Dn. José María Arizmendiarrieta y sus colaboradores Autores: Juan

February 3, 2018 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Capítulo II

Dn. José María Arizmendiarrieta y sus colaboradores Autores: Juan Leibar José Mª Ormaechea

TEXTOS BÁSICOS DE OTALORA ÁREA DE EDUCACIÓN Y DIFUSIÓN COOPERATIVA

DN. JUAN LEIBAR

DN. JOSÉ MARIA ORMAECHEA

Dn.Juan Leibar nació en el Barrio de Guesalibar de Mondragón el 13 de Agosto de 1926.

José Mª Ormaechea, autor de la segunda parte de este texto, retrata con rasgos breves, la imagen de Luis Usatorre, Alfonso Gorroñogoitia y Jesús Larrañaga, que fueron con él y Javier Ortubay los cooperativistas a los que se les otorga, convencionalmente, el título de fundadores de la Experiencia Cooperativa de Mondragón.

Licenciado por la Universidad Central de Madrid en Filosofía y Letras. Ejerció desde 1957 hasta su jubilación, como profesor de Literatura y Secretario de Eskola Politeknikoa de Mondragón. En esta tarea tuvo la oportunidad de trabajar junto a Dn. José María Con él compartió proyectos educativos y tareas difusoras del Cooperativismo. Llegó a sentir su presentcia como algo cotidiano, sin la aureola que la distancia pone alrededor de sus grandes hombres. Para Leibar Dn. José María en vida era una persona normal, asequible y entrañable. Tan familiar como la luz del día que sólo se hace “presente” en nuestra conciencia cuando falta. Las reflexiones y los datos que Leibar aporta en este trabajo rezuman, como podrá comprobar el lector, sensibilidad, afecto y humanidad

Lamenta en la introducción de la descripción que hace, no poder abarcar a quienes con igual mérito también hubieran podido ser calificados como pioneros. Sigue las huellas de su memoría, y los datos que año a año fue acumulando en su archivo personal, dejando aún pendiente un análisis crítico, más exhaustivo y más audaz, sobre todo de la vida cooperativa, desde sus inicios a comienzos de noviembre de 1955, ahora hace 38 años.

Noviembre de 1993

INDICE

1º PARTE 

DON. JOSÉ MARIA ARIZMENDIARRIETA MADARIAGA ............................... 5 Markina (Bizkaia) 22.4.1915 Mondragón (Guipúzcoa) 29.11.1976

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Apuntes para una biografía ......................................................................................... 6 Dn. José María: revolucionario pacífico...................................................................18 Dn. José María: maestro ........................................................................................... 23 La preocupación fundamental de Dn. José María: La educación. ............................ 26 Dn. José María: facetas políticas ..............................................................................30 Dn. José María: sus últimos pensamientos ............................................................... 33 Dn. José María: visto desde fuera del País Vasco .................................................... 36 El último mensaje de Dn. José María. ......................................................................39 (Autor: Juan Leibar)

2º PARTE 

CUATRO COLABORADORES DEL P. ARIZMENDIARRIETA ..................42

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El encuentro ........................................................................................................46 La decisión ..........................................................................................................55



Datos biográficos de los cuatro colaboradores ...................................................75

Luis Usatorre Arriola .................................................................................................76 Jesús Larrañaga Lizarralde ........................................................................................ 83 Alfonso Gorroñogoitia González ...............................................................................90 José María Ormaechea Uribeechevarría ....................................................................98 (Autor: José María Ormaechea)

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1ª parte

DN. JOSE MARIA ARIZMENDIARRIETA MADARIAGA -

MARKINA (BIZKAIA) 22.4.1915 MONDRAGÓN (GUIPÚZCOA) 29.11.1976

AUTOR: Juan Leibar

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DN. JOSE MARIA ARIZMENDIARRIETA MADARIAGA -

MARKINA (BIZKAIA) 22.4.1915 MONDRAGÓN (GUIPÚZCOA) 29.11.1976

Entre esos dos puntos geográficos y esas dos fechas transcurre toda una vida de una persona que se dedicó en cuerpo y alma al cooperativismo. Hace falta perspectiva histórica para juzgar la actuación de Don José María y los frutos de sus fecundas iniciativas. Y es que las figuras señeras apagadas por lo cotidiano, y el roce diario no son valoradas en su justa medida por sus coetáneos hasta pasado algún tiempo. Ahora, con más reposo, nos cabe entretejer esta semblanza sin grandes pretensiones pero con rigor para hacer llegar al lector la imagen de un hombre que está en el fundamento y en el alma de la Experiencia Cooperativa de Mondragón. La vida de Don José María, desde un punto de vista biográfico, es de una sencillez impresionante, de una monotonía singular, de una austeridad monacal. Se puede decir que no salía del País Vasco; algún viaje a Madrid, una escapada a Huelva como ponente de un Congreso, un viaje relámpago a Alemania y... poco más. Durante la Guerra Civil hizo el servicio militar en Burgos. Tampoco ocupó cargos importante; su función oficial era la de Coadjutor de la Parroquia de San Juan Bautista de Mondragón y Consiliario de la Escuela Profesional Politécnica. No escribió ningún libro ni intentó organizar su pensamiento en ningún tratado ideólogo Dejaba todo a la creatividad de cada momento. Su doctrina está esparcida en una gran variedad de artículos publicados en la revista de su fundación “T.U. TRABAJO Y UNION” y en los prólogos doctrinales de muchos Estatutos, Reglamentos y Memoria de Caja Laboral Popular, Escuela Profesional Politécnica, Cooperativas diversas, ... En estas páginas procuraremos recoger escuetamente retazos de su vida, de su doctrina y de su pensamiento, de sus múltiples realizaciones, apelando, sobre todo, a los testimonios que aparecieron a raíz de su muerte.

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 APUNTES PARA UNA BIOGRAFIA

Vizcaíno por los cuatro costados

Dn. José María nació en Markina (Bizkaia) en el caserío Iturbe del barrio de Barínaga. Sus Padres fueron José Luis y Tomasa, propietarios de una buena casa de labranza, con criado incluido, como se ha estilado en los caseríos fuertes del País Vasco. El padre tuvo fama de hombre de paz entre sus convecinos; de aspecto bonachón, vida de sociedad al socaire de ferias y cofradías; alegre y decidor. La madre, ama de casa, al temple de la mujer bíblica, fue la verdadera maestra de Don José María; inteligente, discreta, ordenada, hacendosa, sacrificada, llevó el peso y el estilo en la educación de sus hijos y la administración de la hacienda. Don José María, el primogénito entre cuatro hermanos (José María, Francisco, María y Jesús), renunció a los doce años a su título y privilegios de mayorazgo, en aras de su vocación religiosa que le llevó al Seminario de “latines” de Castillo de Elejabeitia (Bizkaia). Para este paso decisivo de su vida le preparó concienzudamente la maestra Dña. Patrocinio Uranga, titular de la Escuela rural de Barínaga. En 1931, en plena efervescencia republicana, le tenemos en el afamado Seminario Mayor de Vitoria para estudiar Filosofía. En el claustro de profesores figuraban Don José Miguel Barandiarán, Don Manuel Lecuona, Don Alberto Onaindia, Don Antonio Pildain.

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Del Seminario al Cuartel

La Guerra Española le sorprendió en Markina en plenas vacaciones estivales. En edad militar se incorporó a las milicias vascas, asignándosele tareas periodísticas tanto por su formación como por su condición de seminarista. Estuvo adscrito al Cuartel de Abando. Participó muy activamente en la fundación y dirección de dos periódicos: “Gudari” y “Eguna”. Desde este observatorio, con documentación de primera mano, siguió todas las vicisitudes del recién creado Gobierno de Euskadi y los episodios sangrientos del País Vasco. El 19 de junio de 1937 las tropas de Franco entraban en Bilbao. Don José María cayó en el copo. Pero de momento no se entregó; intentó trasladarse a Francia con buenas cartas de recomendación. Llegó hasta Lazcano, en el corazón de Guipúzcoa. Allí, el enlace le persuadió para que volviera a Bilbao donde fue cazado por delación de un paisano suyo. Naturalmente, pasó por la cárcel y tuvo que presentarse ante un tribunal militar. A su compañero de periodismo le condenaron a muerte; a él le indultaron, sencillamente porque estaba en edad militar y adscrito a un cuartel como simple soldado; sus funciones en el aparato propagandístico se consideraron como deberes militares. Pero, en compensación del indulto, le obligaron a incorporarse a las tropas “nacionales”.

Dn. José María vestido de Gudari

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El resto de la guerra la pasó en Burgos alternando las ocupaciones militares con los estudios del Seminario. Acabada la guerra volvió al Seminario de Vitoria para completar la carrera sacerdotal, en circunstancias bien diferentes: el Obispo Mateo Múgica vivía en el exilio; el claustro de profesores había sido depurado; muchos sacerdotes, deportados y encarcelados.

A Mondragón, por obediencia.

El día 1 de enero de 1941 decía su primera misa en la Parroquia de Markina. Había preparado ya las maletas y los documentos para proseguir los estudios en la Universidad de Lovaina cuando recibió una carta de su Obispo Doctor Lauzirica destinándole como Coadjutor a la Parroquia de Mondragón. Hubo una pequeña resistencia; pero ante la insistencia del Superior no tuvo otra solución que doblegarse. Se habían truncado todas sus ilusiones estudiantiles y se tuvo que conformar con cursillos eventuales en Vitoria y Santander para obtener el título de Diplomado Social. El 5 de febrero de ese mismo año, una mañana lluviosa y desagradable, se apeaba en la modesta estación de ferrocarril de Mondragón con una maleta de cartón, una cartera de mano y todos los atuendos reglamentarios de clérigo: manteo, sotana, teja, etc. Un día más tarde llegaría Don José Luis Iñarra quien rigió la Parroquia de Mondragón con mano maestra durante 35 años. Mondragón para un sacerdote, no era, precisamente, la tierra de promisión; había mucha sangre de por medio. Como botón de muestra diremos que tres sacerdotes de la Parroquia habían sido fusilados por las tropas “nacionales”. Los años cuarenta fueron los años de hambre, de miseria y de otras secuelas de una despiadada guerra civil: huérfanos en la calle, viudas sin amparo, enemistades irreconciliables, obreros en paro forzoso, enfermos sin asistencia, calamidades de todo género... En este ambiente hizo Don José María sus primeras armas en funciones pastorales. Pronto tomó contacto con los jóvenes tanto en la Escuela de Aprendices de la Unión Cerrajera (donde fue profesor) como en la Acción Católica, en la JOC, en la Congregación de San Luis Gonzaga. La máquina estaba en marcha. Desde el primer momento captó la amistad y la dedicación de un comando de jóvenes a los que implicaba en compromisos religiosos y sociales. Sus aficiones periodísticas salen de nuevo a la palestra y surgen hojas volanderas, revistas a ciclostil, periódicos murales, etc.: “Aleluya”, “Equis”, “Ecos”, “Boletín de Liga de Educación y Cultura”, más tarde “Cooperación” y “T.U. Trabajo y Unión”.

Mondragón, 1941

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Comienza a aflorar una juventud generosa, cuya vitalidad había que encauzar por derroteros más estables.

