Miguel Ángel Urquieta (G-1910), egregio

June 25, 2018 | Author: Anonymous | Category: Trabajos y Tareas, Biografía
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Por sus ideales fue perseguido y sufrió un atentado

Miguel Ángel Urquieta (G-1910), egregio defensor de las libertades  Autor de la célebre oración “La G de trazo firme, rotundo, varonil, preside nuestra vida institucional… No es un círculo cerrado. Está abierto a todos los hombres de bien que tengan fervor nacional y emoción americana”. “La libertad es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”, afirma Miguel de Cervantes; y sobre este supremo valor de la libertad están construidos los cimientos doctrinarios del Colegio Guadalupe. Este fue el espíritu que animó a sus fundadores y a sus históricos maestros, y es el más grande legado a todas las generaciones de guadalupanos. A mediados del siglo XIX los hermanos Pedro y José Gálvez, ambos maestros y rectores de Guadalupe, lucharon, defendieron y expandieron el espíritu democrático de Guadalupe, y en los años ´30 del siglo XX otro guadalupano, Miguel Ángel Urquieta (G-1910) enarboló y agitó las banderas de la libertad, y con ellas la irrestricta libertad de conciencia, que removieron principalmente los estratos del poder. Por defender estos ideales fue perseguido por el régimen autoritario de turno y tuvo que exiliarse en Bolivia tras sufrir un atentado contra su vida en Arequipa, en donde dirigía un periódico. 1

Combativo periodista liberal y escritor, Miguel Ángel Urquieta nació en el Callao en 1893. Fue hijo del tribuno liberal arequipeño Mariano Lino Urquieta (médico, político y periodista) (1). Los primeros años de secundaria los hizo en el Colegio Nacional de “Nuestra Señora de Guadalupe”, en donde bebió los principios de libertad, de justicia, de humanidad. Terminó la secundaria en el Colegio Independencia de Arequipa, ciudad a la que retornó con su familia en 1908.

En 1939, luego de ser elegido diputado por Arequipa, vuelve a Lima y tras la fundación de la Asociación Guadalupana el 27 de noviembre de 1940, se convierte en asiduo concurrente de la naciente institución que agrupa a los exalumnos del Colegio Nacional de “Nuestra Señora de Guadalupe”. Miguel Ángel Urquieta Su querencia y compromiso con Guadalupe lo llevan a expresar ese innato sentimiento guadalupano en su célebre oración: “La G de trazo firme, rotundo, varonil, preside nuestra vida institucional. Es un círculo que puede crecer y ampliarse indefinidamente y constituye una fuerza cívica de acción afirmativa en servicio del Perú y en servicio de América. No es un círculo cerrado. Está abierto a todos los hombres de bien que tengan fervor nacional y emoción americana” (2). Esta oración, de profundo contenido humano, cívico-patriótico y ético, junto con el Himno de Guadalupe y la Marcha Guadalupana resume en sí el verdadero Espíritu Guadalupano. Están ligados entre sí como un todo y constituyen la fuerza vital de los guadalupanos.

El combativo Urquieta, el atentado, su exilio… La ciudad de Arequipa se convirtió en el escenario de lucha de Urquieta cuando apenas tenía 21 años. Allí, a través del vespertino “El Sur” y de otros medios de comunicación, combatió con tenacidad a los regímenes 2

autoritarios de Oscar R. Benavides (1914-1915, 1933-1939) y de Augusto B. Leguía (1919-1930), defendió a ultranza las libertades democráticas y arremetió contra autoridades gubernamentales y locales acusadas de deshonestas. Por su posición combativa fue amenazado en varias ocasiones. La amenaza se hizo realidad el martes 21 de julio de 1914 cuando un grupo “de matones enviados desde Lima” lo atacaron a garrotazos para silenciarlo y provocar el cierre de “El Sur” (3). Urquieta logró escapar de sus atacantes. Sin embargo, poco después se vio obligado a exiliarse en Bolivia para salvaguardar su vida. En La Paz (Bolivia), Urquieta desarrolló una intensa labor periodística siempre en defensa de las libertades plenas y siguió combatiendo a toda clase de dictaduras. Cuestionó a algunos intelectuales que criticaban a ciertas dictaduras y se congraciaban con otras. “O se está contra todas las dictaduras o no se está contra ninguna”, expresó en una carta sobre las libertades políticas y religiosas, enviada al I Congreso Continental del Magisterio celebrada en enero de 1928 en La Paz (4). Tras la caída de Leguía en 1930, el nuevo gobierno lo nombró Cónsul General del Perú en La Paz. Por su ardorosa “defensa de las más férrea e irrestricta libertad de conciencia” y su aporte a la cultura, el gobierno boliviano lo condecoró dos veces con el grado de Gran Oficial de la Orden del Cóndor de los Andes” (5). Miguel Ángel Urquieta retorna al Perú a fines de setiembre de 1933, asume la cátedra de Lógica y Moral en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa y se reincorpora a la actividad periodística. En 1936 es elegido diputado por Arequipa, pero no asume sus funciones porque el presidente Benavides desconoce las elecciones. El gobierno de turno convoca a elecciones generales en 1939 y Urquieta es elegido nuevamente y por amplia mayoría diputado por Arequipa.

