la paradoja de que el país se esta retrasando en la carrera hacia la sociedad de la información precisamente porque fue uno de los primeros en salir hacia la meta. El Minitel, la envidia de los países europeos durante una década, constituye hoy un lastre extraordinario para el despegue de Internet en Francia. La gente esta tan acostumbrada al sistema (el Minitel tiene unos 17 millones de usuarios en Francia, y un número de servicios accesibles superior a 25.000) que se resiste a abandonarlo, lo que ha impedido hasta ahora el crecimiento de Internet en el país. En estos momentos, pues, Francia seria un ejemplo de país con cultura de la información, pero con una economía de la información deficiente (no sólo no hay una industria informática globalmente competitiva, sino que el desarrollo telemático está lastrado, curiosamente, por el éxito de una tecnología ya obsoleta). Finalmente, en el caso de España quizás empezamos a tener una infraestructura telemática interesante (que va a aumentar con la oferta de TV Digital que empieza a florecer), pero parece razonable tener dudas sobre el nivel de nuestra cultura de la información. Medida de la sociedad de la información Existen muchos rankings que ordenan los países de acuerdo con distintos criterios, generalmente económicos, aunque los hay también que consideran otros factores de índole mas social o cultural (como el índice de desarrollo humano de la ONU).12 Así, por ejemplo, los rankings del World 12

Accesible en parte en http://www.undp.org:81/undp/hdro/97.htm.

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Competitiveness Yearbook, que elabora cada año la escuela de negocios suiza IMD, utiliza centenares de indicadores distintos.13 Algunos de estos indicadores están organizados bajo un capitulo de "Gente", en la que constan factores como el porcentaje de jóvenes en la escuela secundaria o en la universidad, el grado de alfabetización económica de los ciudadanos (cuanto saben o entienden de economía), su grado de alfabetización científica, etc, factores todos ellos cada vez mas importantes para la competitividad de los países. En otras palabras, los rankings de desarrollo, tanto a nivel humano como económico, tienden a dar cada vez más importancia a los factores informacionales. En esta línea, se ha elaborado recientemente14 un Indice de la Sociedad de la Información, un ranking del desarrollo informacional de los países. Este ranking se basa en la evaluación de la situación de cada país en lo que respecta a una batería de indicadores organizados en tres grandes áreas: infraestructura informática (numero de PCs, en los hogares, empresas, administraciones publicas etc), infraestructura de telecomunicaciones (numero de TV, teléfonos, fax, etc), e infraestructura social (lectura de periódicos, libertad de prensa, población escolarizada, etc). (Fig5)

Fig 5. Indice de la sociedad de la información (Fuente: IBM OtherVoiceshttp://www.ibm.com/OtherVoices/Investors_BN/August597181011.phtml) 13

Una parte del texto esta disponible enhttp://www.imd.ch/wcy/brochure.html.

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Una iniciativa de la consultora norteamericana IDC junto a World Times Inc.

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Estos primeros intentos ilustran que se está en el camino de desarrollar nuevos indicadores que permitan medir hasta qué punto un país está avanzando hacia una sociedad de la información, y no sólo construyendo una economía de la información (que es lo que se medirá con la NAICS antes comentada). Estas medidas serán necesarias si, como se supone implícitamente en este artículo, el crecimiento sostenido de los países se deberá más a la consecución de una sociedad de la información que a la mera construcción de una economía de la información.

¿Políticas de información? Queda finalmente la duda sobre si se puede planificar la consecución de una sociedad de la información. ¿Pueden hacer algo en este sentido, por ejemplo, las administraciones públicas? Este es un debate muy activo en algunos países desarrollados, que mimetiza en cierta manera el debate tradicional sobre la necesidad o no de una política industrial. El debate en cuestión se resume en si los poderes públicos deben diseñar y aplicar, o no, políticas de información (information policies). Se entienden por políticas de información el conjunto de leyes, regulaciones, planes y acciones, desarrollas por las administraciones públicas, con el fin de estimular, controlar, o regular la creación, uso, almacenamiento, comunicación y presentación de información (Weingarten 1989). Las acciones en esta dirección pueden clasificarse en cuatro grandes grupos (Cornella 1998): • Acciones legislativas o reguladoras (muchas de las leyes de las que mas se habla en estos momentos son leyes informacionales, es decir, leyes que tratan básicamente de la información como derecho, deber o recurso, como las leyes de propiedad intelectual, patentes, protección de datos, o incluso el código penal, que en el caso español reconoce nuevos delitos relacionados con un uso indebido de las tecnologías de la información; estas entre otras muchas leyes y disposiciones, como por ejemplo las que regulan el mercado de las telecomunicaciones). • Desarrollo de infraestructuras; aunque una gran parte de las infraestructuras informacionales son hoy construidas por el sector privado, hay otra parte cuya responsabilidad recae en las administraciones, como las redes de banda ancha para usos académicos o de investigación, la conexión a la Red desde las escuelas, bibliotecas y otros centros de acceso publico, como por ejemplo oficinas de correos, etc. • Desarrollo de infoestructuras; tirar cables es básico, pero no es suficiente. Los poderes públicos tienen una gran responsabilidad a la hora de conseguir que lo que circula por la Red resulte de utilidad para favorecer el crecimiento del país, que es la forma de conseguir una mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos.

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• Mejora de la gestión de la información en las administraciones publicas.