Ya le bullía a nuestro hombre la idea de crear una Escuela Profesional, al margen de la Escuela de Aprendices de la Unión Cerrajera donde tenían cabida solamente hijos o familiares de los obreros de la empresa. Un lema cambia en sus escritos y alocuciones; se trata del conocido proverbio chino: “Dale un pescado a un hombre y comerá un día; enséñale a pescar y comerá el resto de su vida”. Pero entones en Mondragón se repetía con notable injusticia el dicho de que “el hijo del peón tenía que ser peón; y el hijo del ingeniero, ingeniero”. Cronológicamente, la vida de Don José María en Mondragón, podemos janolarla así:

Los años 40

1941: Llega a Mondragón, sin pena ni gloria, el día 5 de febrero. 1943: El día 1 de junio nace y se presenta Juventud Deportiva. Para su financiación se crea la quiniela, a peseta la papeleta. Se hacen recaudaciones de hasta 20.000 pesetas al año. El día 24 de Junio de 1945 se inaugura el flamante campo de fútbol de Iturripe, con terrenos adyacentes para la futura Escuela Profesional. 1943: El día 10 de octubre se inaugura oficialmente la Escuela Profesional en el edificio de la Fundación Viteri. Comienzan las clases con 20 alumnos matriculados en el Primer Curso de Oficialía Industrial. El primer Director es Don José Lasa. Don José María se reserva siempre la modesta plaza de Consiliario. La obra está patrocinada por una Junta de Patronato formada, principalmente, por hombres de Acción Católica. 1947: La primera promoción de Peritos Industriales se matricula en la Escuela de Zaragoza, donde han dado todo género de facilidades para la matrícula con dispensa de escolaridad. 1948: Se crea la asociación Liga de Educación y Cultura, como entidad jurídica patrocinadora de la Escuela Profesional y de otras actividades docentes. En Liga, asociación independiente, se encuadran todas las fuerzas vivas de Mondragón y su comarca, interesadas en la formación humana y técnica de la juventud.

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Tanto los empresarios como los obreros se percatan de la importancia del problema y se asocian en la institución. Los empresarios se comprometen a un abono inicial de 25 pesetas por asalariado y año, y los obreros se hacen socios por una módica cantidad de 3 pesetas al mes. Los Ayuntamientos de la comarca, las Cajas de Ahorro, la Cámara de Industria y Comercio, La Diputación Provincial, etc... todos van a ser comprometidos en esta empresa comunitaria. La iniciativa trata de superar los años de miseria material y de pobreza espiritual de la postguerra. La imaginación del joven sacerdote se desborda para dar solución a múltiples problemas. Organiza cabalgatas, partidos de fútbol, representaciones teatrales, conferencias, todo con tal de que la juventud tenga unas opciones de formación, una ilusiones para salir adelante. Entusiasmo no falta y los resultados son altamente satisfactorios.

Los años 50

Don José María se hace oír en el pueblo. Sus sermones y conferencias no son fáciles de digerir. Tiene siempre la costumbre de “pensar en voz alta”. Habla con cierta premiosidad como meditando bien las expresiones, sin ninguna concesión para la galería. Muchas veces no se le entiende el mensaje; no se sabe por dónde va. Hace suyo aquello de que “el que tiene que decir algo tarde o temprano lo dice; y tarde o temprano le escuchan”. Sus dos grandes obras, la Escuela Profesional Politécnica y las Cooperativas Industriales, se asientan en esta década. 1952: Con asistencia del Ministro de Educación Sr. Ruiz Jiménez, se inaugura la nueva Escuela Profesional, con sede en el enorme edificio “Cometal” que se había construido para almacén general de ferretería. Por una acertada operación económica el edificio de cuatro plantas en hierro y cemento viene a ser el primer patrimonio inmueble de la Liga de Educación y Cultura. Los 170 alumnos de la Escuela Profesional se pierden en aquella estructura de cemento armado con capacidad calculada para más de 1.000 alumnos. ¿Está loco don José María?. ¿Con qué piensa llenar aquel inmenso pabellón?. En la ceremonia inaugural recibe de manos del Ministro la Encomienda de la Orden

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Civil de Alfonso X El Sabio, “por razón de sus méritos en orden a la enseñanza, principalmente demostrados por la construcción de la nueva Escuela de Trabajo de Mondragón”. 1953: En Mondragón se viene arrastrando un grave problema de vivienda. Tras un estudio objetivo de la situación procede a la creación de la Asociación Mondragonesa del Hogar. Se compran terrenos en las laderas de Makatzena y se construyen la primeras viviendas sólidas, alegres y económicas. También por estas fechas Don José María figura como el promotor para la creación del Dispensario Antituberculoso para atajar en lo posible la grave epidemia que asolaba el país. 1955: La labor social de Don José María no gusta en las esferas administrativas ni a ciertos estamentos sociales y políticos. Su actuación en Mondragón se considera revolucionaria. Hay unas denuncias formales. Don José María está a punto de ser desterrado. Se salva por una contraofensiva popular. El Gobernador Civil recoge velas y echa tierra al asunto. 1956: El día 14 de abril de 1956 es fecha altamente memorable en los anales del cooperativismo de Mondragón. En ceremonia sencilla, familiar, Dn. José María bendice la primera piedra de ULGOR, SCI en los terrenos del barrio San Andrés de Mondragón. La denominación de ULGOR Vista de Ulgor, 1.958 procede de las iniciales de los fundadores: Usatorre, Larrañaga, Gorroñogoitia, Ormaechea, Ortubay, todos ellos de la primera promoción de Peritos de la Escuela Profesional. Previamente, el año anterior, se habían iniciado en las lides cooperativistas en un modesto taller de Vitoria donde empezaron a fabricar estufas de petróleo. 1957: La Escuela Profesional Politécnica es reconocida oficialmente como centro de enseñanzas regladas en los grados de Oficialía y de Maestría. 1959: Se funda Caja Laboral Popular y los Servicios de Provisión Social (Futuro Lagun-Aro). No hay ceremonias, ni anuncios del acto, ni invitados oficiales. Es la siembra del grano de mostaza que en pocos años adquiriría un desarrollo insospechable. 1960: En setiembre sale a la calle el primer número de la revista COOPERACIÓN (en ciclostil). En esta revista, que luego modificaría su título por el de “T.U. TRABAJO

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Y UNION”, a través de casi 200 números, expondría Don José María su pensamiento a los cooperativistas.

Los años 60

Es una década fecunda, marcando, por decirlo así, el asentamiento doctrinal del Cooperativismo situado en torno a Caja Laboral Popular. Se consolida la expansión vertiginosa de las cooperativas industriales y toman cuerpo otras fecundas iniciativas. Don José María ve realizado uno de sus sueños: la nueva Escuela Profesional Politécnica en los amplios terrenos de Iturripe. Son 40.000 m.2 para un complejo escolar-deportivo. Las obras se llevan a cabo gracias, en gran parte, a una suscripción popular. La Escuela había sido e iba a ser el motor de la expansión cooperativa. 1960: LIGA DE EDUCACIÓN Y CULTURA se transforma en Cooperativa. 1965: Se crea otra nueva institución: La Liga de Asistencia y Educación, titular del Centro Asistencial. Viene a cubrir la carencia casi total de lugares y servicios para hospitalizaciones, atenciones maternales, etc. Este mismo año se inicia la construcción de la nueva Escuela Profesional Politécnica en Iturripe. La Escuela tiene ya más de 1.000 alumnos e imparte las escpecialidades de Mecánica, Electricidad, Electrónica, Fundición, Delineación y Automatismos. 1966: Se crea una nueva cooperativa, única en su género, ALECOOP (Actividad Laboral Escolar Cooperativa), empresa gestionada por los alumnos en activo de la EPP. 1966: Por Decreto del 3 de junio de 1965 se concede a Don José María la Medalla al Mérito en el Trabajo, en su categoría de Oro. El texto del citado Decreto es un resumen de la labor realizada por Don José María. Dice así: “La medalla del Trabajo como condecoración, cuyo objeto principal es premiar la continuidad, la constancia en el trabajo, no excluye la posibilidad de reconocer otros méritos de un carácter más amplio dentro del ancho campo en que se integra el mundo de “lo social”, ni es opuesta a la consideración de relevantes méritos de

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personas que por tener un sagrado ministerio que cumplir de orden espiritual y católico dan a esta misión que tienen confiada un hondo sentido humano de amor al prójimo, de pura caridad cristiana, dirigida a mejorar moral y materialmente al humilde, hasta redimirle por el propio esfuerzo y la confianza en Dios, no por doctrinas disolventes, de su condición anterior más penosa. Tal es el caso de Don José María Arizmendiarrieta, Coadjutor de la Parroquia de Mondragón, que desde 1941 viene realizando, con independencia de sus obligaciones propias de su ministerio, una profunda y extensa labor a favor de los trabajadores, coadyuvando así de manera extraordinaria en la misión que tiene encomendada este Ministerio, de modo especial en el orden cooperativo. Además de las realizaciones de naturaleza católica, que el Padre Arizmendiarrieta ha llevado a cabo, tales como las campañas de Navidad, tómbolas, etc., es indudable que sus altas miras, desde la constitución de Juventud Deportiva de Acción Católica de Mondragón hasta las Cooperativas Industriales, estuvieron siempre dirigidas a fomentar y auxiliar la previsión, el trabajo y las instituciones de carácter social en general.

1965, se le concede la Medalla al Mérito en el Trabajo

Es así como creó la Escuela Profesional, con veinte alumnos, que cuenta hoy con 770, en la rama del Metal, de Electricidad, de Química y Delineación, con los grados de Aprendizaje, Maestría y enseñanza libre de Peritos Industriales.

Así fue como creó el “Dispensario Antituberculoso”, la “Asociación Mondragonesa del Hogar” para la construcción de viviendas, la “Cooperativa San José”, la “Cooperativa Ulgor” con 800 trabajadores y producción de renombre internacional como son los productos “Fagor”; la “Cooperativa Arrasate”, “Copreci”, “Comet” y otras que encuadran a cientos de trabajadores, sin olvidar la “Caja Laboral Popular”, Cooperativa de Crédito que agrupa a 2.500 socios. Las Cooperativas “Liga de Educación y Cultura”, “Lana” y el nuevo complejo Deportivo-Docente “ son otras tantas realizaciones del Padre Arizmendiarrieta, que en su conjunto tendrá una capacidad para 1.500 alumnos y quinientos internos, con un valor aproximado de 60 millones de pesetas. Labor tan fecunda ha exigido un indudable esfuerzo y trabajo. Por lo expuesto, a propuesta del Ministerio de Trabajo, previo acuerdo adoptado en Consejo de Ministros el 30 de abril de 1965, he tenido a bien otorgar al reverendo Padre Don José María Arizmendiarrieta la Medalla “Al Mérito en el Trabajo” en su categoría de Oro”. El Ministro de Trabajo, Sr. Romeo Gorría, le impuso personalmente la medalla el 25 de agosto de 1966. Don José María declinó todos los honores en favor de sus colaboradores.

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1966: El 24 de abril de este mismo año, Mondragón rinde justo homenaje a tres figuras beneméritas nombrándoles hijos adoptivos de la villa: Don Mariano Briones (médico), Don José Luis Iñarra (párroco) y Don José María Arizmendiarrieta. Los tres homenajeados cumplían 25 años de abnegado trabajo en Mondragón. 1968: La Escuela Profesional es reconocida como Escuela de Ingeniería Técnica Industrial, por orden ministerial del 30 de Julio. Se cierra así un ciclo de reconocimiento. Quedaban pendientes la transformación en Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica y el reconocimiento de la Escuela como Instituto Politécnico, que llegarían en 1976 con la aplicación progresiva de la Nueva Ley de Educación.