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Miguel Ángel Urquieta (círculo) con un grupo de diputados e intelectuales en 1940

Contra la persecución racial En los inicios de la segunda guerra mundial, el presidente Oscar R. Benavides (1933-1939) declaró la neutralidad del Perú; sin embargo dispuso que las legaciones diplomáticas en el mundo no concedieran refugio a ningún ciudadano judío. Es más, en 1942 ya con Manuel Prado en la presidencia, el gobierno denegó la venida al Perú de cien niños judíos que iban a ser acogidos por familias judías. Esos niños terminaron después en las cámaras de gas del régimen nazista (6). El nuevo congreso instaurado con el gobierno de Prado aprobó y modificó varias leyes sobre nacionalización, todas ellas impregnadas de xenofobia, y en la cámara de diputados se protagonizó el 22 de diciembre de 1942 “uno de los debates más vergonzosos en la historia del país”. Esto ocurrió cuando algunos diputados pidieron que el gobierno aplicara medidas más drásticas contra la comunidad judía, a la que acusaron, entre otros, “de cometer abusos” y de “especular y esconder” productos de primera necesidad. En el parlamento se respiraba un repudiable aire racista. Sólo el diputado arequipeño Miguel Ángel Urquieta, fiel a sus principios, protestó y rechazó todo acto xenofóbico. “Me causa honda pena que a esta cámara de diputados se traiga el horror de la persecución racial que ensombrece y pone tinte pavoroso a la vida actual de la humanidad… También veo con lástima que se quiera negar a la raza judía todo valor en la historia del mundo”, afirmó Urquieta. Poco después y con apoyo de 15 diputados, de un total de 135, presentó una moción de orden del día mediante la cual se condenaba “el exterminio de judíos en 4

Europa”. La moción fue aprobada por amplia mayoría. Fue una dura derrota de los antisemitas (7).

Un fecundo intelectual… Urquieta no sólo se limitó a una proficua actividad periodística, sino que además, con otros escritores arequipeños, fue parte del grupo o movimiento Colónida creado por Abraham Valdelomar. Los “colónidas estaban en contra de toda rigidez literaria y pregonaron la renovación de temas y estilos”. Fue, asimismo, asiduo colaborador de la revista “Amauta”, que fundara y dirigiera José Carlos Mariátegui.

Miguel Ángel Urquieta mantuvo una estrecha relación intelectual con Abraham Valdelomar y José Carlos Mariátegui.

Colaboró con diarios y revistas internacionales y nacionales. Se dedicó a la crítica literaria y a su pasión por la irrestricta libertad de conciencia. Escribió para la revistas “Cosmópolis” y “Cervantes” (Madrid,España), “Nuestra América” (La Habana, Cuba), “Tierra Nativa” (Bucaramanga, Colombia), “Córdova”, “Renovación”, “Claridad” y “Pullman” (Buenos Aires, Argentina), “La Semana” y “Noticias”(Arequipa) y estando en Bolivia fue jefe de redacción y gerente del diario “La Razón”. En Arequipa fue director fundador del diario “El Sur” hasta 1938. También publicó trabajos sobre moral y política, un diccionario político y otros relacionados con la literatura. 5

No sólo derechos… Urquieta transitó siempre por el centro de los caminos. Nunca sucumbió a los encantos y veleidades que le eran alcanzados, y por esa misma razón ética y moral tuvo la fortaleza para decir a todo viento lo que pensaba. Todos reclaman derechos, pero nadie es capaz de decir “estos son los deberes”, sostuvo en una columna periodística (8). “Nada es más corriente ni resulta más fácil, al alcance de cualquiera, que hablar de derechos, reclamar derechos, exigir derechos. Pero obligaciones, en cambio, nadie quiere tenerlas. Hemos viciado nuestra sangre con el morbo declaratorio de la Revolución Francesa. Nos inocularon eso de “Los Derechos del Hombre”, y hasta ahora no acertamos a darnos cuenta de que todo derecho lleva aparejado un deber para ser perfecto. Roto el equilibrio necesario entre derechos y deberes, no somos sino un pueblo de declamación y de tumulto. De tanto declamar derechos nos hemos olvidado de que el deber también existe, y si nos acordamos de él alguna vez, es solamente para exigirlo en los demás”, apunta Urquieta.