Primero, porque de esta forma se aumenta la eficiencia de la administración (¿qué es ésta sino gestión de información?), algo que los ciudadanos exigen de manera creciente. Y también, porque esas acciones pueden tener un poderoso efecto de demostración y ejemplo en las empresas, en el sector privado. Es obvio que algunas de estas acciones son imprescindibles para que existan las bases sobre las que pueda surgir una sociedad de la información. Otras son, sin embargo, más discutibles. En cualquier caso, esta clasificación de actividades bajo el gran “paraguas” de las políticas de información ilustra que es preciso tener una visión integradora de las mismas. Así, por ejemplo, ¿qué sentido puede tener que un gobierno apueste por conectar a todas las escuelas a Internet si el sistema educativo sigue sin enseñar a aprender, sino que sólo transmite conocimientos empaquetados? Sean cuales sean las acciones de las administraciones públicas, éstas no son, sin embargo, garantía suficiente de que como consecuencia de ellas el país va a desarrollar una sociedad de la información. Este objetivo puede que dependa más de hasta que punto exista o no, previamente, una cultura de la información suficientemente desarrollada en la sociedad en cuestión. En este sentido, hay que recordar que Hayek (1982) ya señala que el desarrollo de una sociedad no se debe sólo al orden construido (made order, o taxis), el que construye y mantiene el Estado a través de sus organismos (con sus ramas Ejecutiva, Legislativa y Judicial) sino también al orden espontáneo (grown order, o kosmos), la cultura, historia, educación, hábitos de cada sociedad, resultado de siglos de evolución lenta pero continua, que tiene un efecto en el desarrollo de la sociedad tanto o más importante que el orden diseñado (quizás lo que Adam Smith llamó la mano invisible) (Hayek 1982, Libro I p37). Así, en nuestra opinión, un país puede entrar en la economía de la información mediante un esfuerzo de inversión importante en la adquisición e implementación de sistemas y tecnologías de información, pero eso no es garantía de que como consecuencia la sociedad se transforme en una sociedad de la información. Los elementos culturales (kosmos) puede que sean más fundamentales en esta transformación de la sociedad en una sociedad de la información. La transformación de estos elementos culturales requiere, probablemente, el paso de algunas generaciones. No se quiere decir con ello que haya que sentarse a esperar, sino que puede que la sociedad de la información no llegue sólo con la economía de la información (planificable), sino con un conjunto de cambios profundos en la esencia cultural misma de la sociedad. Si la hipótesis es correcta, el mensaje para las administraciones públicas podría ser claro: no se debe caer en la tentación de pensar que la planificación de una economía de la información (por ejemplo, mimando la industria ©Alfons Cornella 1997 ¿Economía de la información o sociedad de la información?

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informática) ya conlleva automáticamente el surgimiento de una sociedad de la información. Otros aspectos culturales, educativos, sociales, pueden resultar más relevantes a la hora de conseguir ese objetivo final. Y como éstos son aspectos que acostumbran a caer en ámbitos de departamentos distintos en las administraciones, la planificación debería hacerse, en todo caso, desde plataformas interdepartamentales.

Conclusiones Es obvio que algunas de las afirmaciones aquí vertidas son, hoy por hoy, simplemente una especulación. De hecho, ya se ha sugerido a lo largo del texto que se abren nuevas e interesantes líneas de investigación. Estas deberán demostrar en el futuro si lo que se ha denominado aquí cultura de la información tiene un efecto o no en el desarrollo de una sociedad de la información. Si así fuera, se habría mostrado que una cultura de la información, un aprecio y respeto por la transparencia informacional, un orden espontáneo que favorezca la creación y difusión de información de calidad por una gran parte de los ciudadanos, un sistema educativo que estimule y desarrolle habilidades de búsqueda, análisis, digestión y presentación efectiva de información, son componente esenciales en el desarrollo en las sociedades avanzadas.15 También se debe investigar si es posible planificar la cultura de la información o si, más bien, se comporta como una institución (un orden espontáneo que no se consigue sólo con regulaciones, políticas e inversiones, sino con una lenta evolución social), sin la cual los esfuerzos públicos y privados para llegar a la sociedad de la información no conseguirán más que un estadio inferior, el que aquí hemos denominado economía de la información. Es importante destacar, sin embargo, que los gobiernos tienen una gran responsabilidad en este punto. Porque la gente no es, por lo general, suficientemente consciente de la importancia que va a tener disponer de una cultura informacional en el futuro. Ocurre aquí algo parecido a lo que ocurre con la educación: puesto que la gente no percibe la importancia, tanto para sí misma como para la sociedad, de la educación generalizada, es preciso establecerla como obligatoria. Así, puede que sea preciso que el Estado actué generando información, o estimulando -incluso financiando- la producción de un substrato suficiente de información de origen nacional, tanto para el ocio como para el negocio, con el fin de que esa infoestructura permita sacar un mayor rendimiento, y conseguir una mayor impacto en la economía y la sociedad, de las infraestructuras que sin duda deberán establecerse.

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Tal cultura de la informaciónno debe confundirse con elculto a la información, concepto propuesto por Roszak (1986) para desenmascarar a quiénes proclaman que el mundo es de los datos frente a quienes definden que el mundo es del pensamiento. ©Alfons Cornella 1997 ¿Economía de la información o sociedad de la información?

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Como señala Hayek (1982, Libro III p60), “though information and education can be sold to particular people, those who do not possess either often will not know that it would be to their advantage to acquire them; yet it may be to the advantage of other than they should posess them”. En otras palabras, de la misma forma que una sociedad moderna no puede permitirse ciudadanos sin educación (analfabetos o incultos), una sociedad de la información no puede permitirse ciudadanos informacionalmente incultos. Queda por ver qué es más relevante para la informacionalización de la sociedad, si el taxis o el kosmos.

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