Enfermedad y muerte

En la primavera de 1968 recibió Don José María el primer aviso serio sobre su precaria salud: un amago de angina de pecho. Tras una delicada intervención quirúrgica se sometió a un tratamiento continuo y a unas revisiones periódicas. Como anécdota diremos que, por prescripción médica, unos "amigos" le robaron la democrática bicicleta sustituyéndola por una motocicleta para alivio de sus esfuerzos físicos. Su figura se hizo popular por las calles de Mondragón: alto, enjuto, de andar erguido y lento, sienes hundidas, gafas oscuras, pelo blanco. A pesar de todos los cuidados, la enfermedad le iba minando lentamente. El cansancio le ahogaba y no podía disimularlo. Se rindió a la evidencia y tuvo que atenerse a las prescripciones médicas bien a pesar suyo. De nuevo se vio obligado a entrar en dique seco. En la Clínica de la Concepción en Madrid fue intervenido en una operación a corazón abierto. Era el mes de febrero de 1974. Se repuso a duras penas de la enfermedad del corazón, pero no así de las heridas de la operación cuya cicatrización le produjo graves y continuas complicaciones. Las curas y las medicaciones le producían verdaderos martirios. A preguntas de cómo se sentía con aquella herida a cuestas se le oyó decir: "Es una herida sin importancia que se soporta como si se llevara un cilicio penitencial"...

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A pesar de todo, hacía una vida casi normal, aunque cada día se le veía más demacrado, descolorido, débil. Su presencia física decaía a ojos vistas. Vivía del espíritu, de la ilusión de ser útil a las personas que le rodeaban y a las instituciones en las que participaba. Hasta el último momento de su vida mantuvo una entereza de ánimo que no se doblegaba ni ante la ineficacia de la medicina ni ante el dolor continuo. En junio de 1976 hubo de someterse a una nueva intervención quirúrgica para atajar lo que llaman los técnicos el "mal de quirófano" que impide el cierre normal de las heridas de una operación. En setiembre sufre otra intervención en la Clínica de la Concepción de Madrid con trasplantes de piel para la cicatrización de la herida. Se recupera bien. En octubre se presentan complicaciones hepáticas y renales con debilitamiento general. Se le ve físicamente consumido, pero con el mismo espíritu optimista y creador de siempre. Saca fuerzas de flaqueza y se mantiene al pie del cañón. A primeros de noviembre se le interna en el Centro Asistencial de Mondragón para cuidados intensivos y cura de reposo. Se presentan nuevas complicaciones. El día 25 de noviembre, en plena lucidez y consciente de la gravedad de su estado, recibe los últimos sacramentos y los auxilios espirituales con la entereza de un auténtico cristiano. Sufre varios encharcamientos pulmonares que se alivian por medio de punciones. El día 28, domingo, por la mañana, agoniza inconsciente. No hay nada que hacer. Sin embargo, al mediodía se reanima y recibe la visita del Ministro de Trabajo, Don Alvaro Rengifo, amigo personal. Recobra la lucidez y conversa con el Ministro sobre la Ley de Cooperación: es el esfuerzo final. "Mirar atrás es una ofensa a Dios; hay que mirar siempre hacia adelante", es su último mensaje. El Ministro se retira con lágrimas en los ojos. El único entero es el enfermo que todavía tiene valor para animar a parientes y amigos, consciente de su desenlace final inmediato. El lunes, día 29, por la tarde decae visiblemente; sus reservas físicas están al límite de la postración. A las 8.20 de la tarde sobreviene un fallo cardíaco, el definitivo; exhala un profundo suspiro y fallece en santa paz.

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Honras fúnebres

El cadáver se expone en la Iglesia Parroquial. Durante dos días le hacen vela diversas representaciones de las cooperativas de la zona, familiares y amigos~ el desfile de la gente es incesante. En las bandejas de limosnas para misas se refleja un poco el reconocimiento popular: se recogen más de 300.000 pesetas. El día 1 de diciembre, a las 7 de la tarde, el Ministro de Trabajo, Don Alvaro Rengifo, preside los funerales y acompaña los restos mortales de su amigo hasta darles tierra en el cementerio. Asisten también las autoridades provinciales y locales y el Presidente de la Federación Nacional de Cooperativas, Don Francisco de la Caballería. Más de 60 sacerdotes ofician las ceremonias religiosas. El templo no da cabida a los miles de personas que quieren rendirle este último homenaje y se apiñan en los pórticos y calles adyacentes. A hombros de los sacerdotes, de los sobrinos del finado y de los profesores de la Escuela Profesional Politécnica se lleva el féretro desde la Parroquia hasta el camposanto. A todo lo largo del recorrido se agolpa la gente para darle un sentido adiós de despedida. Es una inenarrable manifestación de duelo por un sacerdote ejemplar, un hombre extraordinario. De todos los rincones del mundo llegan pésames y expresiones de condolencia. Ha desaparecido una institución.

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Ahora Don José María descansa en paz. ¡Nunca mejor empleada la expresión para quien tanto ha trabajado en vida!

El último adiós del pueblo

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 DON JOSE MARIA: REVOLUCIONARIO PACÍFICO

Perfil Humano

Paz y revolución son términos paradójicos, pero en Don José María armonizaban maravillosamente. Don José María era hombre de paz. Asombraba su capacidad de diálogo con personas de todo tipo de ideologías políticas o religiosas. Gozaba de las amistades más dispares en todos los estamentos sociales. En su modesto despacho de la EPP recibía a empresarios y obreros, industriales y hombres de campo, ministros y amas de casa, líderes extremistas y humildes religiosas, catedráticos y estudiantes Su vida, a partir de la ordenación sacerdotal transcurrió entre su domicilio, la iglesia parroquial y la Escuela Profesional. Una vida ordenada, metódica, sencilla, sacrificada. Amable, simpático, generoso para con los demás, no tenía una concesión para sí mismo. Era incapaz de apuntarse un tanto, y aprovechaba cualquier oportunidad para desviar méritos y honores a otros. Sin embargo, su vida fue una revolución continua Uno de sus más fieles colaboradores, Don José María Ormaechea, le ha visto así: “Cuando le conocí, cuando le conocimos todos, era vital, alegre, pudoroso. Emanaba confianza y la contagiaba y hacía que los espíritus se abrieran a su consejo, seguros de que iban a encontrar acomodo en su palabra, en su gestión, o solamente en el descanso que aportaba su aprobación como última instancia. Su confesionario, su humilde despacho y su casa se hallaban abiertos a cualquiera: trabajadores, labradores o ministros; niños y viejos, políticos y empresarios, enfermos incapacitados y jóvenes vitales. Todos estábamos ciertos de que le importunábamos, pero él no hacía ningún gesto de cansancio, ni su sonrisa perdía transparencias, ni miraba insinuante al reloj. Trataba la alegría y las penas, lo heroico y lo banal, si con ello tranquilizaba. Aquellas toneladas de sensibilidad e inteligencia que desparramaba representaban un sedante esperanzador para quien estuvo al alcance de su vida. Era frugal; no gozaba ni comiendo ni bebiendo; sólo haciendo las cosas para los demás. Y lo hacía por convicción, con esa actitud de perenne entrega

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Sin duda, cuando decidió sólo comer un huevo en lugar de dos “porque hay quien no puede comer ni uno ‘~, no respondía tal actitud a una decisión meditada a priori, sino decantada y brotando espontánea de su sensibilidad inagotable. Quiso a todo el mundo por igual. Quería íntimamente a todos los que conocía y por eso los que vivían junto a él siempre pensaron que eran todos elegidos de sus preferencias. Pero nunca distinguió a nadie. Evidentemente, sus actitudes eran tan decididas y tomadas con rigor tal que la tensión a que sometía a los demás producía impactos demoledores, no porque fueran dichas con mala intención, sino porque de él sólo se esperaban sonrisas y afecto. Pero él se daba cuenta del trauma producido y no pasaban 24 horas para enmendar el efecto, con una carta, una visita, un obsequio. Concebía la vida de relaciones con necesidad de que éstas mostraran en su transparencia, autenticidad, porque desterraba lo artificial y lo superfluo. En los días más singulares: cumpleaños, navidad, fallecimiento de seres queridos, su presencia o su recuerdo se manifestaba siempre; no había error El afecto puntual, deforma bien elegida, no faltaba para cauterizar una herida emocional o para brindar gozosas efemérides. Sufrió, ¡claro que sufrió!, pero nunca lo supimos. Tenía como parte esencial de su pudor y como norma elegida, no hablar nunca de sus preocupaciones en el sentido de que éstas se transmitieran a los demás. En ello era casi inhumano para consigo mismo. Así pudieron decir sus médicos que eran incapaces de conocer si sufría, porque a lo largo de casi tres años de escabrosos tratamientos no había dicho jamás un ¡ah!. Sin embargo, con todo, tuvo la ambición de los grandes espíritus, porque no admitió más que a la fuerza, en contadas ocasiones y como mal menor, ninguna recompensa material, y aunque trabajó 35 años inspirando o creando centros generadores de riqueza, nunca, nunca, percibió el más limitado sueldo. Sólo vivía de sus estipendios sacerdotales. Si no le llegaba, recibía el paquete, con aromas de huerta y manzanas, de su madre. Vivía siempre como sacerdote. Era exigente. A todo quería llegar Había que estudiar y trabajar; y hacer el campo de fútbol y vender rifas, y exhibir el Olentzero y hacer campañas teatrales. Por eso, creo, que en los 6] años de su vida metió 120 de realidades. Lo que ocurre es que la forma de exigir de Don José María no era opresora, aunque lo arrollaba todo al conjuro de su propio tesón y energía; de ir por delante, llegara todo. Y los que se sentían adormecidos despertaban sin enterarse de que lo habían hecho. A su espléndida fuerza física se unía la enorme convicción de lo acertado de lo que hacía. Era una máquina humana en permanente sonrisa, que arrastró a la juventud.