El ideal democrático no ha fracasado… En la misma columna periodística de 1937, Urquieta sostiene que el ideal democrático ni ha fracasado ni ha sido superado. Un pensamiento muy actual que debemos tomar en cuenta. Escribe: “Quienes pretenden que al ciudadano se le debe educar desconociendo y rechazando todo principio de autoridad y quienes sostienen la necesidad de una vida social a base de sumisión a todo cuanto significa mando y jerarquía coercitiva, incurren en el mismo error de táctica. Los ciudadanos no pueden ser ni anárquicos ni rebaño. Les basta con ser hombres libres en función de dependencia mutua”. “La máxima aspiración de un pueblo, no es otra que la de alcanzar ese estado superior de cultura política en que quienes mandan son todos, aunque sea uno solo –o unos pocos- quien oriente, coordine y ejecute los mandatos. No importa que a esto se le llame despectivamente “democracia”. Lo cierto es que el ideal democrático ni ha fracasado ni ha sido hasta ahora superado. No es el sistema democrático lo que ha fracasado, sino sus adulteraciones. La democracia no ha tenido aún una 6

realización completa, no hay razón legítima para maljuzgarla o despreciarla mientras no se haya experimentado plenamente” (9).

Honestidad y coraje Miguel Ángel Urquieta García hizo de la honestidad su baluarte de integridad moral, y del coraje su modo de vida. Ni en los momentos más duros de su existencia pudo ser vencido por tentaciones y amenazas, recuerda su hijo Miguel Ángel Urquieta Astete, de 87 años, quien estudió los primeros años de secundaria en el histórico Colegio Guadalupe y que de haberlos concluido pertenecería a la promoción 1942. “Mi padre fue un hombre honesto y leal, y a pesar de su vida dura y agitada, se preocupó por su familia a la que mantuvo siempre unida aun en el exilio”, relata don Miguel Ángel. Durante los años que estuvo como parlamentario, Urquieta conoció de cerca “el teje y maneje”, “los arreglos bajo la mesa”, las deslealtades, las complicidades y los silencios nada santos, que se daban en los avatares de la vida política congresal. Esto lo decepcionó en extremo por lo que decidió retirarse de la política, y también del periodismo que fue su oficio de lucha por las libertades. Apartado de la vida política y del periodismo, Urquieta García retoma un oficio juvenil al que también le puso mucha pasión: el trabajo de encuadernación, a fin de sostener a su familia. Cada obra en sus manos era todo un arte por lo que era requerido por las más importantes imprentas de la época, acota su hijo Miguel Ángel. Estuvo casado con doña Lucila Astete Chocano con quien tuvo cuatro hijos: Lino Renán, Amado, Iris Lucila y Miguel Ángel. La mañana del martes 04 de marzo de 1947, Miguel Ángel Urquieta García, el combativo e íntegro periodista y escritor arequipeño, dejó de existir en Lima a los 54 años de edad, en la plenitud de la vida. Su muerte causó honda consternación en los círculos de la política, el periodismo y las letras, principalmente en la región sur del país.

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El diario El Comercio, del Cuzco (05.03.1947), al referirse a la trayectoria de Urquieta, señala que “deja una honda huella este periodista, que ha caído en la intimidad trágica de todo luchador que está lejos de las vanas seducciones y que mantiene, a pesar de todo, su innata rebeldía”. -oReferencias: (1) Mariano Lino Urquieta Ampuero (1865-1920), nació en Moquegua, pero tuvo que afincarse en Arequipa debido a violentas hostilizaciones por sus ideas liberales. Como médico se dedicó a curar a enfermos menesterosos sin costo alguno. Fue diputado y senador por Arequipa, y también sufrió el destierro en 1904. Fundó dos periódicos. (2) Cuando afirma que “La G de trazo firme, rotundo… preside nuestra vida institucional” se refiere, valga de redundancia, a la Asociación Guadalupana, que debe cimentar y fortalecer su institucionalidad para que se convierta en una real “fuerza cívica al servicio del Perú”. (3) Diario “El Sur”, Arequipa, 21.07.1914. (4) Ricardo Melgar Bao, revista digital “Pacarina del Sur”, noviembre 2014. (5) Diario “El Comercio”, Cuzco, 05.03.1947. (6) Hugo Coya, “Estación Final”, obra sobre peruanos en el holocausto nazi. Edit. Aguilar. (7) Idem. (Hay que precisar que Benavides y Prado tenían simpatías fascistas-nazistas. Sin embargo, Prado rompe la neutralidad de Perú y respalda a los aliados sólo después que EE.UU. se sume a la segunda guerra mundial tras el ataque a su base naval de Pearl Harbor. (8) Revista “Noticias”, Arequipa, Columna “Puntos de Vista”, 18.04.1937. (9) Idem. -----

(Carlos Roberto Marroquín) G-65 Lima, 14 de octubre de 2015

-------------------------------------Reflexión final: “Romántico es hoy el que no se doblega. El que no transige con el mal. El que mantiene sin arriar la bandera de sus convicciones en medio de la borrasca de apostasías. El que no se vende ni se alquila. El que tiene el oro del espíritu nielado con la acerada obstinación de ser una conciencia incorruptible” (Miguel Ángel Urquieta, revista Tierra Nativa (Bucaramanga, Colombia, junio 1928).

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