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Pero toda esta fuerza se apoyaba inexorablemente en su profunda vida espiritual, en su recia adaptación a las exigencias pastorales, a la lectura permanente y fecunda. Su misa era una de las que se decían con más calma. Su confesión, íntima, profunda, con un repaso a la vida, sin contabilizar los hechos, sino examinando a actitudes y adoptando posturas nuevas, que en tenaz mansedumbre terminaban por doblegar el espíritu. Rezaba, rezaba mucho. Con nosotros nunca más allá de lo que éramos capaces de seguir con atención; pero él rezaba siempre. El 16 de julio de 1976, día de la Virgen del Carmen, celebró misa en Madrid. Le habían sometido quince días antes a una feroz operación que había reducida sus hematíes biológicos. Pero su espíritu se mantenía fuerte y allí, en el altar; su figura se agigantaba cincelada en tonosi sobrecogedores. Pesaba sólo 52 kilos. Sabía que la vida se le esfumaba, que la había derramado a manos llenas, pero sus rasgos esenciales de virtud no se modificaron en ningún momento. Siguió animando, endulzando la vida de los que le visitaban, para que no sufrieran. Dos días antes de que descansara al fin, pidió a su ama de llaves que le diera vuelta al cuello de la camisa que estaba algo desgastado. Sabía que no se la volvería a poner; pero necesitaba repartir aún su amor expresado desde su infinita confianza en el prójimo. No quería hablar tampoco de sus males y no quería que nadie sufriera. Y al fin descanso. Nos legó, insensiblemente, sin que nos diéramos cuenta, la noción del cómo y por qué debemos trabajar por nuestro país, estrecho y difícil, sin hacer alardes esterilizantes. Todo sobre la base de solidaridad y del trabajo honesto, humilde, intenso. Al final, lo que vale -y lo que queda- es la bondad; Don José María era un hombre bueno. Practicó, en tiempos bien difíciles, la tolerancia y el respeto. Nunca fue capaz de distinguir entre teoría y práctica, y se comprometió siempre con una realidad que entendía perfectiva sin traumas. Hombre de acción fue, en lo más profundo, creyente sacerdote, faceta de la que extraía una de sus virtudes principales: la esperanza y hasta el optimismo. Su visión de futuro y su capacidad para arrastrar hombres bien diversos hacen que la obra que deja tras de sí trascienda los estrechos límites de la buena intervención para insertarse en la pequeña historia que ha vivido e/ pueblo vasco. Don José María no es sustituible, evidentemente. Su amor; su inteligencia, la capacidad de contagiar entusiasmos ..., no lo sé, lo que nos faltará a sus seguidores que tenemos que continuar su empresa. Pero Don José María no es restituible. Aquí vivió él en medio de una época frívola y olvidadiza. Pero él era descubridor de verdades, para quien sólo contaba lo absoluto, lo eternamente válido

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 DON JOSE MARIA: SACERDOTE A veces, por sus preocupaciones económicas y sociales, por sus relaciones con hombres de empresa y su participación en Juntas Rectoras y Consejos de Dirección de las cooperativas, daba la sensación de ser un hombre de negocios, un gerente, un empresario. Esa fría imagen desnaturalizo totalmente a Don José María. No hay duda de que su vocación, ante todo, era sacerdotal, pastor de almas, guía espiritual. De profundas convicciones religiosas anteponía sus deberes religiosos a cualquiera otra ocupación. Si entramos en lo más radical, en lo más hondo de su personalidad, si quismeramos explicar y justificar toda su trayectoria humana tendríamos que apelar al hecho de su sacerdocio. Don José María Mendizábal, sacerdote él, discípulo de Don José María y receptor de muchas de sus confidencias, así se expresó sobre su maestro en un artículo publicado en la revista TU. Trabajo y Unión, órgano de información y de formación de las cooperativas asociadas en torno a Caja Laboral Popular: “Don José María no llevaba al sacerdote como una faceta más de su vida, o como un accidente transitorio, sino como raíz y fundamento de donde derivaba todo lo que ha sido “. Posiblemente Don José María es una personalidad polémica. Pudiera ocurrir que no todos estén de acuerdo con su estilo sacerdotal, pero lo que sí me atrevo a afirmar es que Don José María tenía su idea de lo que era ser sacerdote y que llenó su proyecto sacerdotal de manera refleja y consciente, y añadiría, que casi sin fallo. ¿Qué idea del sacerdocio tenía él?. Podría afirmar que no era partidario de un sacerdocio de pantuflas y con chocolate a las cinco de la tarde. Las palabras que más afluían a sus labios eran las de “tareas sacerdotales” que, aunque no absolutamente definidas, se podían englobar en la idea de Servicio a la Comunidad.

Siempre pensando

Para Don José María valían las ideas; pero barruntó sólo aquéllas que se podían materializar; que podían tomar cuerpo. Si el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, las ideas incorpóreas, sutiles, en un universo platónico, para la pura especulación, valían poco para Don José María.

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Alguna vez se me ha ocurrido llamarle “el más grande realizador de ideas”. Don José María era un hombre de fe. Creía en la transcendencia. A él le he oído esta frase: “Ahora hay que trabajar; descansaremos en la Parusía “. Don José María es un hijo de Dios que a imitación de Jesús quiere ser pobre. “Nunca he pedido nada para mí”, le oí una vez. Se podrían aducir mil testimonios y detalles que corroboran esta idea y quizá habría que comenzar por su vieja bicicleta, tan servicial durante tantos años. Podríamos añadir algún aspecto de austeridad como el que quisiera decir siempre la primera misa de la mañana. Durante muchos años celebró la misa de las 5 de la mañana de los domingos, para los de la Adoración Nocturna. En mis recuerdos quedará el confesionario de Don José María como el más concurrido de la Parroquia. Quizá fuera también el más exigente. Los jóvenes más inquietos en su dimensión apostólica eran los que acudían con más frecuencia a él. Don José María era un hombre de Iglesia. Cumplía estrictamente su quehacer del culto. Eso sí: cantaba mal, pero le gustaba que en la Iglesia se cantara bien. Le he visto acatar decisiones de su párroco Don José Luis Iñarra, aun estando íntimamente convencido de lo contrario, con discusión, pero con un sentido de la jerarquía y de la obediencia a todas luces edificante. Era de esos hombres que piensan que pueden equivocarse

Antes que nada, Sacerdote

Quizá sirva otro detalle para corroborar la idea de que Don José María era hombre de Iglesia. Alguien le insinuó que dejara la coadjutoría de la Parroquia y se centrara sólo en su trabajo de la Escuela y del Comp fr/o Cooperativo. A lo que respondió muy serio: “Antes dejo todo que dejar de ser Coadjutor de la Parroquia de Mondragón. Yo soy Coadjutor de la Parroquia Una y otra vez, al recordar a Don José María, me viene a la mente la figura de Theilard de Chardin, tan semejantes en sus actitudes fundamentales, hombres de visiones cósmicas que en la fidelidad absoluta y radical a su sacerdocio y a lo que eran, amaron este mundo como una obra siempre perfectible que Dios puso en nuestras manos.

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 DON JOSE MARIA: MAESTRO Es una pena que este noble vocablo vaya desapareciendo de la circulación corriente. Los maestros de escuela ahora se llaman profesores de educación general básica; los maestros industriales se denominan técnicos especialistas en formación profesional de segundo grado (más difícil todavía); los maestros artesanos han quedado arrumbados por la técnica moderna. Sin embargo, el vocablo está todavía lleno de vivencias; nos recuerda al maestro de los maestros, al que es prototipo en sus funciones, al que es ejemplar, al que sabe tres veces mas que los demás (magister) Don José María fue maestro de la juventud en su formación moral y social; maestro en sus tareas docentes y educativas en la Escuela Profesional tanto con los alumnos como con los profesores; maestro de las nuevas generaciones de cooperativistas conformados a su imagen y semejanza; maestro, en fin, de una multitud de espontáneos que acudían a él confiadamente en busca de orientación en la vida, consuelo en las desgracias, luz en las tinieblas Como maestro le contempla Don Alfonso Gorroñogoitia, discípulo de primera hornada, fiel a su pensamiento: «Muchos de nosotros exhibimos con orgullo, no exento de vanidad, el noble título de Fundadores de nuestra Experiencia Cooperativa, cuando realmente el título de fundado, en singular y sin restricciones, sólo es imputable a la figura simpar de Don José María, porque no en balde fue el hombre, el creyente y el sacerdote que engendró el principio vital de todas estas realizaciones y las atened durante toda su vida impregnándolo todo con su inspiración y proyección como espíritu animador inmanente, como el alma que se desparrama en toda la realidad del hombre. Evocar la figura de Don José María tiene el peligro de empequeñecerla si no se hace con la altura suficiente, empello que el autor de estas líneas tiene la convicción de no poder arrostrar con el nivel suficiente Pero lo hace, no con afanes de precisión y de seguridad históricas, sino vitalmente como pequeño homenaje de agradecimiento a su singular maestro. Porque realmente Don José María fue un maestro, en el sentido más noble y etimológico de la palabra, “ma gister” , tres veces lilas grande, en su dimensión de hombre, de inspirador y de creador. Desde que le conocí, y con la experiencia y pequeña perspectiva que dan los años, entiendo que su posición esencial estaba asentada en 1(1 idea de la transformación de las estructuras ante cuya realidad se situaba siempre con espíritu crítico y ante cuya inadecuación con la esencia humana adoptaba una actitud activa, pragmática y posibilista de mutación..

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Como agente de esta transformación, indeleblemente impresa en su filosofía vital, estaba lo que va es convencional: de que solamente los hombres son capaces de abordar el empeño. Pero esto que suena a lugar común, y que resuena a vacío en muchas convocatorias y requerimientos, era algo entrañablemente sentido y vivido por Don José María. Hasta tal punto que una constante histórica en su actuación fue la de recurrir siempre a la ,movilización de las conciencias por medio che la palabra, la persuasión y la paciente espera de la maduración de sus ideas en los hombres que teníamos la función de transformarlas, bien en normas de derecho positivo, bien en pautas de comportamiento, bien en realizaciones estructuradas. Su rebeldía ante la prevalencia de la norma y la estructura sobre la inquietud e insatisfacción espiritual era evidente, y una constante en su actuación la búsqueda, en primera instancia y permanentemente, de una actitud y un talante che los hombres para abordar empeños siempre enmarcados cciii las exigencias de solidarios y comunitarios. Futurista, en permanente posición constituyente, irrespetuoso pertinaz con las normas, ordenamientos y estatutos creados 110 pocas veces por él mismo, los arrumbaba con “ligereza” sorprendente para, tensando su espíritu, ponerse en actitud de nueva búsqueda, nueva superación. Si algo se puede decir como una de sus constantes vitales, es que no había lugar para un aburguesamiento espiritual junto a su permanente acicate hacia nuevas fronteras. A todos creía capaces de mejores empeños, che todos esperaba que podía modificar, transformar; mejorar lo que se traen entre manos. Una desbordante esperanza inundaba sus relaciones con todos. Por eso nunca bajo el nivel ni el tollo de sus ideas, cualquiera que fuera el auditorio, aunque quizá adaptara el lenguaje, a pesar de que no pocas veces se le acusara de que sus sermones eran complicados o difíciles de entender.

Comunicarse en voz alta

Hombre de talento natural extraordinario y de una tenacidad insobornable, se autootorgaba un modesto protagonismo, diciendo que su única función era la de comunicarse en alta voz; comunicación nacida de una permanente observación de la realidad, para la que en deferentes etapas de la vida contó con observatorios tales como el confesionario y su despacho de la Escuela Profesional puerto de recalaje de tantas y tantas inquietudes y confidencias. El hombre es un ser contemplativo y activo; activo y contemplativo, solía decir como expresión y síntesis de su confianza en el hombre. Era alérgico a la especulación inoperante, a la gimnasia intelectual de la especulación: la idea que no puede transformarse en palabra no es buena idea; la palabra que no puede transformarse en acción no es palabra válida.

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Últimamente estaba preocupado por las cosas sencillas que hacen estimulante la convivencia. Ya hemos ensalzado demasiado en los altares a los valores clásicos, decía refiriéndose a procesos y rentabilidades. Hay que insistir en el humanismo pedestre: afecto, cariño, comprensión, sensibilidad, tolerancia, seguridad de no sentirnos solos. Si el cooperativismo no se asienta en estos valores, ¿quién lo va a hacer?. Se dice que nadie es insustituible y que “a rey muerto rey puesto”. Tengo para mí que una de las figuras insustituibles en nuestro país es Don José María, porque pasarán muchos años antes de que otro hombre de su talla irrumpa en nuestra vida social”.

Nunca perdió la alegría

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 LA PREOCUPACIÓN FUNDAMENTAL DE DON JOSE MARIA: LA EDUCACIÓN Si ha habido una preocupación obsesionante en la mente de Don José María ésta ha sido la enseñanza, la socialización del saber. Su “obra” en Mondragón comenzó actuando como Profesor en la Escuela de Aprendices, para pasar al poco tiempo a la fundación de la Escuela Profesional. Las cooperativas estaban, allá por los años cuarenta, muy en lontananza. Antes había que formar equipos humanos, inquietudes sociales, capacidades técnicas. Machaconamente insistía en ciertos lemas: “Un pueblo ignorante es un pueblo impotente. Saber es poder Socializando el saber se democratiza el poder Jakintzak askatuko zaitu (El saber te hará libre), etc.” Javier Retegui Ayastuy, ex alumno de la Escuela Profesional, Director de Liga de Educación y Cultura, entre otros cargos, también ha recogido así esta preocupación fundamental de Don José María: “En todo este proceso (el de la enseñanza) se presenta muchas veces la tentación de la calidad de enseñanza y por lo tanto la selección y limitación de los alumnos para dar prestigio al Centro y a la Enseñanza. La posición de Don José María en estos casos era tajante: lo mejor es enemigo de lo bueno. Es necesario formar a todos los que podamos y no limitar la formación a los más brillantes. Los límites o niveles académicos son barreras artificiales que establecemos los docentes con una valoración unidimensional de la persona. La selección no debe ser objetivo del proceso educativo, sino que la vida será la que se encargue de esa tarea. El concepto de socialización para Don José María no se limita a los jóvenes, y desde el principio se inician en la Escuela Profesional Politécnica las actividades de Formación Permanente para los adultos. Se plantea que los derechos de antigüedad deben traducirse en opciones deformación. No hagamos de la antigüedad un derecho pasivo, sino que hagamos del mismo factor de evolución y desarrollo. Se empieza a hablar de la igualdad de oportunidades entre las distintas generaciones y que el derecho de formación hay que hacerlo extensivo a los adultos.

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El proceso de desarrollo de la Escuela Profesional Politécnica ha sido una constante lucha entre la socialización y la calidad, debiendo decir que la calidad ha sido la mejor posible pero ha tenido prioridad la socialización.

Trabajo y Estudio

Teniendo en cuenta que las posibilidades económicas de los alumnos impedían a un porcentaje de los mismos el acceso a los distintos niveles educativos, se ha puesto en práctica desde el principio la limitación del pago de los propios alumnos y la posibilidad de alternancia del trabajo con el estudio. Esta alternancia trabajo-estudio se pone en marcha desde los orígenes de la Escuela Profesional Politécnica. Más tarde, al crecer el número de estudiantes-trabajadores (o trabajadores-estudiantes) se hace necesaria la creación de una institución adecuada. así nace Alecoop (Actividad Laboral Escolar Cooperativa) que es una empresa cooperativa de los propios alumnos para la autofinanciación de los estudios en régimen de autogestión. Esta empresa que nace en el año /966 desarrolla hoy día una actividad empresarial en el campo de medios educativos que la colocan en posiciones de liderazgo en el mercado interno con amplia presencia en mercados exteriores. El proceso socializador planteado por Don. José María no se limita al acceso indiscriminado a la educación sino que se basa en el protagonismo del hombre en la tarea del desarrollo socioeconómico de la comunidad.

Educación integral

En este sentido Don José María se percata de que la educación clásica supervalora solamente unos aspectos de la personalidad del hombre como es el desarrollo intelectual.

En cambio deja de cultivar otros aspectos como son la capacidad capacidad de trabajo en equipo, vocación comunitaria, etc.

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de gestión,

Dn. José María aprovechaba cuantas oportunidades se le presentaban para desarrollar la capacidad de gestión de los alumnos. Alérgico a las estructuras cristalizadas se situaba permanentemente en período constituyente y chocaba con todos nosotros que veíamos en sus planteamientos ruptura de las estructuras establecidas y apercibíamos las dificultades inherentes a su actitud. Sembraba pensamientos nuevos y avanzados e iba elaborando una nueva toma de conciencia de los problemas y necesidades educativas y sociales que se iban transformando en realizaciones. Todos los años al elaborar el Plan de Gestión de la Escuela Profesional Politécnica planteaba la necesidad de iniciar una “nueva etapa”. Desde el comienzo de su acción formativa, allá por el año 1943, hasta que los médicos le prohibieron dar clases, su actuación consistía en ir de clase en clase y exponer una serie de reflexiones a los alumnos. Su formación se basaba en hechos concretos que se desenvuelven alrededor nuestro. Las grandes elucubraciones socio-políticas deben transformarse en realizaciones sociales. Una revolución será económica o no será revolución, y será social o no será revolución.

La Formación Técnica

En este aspecto, la formación que de origen más le atrae y a la que se vuelca, es la formación técnica, más vinculada con el mundo laboral y con los elementos sociales más modestos. Entiende que a través de una formación técnica se puede desarrollar y generar un proceso que permita un desarrollo humano y social más amplio. Habla muy a menudo de la “fuerza de la razón”, pero también es necesario plantearse “la razón de la fuerza”. Entre “enseñanza de consumo” o “enseñanza generadora de desarrollo social” de prioridad en primera instancia a esta última. Sobre la base de desarrollo coherente de estas enseñanzas se plantea posteriormente la atención a otros factores importantes y que responden a la necesidad de creación de unas exigencias que como comunidad y como pueblo tenemos planteadas. En la última etapa de su vida se planea profundamente una revisión del sistema educativo.

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El exceso de escolarización y la artificialidad de la vida de nuestros niños hace que éstos no tengan acceso al desarrollo de facetas básicas de su personalidad. Es necesario replantear el contenido de nuestras escuelas y tener en cuenta la ventaja de la educación activa, pasando el niño a ser receptor de unas ideas a elaborar y experimentar sus conocimientos en condiciones reales. La alternativa “trabajo-estudio” debe iniciarse en edades tempranas. Debemos sacar a nuestros niños de estas “jaulas urbanas” y, dándoles un margen de iniciativas, retornar al campo, enseñarles a explotarlo y hacer que amen la naturaleza. La División Agrícola de Alecoop, las Ikastolas en los caseríos, el planteamiento de trabajo y estudio desde niños, etc., junto con otros planteamientos sobre la tercera edad, la ocupación laboral del ocio, etc. Eran temas que bullían en su cerebro y aparecían bajo el denominador común de Economía mixta. Don José María ha sido un hombre de profunda vocación educativa en todas las relaciones con sus semejantes. Aquí nos quedan sus obras y el entrañable recuerdo de su persona. También nos queda el reto de la lucha por un orden social más justo y por una educación adaptada a las necesidades del mañana”.

Formación Profesional

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 DON JOSE MARIA: FACETAS POLÍTICAS Parece ser que fue Platón quien definía al hombre como “animal político”. Don José María no se escapaba de esta definición. La política no estuvo al margen de su formación, ni de su vida, ni de sus aficiones. Mantuvo contactos muy personales con líderes y representantes de las facciones más contrapuestas. Para todos tenía diálogo, consejo, contraste de opiniones con un amplio margen de tolerancia. Adscrito a las milicias vascas en 1936, periodista activo en el Gobierno de Euskadi, prisionero de guerra, a punto de ser condenado a muerte; incorporado como artillero a las tropas de Franco en Burgos... sufrió algo en su propia carne de la enconada guerra civil española. Luego la formación sacerdotal, la experiencia de su vida y su propia personalidad elaboraron un Don José María “político” de características peculiares. Abierto a todos los aires, universal en sus concepciones, amigo de ~‘derechas” y de “izquierdas”, pero en el fondo un enamorado de su país, del País Vasco, sin estridencias, sin extremismos, con un pragmatismo fecundo. Don Simón Martínez de Arroyabe, a la sazón Jefe de Personal de Caja Laboral Popular, ha estudiado el pensamiento de Don José María a través de los numerosos artículos en la revista “T.U.”.

“Uno de los temas en que Don José María ha incidido repetidamente, y sobre el que más preocupación mostraba en los últimos meses, posiblemente sea el de la “revolución”, “nuestra revolución”, según su expresión. Defina al hombre como un “eterno descontento” de su situación presente; un ser “nunca plenamente socializado, como si la vocación del hombre fuera la del “emigrante permanente” navegando hacia nuevos proyectos de vida social siempre inacabados. Contrariamente a lo que acontece en sociedades estables, Don José María estima que el hombre de hoy –más concretamente el hombre de Euskal Herria- siente como jamás lo ha sentido la absoluta no viabilidad del actual orden social y político. Subrayaba machaconamente que es el momento de los “revolucionarios”. El hombre de Euskadi no solamente tiene conciencia de que la organización que le han impuesto y los valores oficiales en la que descansa están en crisis, sino que él mismo se encuentra amenazado por una profunda crisis. Las múltiples utopías que han aparecido en el presente de Euskadi constituyen hechos evidentes de que se ha llegado no sólo a un momento de crisis, sino de ruptura.

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Proceso revolucionario

Frente al modelo de revolución ciega y violenta, Don José María introduce el concepto de “proceso transformador y revolucionario”. La promoción de oportunidades culturales y profesionales, la propiedad social, las estructuras empresariales autogestionadas... constituyen la acción del proceso de revolución. El proceso revolucionario ni es ciego ni determinista. Son los hombres, los colectivos de las empresas, los vecinos del barrio, los profesores y alumnos en las instituciones educacionales, los pueblos, las comarcas, las regiones, etc. quienes deben permanecer como verdaderos protagonistas, y agentes del proceso dirigiendo y controlándolo en forma solidaria, sin aceptar dirigismos e imposiciones externas. El protagonismo de los colectivos exige una articulación de los esfuerzos de todas las personas y grupos comprometidos en el proceso, la socialización de las fuentes económicas y financieras tanto en la vertiente del ahorro como en la del crédito, así como la implantación creciente de la propiedad social. Este esfuerzo solidario y mancomunado deber ir fecundado y dinamizado por una doble corriente: o Desde la comunidad o pueblo ascenderá a los líderes la expresión de las necesidades, aspiraciones, valores, formas de imaginar el futuro... o Desde los líderes promocionados por los colectivos descenderá hacia ellas una corriente de clasificación, de planificación, de animación y concienciación.

La Formación Técnica

Siendo un hombre eminentemente político, Don José María, tal vez por su experiencia política en los años de la guerra civil, y tal vez también por la nueva experiencia vivida del hacer cooperativo, manifestaba cierta reticencia hacia la política del partido. Repetidas veces le he escuchado atacar la obsesión por lo político, por polarizar la revolución el poder político. La revolución que deben llevar a cabo las cooperativas es prioritariamente una revolución cultural. La pregunta realmente importante y urgente es cómo realizar esa revolución cultural.

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La respuesta para Don José María, en parte, es evidente. La educación y la cultura pasan por las instituciones; y al hablar de las instituciones piensa en la escuela (de la Ikastola a la Universidad), en la familia, en las Agrupaciones de los vecinos, en la empresa, en los centros de trabajo, en las instituciones locales y provinciales, etc. La recuperación por parte de las comunidades locales, en forma autogestionada de funcionamiento de toda la infraestructura institucional a nivel de comunidades de base en Euskadi, es urgente que éstas salgan de su letargo y recuperen el control y la dirección de sus propios asuntos e instituciones. La revolución cultural es para Don José María inicialmente una revolución institucional que engloba toda la infraestructura del sistema social”.

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 DON JOSE MARIA: SUS ULTIMOS PENSAMIENTOS

La última época de Don José María ha sido de una notable fecundidad. Como si presintiera su muerte se apresuraba en gestar nuevas ideas, lanzar nuevos proyectos, animar a sus seguidores. A sus 60 años es más “revolucionario” que nunca. Su imaginación trabaja con varios años de anticipación. Para muchos es un utópico pero casi siempre sus utopías han tenido una viabilidad. No es fácil cogerle la onda; emite en una frecuencia poco corriente. Cuántas veces sus más fieles seguidores le han sonreído considerándole soñador y fantasioso. No se sabe por dónde anda, pero habla de sociedad sin clases, economía mixta, educación activa, los nuevos valores, etc. Al principio se le escucha con indiferencia; luego alguno reflexiona. Don José María insiste, aplicándose aquello de que “cuando alguno tiene algo que decir, tarde o temprano lo dice; y tarde o temprano le escuchan”. Don Jesús Larrañaga, otro de los primeros discípulos de Don José María, ha recogido así los últimos pensamientos del maestro: “Don José Maria vivió ilusionado, esperanzado, sin miedo. Murió batido por las fuerzas mecánicas. El espíritu le vibraba en su poquedad corporal. Resistió a la muerte, apoyado en la profunda convicción de que eran muchas las cosas que aún tenía que pensar y comunicar. En uno de los últimos coloquios me decía: “Fíjate las cosas que se han hecho partiendo de situaciones más bien mínimas y de poca entidad. Lo que se ha hecho es casi nada con lo que hay que hacer. Las posibilidades son inmensas. Sobran clubs, faltan escuelas; abundan coches y falta capacidad de dar formación a los adultos; se mima a los niños y se abandona a los mayores...” Las últimas preocupaciones se deslizaban hacia la madurez; no sé si quizá él mismo, en el proceso vital, se sentía ya lejano a la emoción juvenil y compartía las limitaciones de la ancianidad precoz en la que él se hallaba sumido. Lo cierto es que sentía la sociedad de los ancianos y la pobreza de los medios sociales, frente a la abundancia insultante de un sistema que entroniza el consumo. Le preocupaba la tercera edad y la formación permanente como símbolos, como expresión de la necesidad de crear una sociedad que sirviera al desarrollo del hombre y no a la esclavitud idiotizante del consumo. Pocas horas antes de morir, como renaciente de sus propias cenizas, haciendo un

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esfuerzo de excepción, ya con mirada lánguida e insostenible, remarcaba: “Ya hemos ensalzado demasiado ciertos valores: la eficacia en el trabajo sin límites, la rentabilidad, el desarrollo, el crecimiento... pero ya es hora de que pongamos otros valores en sustitución y demos primacía a la amistad, la convivencia, la comunicación. Ese ver en los demás un algo que está por encima de todos esos valores fungibles. En definitiva, sin hacer grandes declaraciones y programas, caminar sencillo en la vida para superar resistencias, considerando a los demás como fuentes de alegría y de satisfacción”. El movimiento se demuestra andando y, sobre todo, aproximándose al que está cerca y viviendo como él, sin esperar todo de la gran revolución magistral. En lugar de hacer ciudadanos ricos, esforcémonos en gestar comunidades ricas.

Humanista dialogante

Se había hecho a la idea de que difícilmente podía malgastar sus menguadas fuerzas en grandes trasiegos, pero estaba dispuesto a ahorrar sus mínimas energías y hacer vida peripatética, en similitud a los filósofos griegos que, mientras paseaban, conversaban, se comunicaban, irradiaban sus propios pensamientos, como instrumento de superación y de avance. Nos decía,. “Yo haré vida de filósofo peripatético, de pensar en voz alta, comunicando mis propias reflexiones”. Su mensaje final es simple, pero difícil: el humanismo dialogante.

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La Formación Técnica

Sus preocupaciones giraban alrededor de las muchas cosas que están pendientes por hacer y, como símbolo de esta íntima convicción, ahí están sus palabras a su buen amigo Alvaro Rengifo, Ministro de Trabajo a la sazón, pero, sobre todo, entrañable amigo, con quien departía muchas horas de conversación coloquial, tiempos atrás. Buscaban soluciones para dar cabida a las comunidades de trabajo. A Don José María le faltan fuerzas, pero se resiste su cuerpo frágil y agostado, a morir, porque tiene tantas cosas que reflexionar y decir que se esfuerza en aguantar las tarascadas de toda su maquinaria, desajustada y rota. El sacerdote a su lado le lee los salmos del “Magnificat”; está al término de su existencia. Con gesto imperceptible solicita que le repitan. Se recoge y oye en última lectura:

El hace proezas con su brazo; disperso a los soberbios de corazón; derribo del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos les colmo de bienes y a los ricos les despide vacíos

Se apaga definitivamente la vida de un hombre que vivió para y con los demás

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 DON JOSE MARIA: VISTO DESDE FUERA DEL PAIS VASCO Hemos recogido testimonios de discípulos y colaboradores inmediatos de Don José María, de hombres que han trabajado a su vera, coterráneos. Y ¿cómo se le ha visto desde otras perspectivas? ¿Se le ha conocido fuera de este pequeño coto que representa el País Vasco? ¿Qué se ha escrito de su obra?. Revistas especializadas, monografías, tesis doctorales, etc., tanto nacionales como extranjeras, se han preocupado de la persona de Don José María y de su experiencia comunitaria. Las observaciones vienen desde los ángulos más dispares. En estas páginas recogemos retazos de un artículo publicado por Don José Luis del Arco en la revista Mundo Cooperativo a raíz del fallecimiento de su amigo y confidente Don José María. “He disfrutado de la amistad de Don José María Arizmendiarrieta, del Padre Arizmendi, como familiarmente le llamaba. A pesar de la distancia geográfica que nos separaba y dc nuestras diferentes actividades fue posible un amplio puente de comunicación espiritual, a lo largo de un cuarto de siglo, y yo he recibido de la portentosa humanidad del P. Arizmendi mucho más de lo que pude darle. Ahora, cuando acaba de morir al recordar su semblanza, sus palabras y sus actos, me siento incapaz de resumir en unos trazos, necesariamente cortos, una vida que se ha caracterizado por una profunda inteligencia al servicio de un ideal, perseguido con la fe de un visionario, y traducida en actos de una sinceridad y una honestidad intachables. Recuerdo mi primer encuentro con el P. Arizmendi allá por el año 1956. Vino a consultarme, en compañía de alguno de sus colaboradores más directos. Sus intentos para llevar a la práctica sus ideas sobre la reforma de la empresa en el seno de una sociedad capitalista habían fracasado por la incomprensión de los dirigentes de dicha sociedad. Alguien sugirió la constitución de una cooperativa, pero la lectura de la Lev dc Cooperación de 1942 les llevaba a conclusiones pesimistas porque la letra de la Ley no parecía amparar las ambiciosas ideas de reforma económico-social que propugnaban el P. Arizmendi y sus colaboradores. A partir dc entonces, mantuvimos frecuentes contactos y a cambio de mi modesta aportación en los conocimientos de la técnica jurídica, yo reforcé mis convicciones en el cooperativismo escuchando y leyendo al P. Arimendi. He de reconocer que no era fácil seguir mentalmente al P. Arizmendi. A los problemas concretos que se le planteaban contestaba con aquel su lenguaje pausado, voz tenue, más tenue en los últimos años, con su imperfecta sintaxis y como despreocupado del asunto concreto que motivaba la respuesta.

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Muchas veces, en reuniones y coloquios, la comedida intervención del P. Arizmendi nos dejaba en suspenso a los oyentes, cual si nos quisiera introducir en un mundo incomprensible e inalcanzable. Y yo solía comentar jocosamente, para salvar la situación y disculparme de mi propia incomprensión: Han de darse cuenta que el P. Arizmendi piensa en vascuence y al hablar traduce al castellano’. Y el P. Arizmendi sonreía con aquella su sonrisa suave y un tanto tímida...

El pensamiento

En el pensamiento del P. Arizmendi se encuentran ideas que son a modo de coordenadas sobre las que dirige la acción. Una es la conceptuación del hombre como ser solidario, que necesita y es necesitado de los demás. La participación y la integración progresiva en el quehacer colectivo. Otra idea obsesiva del P. Arizmendi es la de ofrecer a los individuos opciones necesarias para su información. La justicia comunitaria exige dar a las personas opciones iguales a la salida. A la meta llegará quien pueda, quiera y tenga facultades para ello. Pero no debe haber discriminación en el momento del despegue. Hacía compatible su idealismo con un gran sentido práctico. Había que hacer en cada momento, lo que hacía falta y lo que era posible, sin esperar revoluciones definitivas. Siempre hay un paso más que dar La fórmula cooperativa había que concebirla como un incesante ensayo, esforzándose en no perder de vista ninguna de las exigencias que aseguran el éxito de la empresa económica, pero sin olvidar que en la misma los valores humanos han de di4rutar de neta prevalencia sobre los puramente económicos y materiales.

La Experiencia Cooperativa de Mondragón la resumía el P Arizmendi con la siguiente divisa: ‘Actuar y no ganar, crear y no poseer, progresar y no dominar’

El hombre

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Alto y flaco como un asceta, aseado y pulcro en el vestir discreto hasta la timidez en sus gestos, frugal hasta la exageración en su sustento, con una vivienda modesta pero limpia hasta el extremo, con una sonrisa suave (nunca le escuché una carcajada), pero tenaz en sus objetivos e infatigable hasta conseguirlos, arguyendo sin ofender, haciéndose perdonar al tiempo que convencía con mesura, y con la fe de los convencidos, la figura del P Arizmendi se había hecho familiar en la comarca de Mondragón. Visitaba incansablemente los centros de la organización. Aquí escuchaba un problema pres eíitado. Allí sugería una reforma. Más allá censuraba un gasto que reputaba innecesario. Nunca mandaba ni ordenaba. En coloquios y reuniones, a los problemas inmediatos que se le planteaban, respondía con aquel su aire ausente, unas reflexiones que dejaban a sus oyentes un tanto perplejos y sin haber comprendido del todo.

Sólo más tarde, mucho más tarde, las palabras del P. Arizmendi penetraban en las mentes de sus colaboradores, adquirían su justa dimensión y orientaban la precisa solución que demandaba el problema tiempo atrás planteado.

El P. Arizmendi no ocupó cargos directivos en ninguna de las organizaciones y ni siquiera aceptó el cargo de consiliario oficial de ninguna cooperativa, salvo en la Escuela Profesional, su gran amor y su gran ambición..

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 EL ULTIMO MENSAJE DE DON JOSE MARIA No hubo descanso hasta el último momento. Casi en la agonía y siguió pensando en voz alta, preocupándose por los demás. Tres días antes de la muerte, físicamente consumido por la enfermedad, garabateaba unas hojas de borrador. Se trataba de su cita anual con la Memoria anual de Caja Laboral Popular; a él le habían asignado la introducción, la parte doctrinal del documento. Es el último mensaje, escrito con letra firme y pensamiento seguro, a retazos condensados; no le importa la forma. Las ideas están claras. Es su último documento escrito: Aurrera egiteko, aldakuntza; estua zabaltzeko, biotzez zabaldu; lurraldeak nasaitzeko, gizabideak mtgaritu. Para avanzar transformarse; Para abrir lo estrecho, abrirlo con el corazón. Para ensanchar las tierras, aumentar la convivencia. Es tal el diluvio de convocatorias políticas que no pocos de los que hemos estado actuando en predios económico-sociales y laborales con los más ambiciosos objetivos de promoción de un nuevo tipo de sociedad en nuestro País vamos quedando perplejos ante la duda de si se merecerán la prioridad las nuevas opciones a las que se nos invita, o deberemos seguir firmes por donde vamos con la aspiración neta de preceder a un tipo de sociedad sin lucha de clases, en lugar de levantar parapetos para la defensa sin transformación más radical, sin participación global y universal de todos en las tareas, como nosotros podamos vaticinar Una cuestión que se impone dilucidar va es la de si es viable nuestro plan. Otra cuestión, si no será la política por la política fin en sí. En qué debe consistir la MEJORA si no es en el arte de gobernar mejor a los pueblos, alentar a los hombres y avivar sus comunidades, en cuyo caso será preciso interrogarnos para qué vamos a actuar con las formaciones políticas en el seno de nuestro Pueblo, capaz de protagonizar directamente empeños complejos, ayer utópicos, hoy realidades espléndidas que disfrutan cada vez mayores contingentes. Por otra parte, es tal la experiencia acumulada y las organizaciones conseguidas que nuestra originaria modesta cooperación, ¿no es susceptible de promover en zonas y niveles más válidos y amplios sus virtualidades?

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Debe ser un simple sueño la sociedad sin clases? Los hombres, por encima de profesiones, edades y actividades circunstanciales, deben resolverse a vivir la experiencia de una ‘comunión” humana más rica en reciprocidades crecientes, sin dar lugar a que lo que tal vez lamentamos y desdice de nosotros en concepto de lucha de clases (discriminaciones por lo que se tiene, más que por lo que se es), sea reemplazado por las reflexiones derivadas de simple edad, destacando en un polo sin alegría al ejército anónimo de jubilados, de la tercera edad, abandonados a su suerte, sin ligazón con quienes pudieron aprender no poco de ellos, o al menos disfrutar de su tensión vital; y el otro polo, la primera edad, condenada a introducirse en la vida armada para la competencia y la lucha despiadada, y con el centro, los que pueden mantenerse por tiempo limitado y carentes, o al menos condenados a existir con el simple disfrute material de cosas, en lugar de comunión con personas. Hoy exhibimos -también en Mondragón- minas realizaciones actuales tales como centros de educación, de trabajo, de asistencia, y son bastantes los que los visitan y pasan por ellos, para retornar a sus lugares de origen con cierta satisfacción de llevar algo aprendido...; cuando en tales visitas lo que de ordinario se les ha pasado ha sido de observar, contactar y reflexionar sobre lo que es mucho más importante, es más, la clave de todo proceso de transformación no son los “materiales “, sino las ideas que los inspiran y mueven ..., es decir, cuando aquí y en todas partes la clave está en la conciencia de cada sujeto, persona o colectivo ... y por tanto ayer hoy y mañana los procesos de revolución o evolución dependen de estos sujetos ... Que aun cuando actúen individualmente son poderosos, a través de esos resortes de la conciencia que les tensa y les mueve, y lo son mucho más cuando actúan en equipo No nos olvidemos del hombre para la revolución, ni en la revolución, ni en la construcción Es decir, cada centro que se admira en Mondragón ha estilado tener un equipo vinculado, dedicado, comprometido, y los otros materiales siempre acaban llegando cuando se da eso. Estamos hechos a oír hablar de capitales ... de capitales que se evaden y se destinan a otros países La perspectiva y el futuro en lo que se refiere a capitales es de que es un emigrante al que en todas partes se trata de recibir y tratar bien, por lo que debemos saber todos que no basta trabajar y generar excedentes, si los mismos son tales que no son susceptibles de utilizarlos por los que los han generado, ya que tales recursos llevan en su entraña un complejo o concentrado de energías, valores, fecundidades tales que con el trabajo contribuyen a que éste puede ser más llevadero, fecundo, de más rendimiento, con menos esfuerzo humano El cooperativismo que se ocupa del trabajo, de organizarlo, de proyectar el que le sobra para otros, para proyectarlo precisa también de recursos excedentes...

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La proyección integral, individual y comunitaria, protagonizada por el pueblo, por los propios sujetos afectados, se hace viable a través de la cooperación, en marcha hacia una nueva sociedad sin clases, frote mal, dinámica y justa. Es el procedimiento único para que nuestro pueblo no sea manipulado ni instrumentalizado. Realistas y pragmáticos. Extrovertidos, solidarios. Pueblo sin ambiciones políticas. Pueblo de precedentes democráticos más depurados; identificable con las posiciones de los subdesarrollados. Momio a mano, mente con mente, renovados, unidos en el trabajo, por medio del trabajo, con nuestra pequeña tierra crearemos para todos entornos más humanos y mejoraremos esta tierra. En nuestra igualdad injertaremos la aldea y el pueblo; el pueblo y todo lo demás. “Siempre adelante Nadie siervo o señor de nadie; solamente todos para todos, hemos de aceptar en nuestras funciones nuevos comportamientos. Esta será nuestra unión humana y progresista -la que puede levantar el pueblo con la fuerza del pueblo-“ Esto escribía Don José María de su puño y letra en vísperas de su muerte. ¡Todo un testamento!.

La Escuela, la semilla da fruto

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2ª parte

CUATRO COLABORADORES DEL P. ARIZMENDIARRIETA

AUTOR: Juan Leibar

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CUATRO COLABORADORES DEL P. ARIZMENDIARRIETA Había creído que escribir sobre los hombres que más cercanos he tenido en mi vida era fácil, como si la cotidianeidad me facilitara el conocimiento de las cosas tras las huellas de cuanto viví con ellos, creyendo que habían quedado todas marcadas y puestas en ordenada cronología en mi memoria. Pero al acercarme a la tarea veo que el tema es más difícil de lo que pensaba. En primer lugar, me he dado cuenta de que hacer una rápida reseña del ciclo vital de unos amigos entra en ese oficio que sólo lo tienen aquellos que se han dedicado a ejercerlo. No es fácil encadenar las cosas con igual penetración en cada tiempo sin ser recurrente en algunos hechos. Es posible que, a su vez, queden espacios vacíos que a lo mejor se hallaban llenos de vida fértil pero cuyo contenido yo desconocía o había olvidado. Al ser amigos, y al haber luchado juntos para acceder a nuevos grados de bienestar social en solidaridad con otros, era también necesario que me planteara la narración de las cosas desde una perspectiva de amistad, dejando a un lado las asperezas propias del trabajo intenso que hemos desplegado unidos durante más de cuarenta años. Y, también, las tensiones internas personales, que las hubo, pero fueron como parte de esa carga adicional que hay que llevar por la vida como un tributo que brindar a la indispensable erosión, producto inevitable del roce diario. Más aún, cuando tuve que establecer el límite a los colaboradores, me pareció una osadía ceñirlo únicamente a cuatro miembros del círculo de Dn. José María Arizmendiarrieta, porque su obra la desarrollaron muchos más discípulos suyos, y algunos de ellos, que me tienta reseñar y no lo hago, con más méritos que nosotros. Sin embargo, la tarea de reflejar de algún modo las pequeñas peripecias de mis amigos Usatorre, Gorroñogoitia y Larrañaga unida a la mía tenía a su vez la orientación marcada por los responsables de Qtalora. Se trataba de explicar, en paralelo a la pequeña biografía de Dn. José María que encabeza este TEXTO BASICO DE OTALORA, la más pequeña circunstancia que a su vez vivieron aquellos que encabezaron bajo su tutela el desarrollo de la Experiencia Cooperativa, como él mismo calificaba a la evolución y desarrollo del grupo empresarial nacido en 1955 en Mondragón. Así las cosas, y en beneficio de la solidez del relato que me propongo hacer, solicité y obtuve los datos esenciales de cada vida. Son de naturaleza inamovible, sobre los cuales no se puede divagar y por tanto ajenos a las veleidades de la imaginación que yo pueda poner para que sean conocidos.

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La pequeña trama, casi anecdótica, no tiene empero grandes relieves. En general, si soy fiel al recuerdo que me ha quedado con el poso del tiempo, tengo la impresión de que en conjunto este grupo de promotores que forman la sigla ULGOR, y que luego siguen en FAGOR, transcurrieron vitalmente dentro de una monotonía disciplinada, encerrados en una especie de túnel guiado por el trabajo escasamente accidentado. De ahí que mi deseo inicial de aislar cada una de las circunstancias vividas por cada protagonista se me quedara corto, inexpresivo y frío. Volvía a planteárseme la idea de cooperación: aquélla que proclama la voluntad de trabajar en solidario y que, como parte de la acción cautelar de Dn. José María Arizmendiarrieta, forjó unas mentes que neutralizaron los relieves personales para lograr mejores realizaciones colectivas, agrupadas y cooperativas. No podía de todos modos acudir a la investigación de los hechos para describir un texto cargado de citas cronológicas, y tenía que dejar a mi propio archivo y a mi memoria las funciones de registro histórico, luego susceptible de ser corregido, en su materialidad, por mis amigos reflejados en este opúsculo. Las razones para utilizar este método cargado de insuficiencias instrumentales nacen de lo dicho hasta ahora: no se trata de escribir nada biográfico lleno de meticulosidad, sino de exponer, ahora que nos hemos jubilado todos, y unidos a la pequeña biografía de Dn. José María Arizmendiarrieta, los rasgos que caracterizaron su tiempo dedicado al estudio y al trabajo. Y de comprobar si entre aquellas líneas se puede entrever algo que pueda explicar el fenómeno de haber sido la base de la creación de un grupo económico y social, ahora de gran repercusión en nuestro país. A lo mejor resulta que no. Que la circunstancia no tiene, al menos explicada por mí, aquel valor pedagógico que de ella se esperaba, y que la mediocridad de una exposición ha convertido en rescoldo sin brasa algo que necesariamente tuvo algún resorte que fertilizó una idea clara: transformar las estructuras de la empresa individualizada y de capitales en la empresa comunitaria y cooperativa. Para poder ordenar las ideas con cierta uniformidad, y desgranar los recuerdos y los datos de manera lo más equitativa posible, he dividido el texto en cuatro partes. En la PRIMERA trato el período que vivimos más aislados. Va desde nuestro nacimiento hasta nuestra incorporación, a los 14 ó 15 años, a la Unión Cerrajera, a través de su Escuela de Aprendices. Es tiempo de vida elemental cuyo relieve quizás se halle anidando, simplemente, en haber nacido y habernos criado en Mondragón, pueblo cargado de sabor social. La SEGUNDA trata del tiempo vivido en esta empresa, Unión Cerrajera, que transcurre en unos 15-17 años para los cuatro y que la abandonamos todos para crear la primera cooperativa, en menos de un año, desde el primero al último.

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La TERCERA trata la vida en las cooperativas. Es la más larga. Va desde 1955 a 1970 para Luis Usatorre, que fallece, ese año, en el mes de abril, y para los demás desde 1956 hasta ahora mismo; han pasado por tanto más de 36 años, algo más que media vida cronológica y casi toda nuestra tarea humana ligada a un compromiso apasionante. Lo detallo de modo sintético en forma de currículo. Al final he creído necesario hacer una descripción casi registral de los valores humanos y profesionales de cada uno, por dejar constancia final de quién es quién, aun convencido desde el principio de que cada quien ha sido algo en función y en relación con los demás. Y, sobre todo, de esos demás que aquí no se relatan ni se explican porque no me era posible hacerlo ahora, en el agosto vacacional de 1992, único tiempo posible para cumplir en ese año el programa de Otalora, entidad a la que me he propuesto consagrar, como uno de mis últimos servicios, esta modesta colaboración. A lo mejor cuando de verdad me jubile haré un esfuerzo más amplio, más comprometido y con mayores honduras, donde quepan esos otros, mis también buenos amigos que en esta ocasión citaré sólo para encadenar y apoyar mi relato.

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 EL ENCUENTRO Gipuzkoa es un territorio muy accidentado cuyos ríos, breves, corren rápidos hacia el mar. Cuando el viajero se va acercando a Mondragón, desde cualquier punto exterior, si lo hace por Araba o Bizkaia, va recorriendo carreteras cosidas a las Sierras de Arlabán o al macizo de Udalaitz, que circundan pacientemente sus estribaciones y alargan inevitablemente el trayecto. Los forasteros que vienen por primera vez atraídos por sus quehaceres hacia esta villa famosa por sus ferrones, creen que al final no van a encontrar llanura que haga posible el asentamiento de sus importantes fábricas que dan ahora trabajo a millares de obreros metalúrgicos. Pero poco a poco se va descendiendo hacia zonas más llanas, y a unos 220 metros de altura sobre el nivel del mar y a unos 24 kilómetros de distancia, en línea recta, del Cantábrico, se halla la villa cerrajera cuyo origen industrial es muy antiguo. Su Carta Fundacional le fue concedida por el Rey Alfonso X El Sabio el 15 de mayo de 1260, sobre el núcleo de población existente anteriormente bajo la denominación de Arrasate, otorgándosele para sus habitantes los Fueros y Franquicias que ya disfrutaban los de Vitoria. Los espacios más abiertos y amplios los ocupa en Mondragón el caserío urbano que comienza en el pequeño monte de Santa Bárbara. Desciende por Erdiko KaIe y queda más abajo limitado en la confluencia de los ríos Deba y Aramayona, donde éste como afluente pierde su nombre quedando sólo el curso del río Deba. Los terrenos dedicados a la industria quedan inscritos entre los meandros de estos ríos y los montes. No quedan superficies en las que pueda edificarse con facilidad y la profundidad de las parcelas rara vez llega a los 100 metros de longitud, con desniveles del 4 ó 5%, bien por seguir el cauce descendente de los ríos, o bien porque tropiezan con los primeros escarpados de los montes. En estos llanos se han ubicado las carreteras, el ferrocarril -que se inauguró en 1919 y desapareció el 1 de enero de 1967-, las líneas telefónicas y las redes eléctricas, con lo que es cierta la dificultad objetiva de construir instalaciones industriales en pueblos como Mondragón cuya imagen y circunstancias topográficas se repiten en Bergara, Eibar, Elgoibar, Deba y en casi cualesquiera otros pueblos de Guipúzcoa, si se exceptúan las localidades costeras a las que también llegan los ríos, en un último intento y entre montes bajos, a rendir sus aguas cansadas y sin vida al mar.

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Pese a todo, hace sólo 50 años, se formaban recodos algo profundos en los que podían bañarse los jóvenes y aun pescar. Actualmente estos riachuelos rápidos pasan por debajo de las calles de Mondragón haciéndonos ignorar que su conversión en cloacas es un signo más del cambio de una civilización rural a otra posterior marcadamente industrial, por la que hemos tenido que pagar un inestimable tributo de confortabilidad ambiental. Mondragón tiene organizada su trama callejera, según escuché en una ocasión a Julio Caro Baroja, con el mismo perímetro de avellana que tiene Vitoria. La Calle del Medio, o Erdiko Kale, es el eje principal y desciende del cerro de Santa Bárbara, constituyéndose en su tiempo -no ahora, cuyo protagonismo social va cediendo poco a poco- en la sede natural de la vida ciudadana de la villa. Desde la misma puerta de entrada en Gazteluondo sale otro ramal que baja luego paralelo a Erdiko Kale, formando la calle Iturriotz. Entre ambas, y en el centro, donde se produce la anchura más amplia, se creó la parte cívica de la villa. La Parroquia de San Juan Bautista, del siglo XIV, cuyo ábside proyecta su espalda hacia la plaza del pueblo, y enfrente, y en la prolongación de ésta, el magnífico Ayuntamiento, obra del arquitecto Martin Carrera, construido entre 1756 y 1766, forman el conjunto más esbelto de diseño histórico artístico y representativo de la villa. Al otro lado, en simetría con la calle Iturriotz, bajando pro la ladera izquierda de Santa Bárbara, se despliega la calle Ferrerías a partir del arrabal de Gazteluondo e, igualmente, realizando un itinerario ovalado rinde su trazado a la vez que las otras dos –Erdiko Kale e Iturriotz- en el arco de la Virgen del Rosario por el que se abren juntas a extramuros. A su salida se halla el Portalón, que es el zaguán del casco viejo y al que confluyen, además de las tres calles dichas, otras seis más, configurando el espacio de tránsito obligado y el mentidero más conspicuo de la villa. Ya en extramuros, siguiendo desde el Portalón por el arrabal de la Magdalena, y más adelante por el río Deba hacia abajo, se abren las llanuras del barrio de Musakola, cuya población ha crecido considerablemente estos últimos años creando una trama de calles y viviendas de gran densidad urbana. Mondragún, encerrado en sus montes -Udalaitz, Muru, Kurtzetxiki y las estribaciones de Anboto- tiene unida a su tradición industrial una historia social muy característica. De todos modos la empresa Unión Cerrajera ha estado hasta 1970 en el eje de su vida económica y social. Su origen se enraiza en una ferrería que en 1869 decide crear una empresa dedicada a construir productos de cerrajería, abundando en el deseo, seguramente, de incorporar mayor valor añadido a sus fabricados. Con gran sentido de la anticipaciún, la fusión de varias empresas dio origen en 1906 a la Unión Cerrajera de Mondragón (Ucem) que ya tenía en esa fecha 800 trabajadores. Se había financiado con el ahorro de las economías rurales y había creado otra planta productiva en Bergara, a 10 kilómetros de Mondragón.

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En 1924 se crea Elma (Etxebarria, Leibar, Mendizabal y Arcauz) formada por empleados de Ucem. Fabricó aparatos de uso doméstico de empleo manual, pero en 1934 amplía su catálogo para producir accesorios de tubería en hierro maleable, programa de trabajo que hasta entrada la década de 1970 les proporcionó saneadas economías. Ya en 1930 tenía Mondragón 7.700 habitantes, y entre Ucem y Elma daban trabajo a más de 1.250 obreros, que llegaban a 1.600 si se les añaden Roneo, filial de Ucem, consagrada a la producción y venta de sistemas de organización de oficinas; la Industrial Mondragonesa, conocida como “Cucharera”, fabricante de utensilios de mesa -de ahí su apodo industrial-; y Ugarte y Compañía, luego Metalúrgica Cerrajera. La economía de la villa se hallaba ya fuertemente desplazada desde la tradicional vida rural, y la revolución industrial nacida un siglo antes había convertido a Mondragón en un pueblo cuyos dos tercios de población vivían de la industria, de la que allegaban sus recursos vitales. Las vicisitudes de las empresas se asumían con marcado protagonismo y constituían el argumento central de las reuniones formales e informales, en la familia y en el bar, siempre desde una perspectiva tensada por los avatares de la cartera de pedidos que, al disminuir, acentuaba las crisis de trabajo, reducía los días de empleo semanales de seis a tres, y consiguientemente los ingresos de los trabajadores, que afectaba a la penosa cuenta familiar de pura subsistencia. Al margen de cualquier cifra que históricamente se recuerde o haya quedado escrita, el hecho cierto es que con las 35 a 45 pesetas semanales que percibía un peón especialista -la mayoría de los empleos creados- en 1930 y trabajando a destajo, apenas se llegaba al 40% de las necesidades mínimas que el Dr. Amadeo Labajos, médico relevante entre los cuatro que existían en Mondragón, recomendaba al tasar en 100 pesetas semanales para poder vivir modestamente una familia. La precoz y acelerada industrialización de la villa atrajo en estas circunstancias sociales no pocas tensiones. En 1893 se produce la primera protesta que reclama PAZ Y TRABAJO EN LAS CONDICIONES ANTERIORES por haber disminuido el trabajo en un 25% y consiguientemente los ingresos en la misma proporción. En 1915 surge la HUELGA DE LOS PULIDORES, resultado de un reajuste salarial que la empresa introdujo al incorporar determinados avances tecnológicos. Se trataba de eliminar el óxido del fleje de acero por métodos mecánicos y, en compensación a la inversión, la dirección decidió rebajar el jornal de los peones. Se tiene éxito en las reivindicaciones y se vuelve al trabajo confiando que serán atendidas nuevas peticiones. Sin embargo, poco después, a comienzos de 1916, se inicia una nueva huelga de cuatro meses de duración apoyada por dos sindicatos ya organizados. La razón: una modificación lesiva para los trabajadores del horario de trabajo.

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Se suceden manifiestos invitando a la desobediencia a los comunicados de la empresa. Falla la negociación, y el día 3 de enero la empresa Ucem se cierra por orden de su Consejo de Administración. Siguen después unos meses de agitación, en los que intervienen las fuerzas de orden público; los trabajadores comienzan a desplazarse a otros pueblos para trabajar y se generaliza la tensión, mientras el pueblo aglutinado se solidariza con los huelguistas. Se abre la fábrica el 16 de febrero, pero sólo acuden 100 trabajadores que se atemorizan para salir al exterior al término de su jornada. Y llega el 20 de mayo, en el que ya todos los trabajadores han cedido y aceptan, con expectativas sombrías, las exigencias de la dirección. Son despedidos 3 1 trabajadores, y algunos crean su propia empresa paralela y en concurrencia con la Ucem. No sólo los textos, fieles transcriptores de la historia de la villa, sino la propia percepción cercana a los acontecimientos, nos hicieron vivir, en años de infancia aun, un estado latente de lucha de clases como fórmula movilizadora de la conciencia social. Los hechos que sucedían en Mondragón probablemente no eran muy distintos a los que se producían en otras localidades, pero éste fue el escenario que nos tocó vivir y es el que quedó firmemente impreso en nuestra memoria y afectó a nuestro balbuciente e inexperto caudal de emociones. Y es cierto que este pueblo, cruzado por sentimientos religiosos, políticos, culturales y sociales, constituyó un marco dotado de las condiciones necesarias para intentar amalgamar esfuerzos desperdigados en un ensayo de canalizarlos y orientarlos positivamente. Usatorre, Luis, había nacido en la calle Ferrerías, el 19 de agosto de 1923; de allí pasó al caserío Solozar, del que era oriunda su madre, y en 1935 se trasladó de nuevo a la calle Ferrerías n0 15, entonces. Gorroñogoitia, Alfonso, nació en la Avenida de Viteri n0 6, 20, el 25 de octubre de 1924, y pasó pronto a Ferrerías, de donde salió para casarse en mayo de 1953. Larrañaga, Jesús, nació el 19 de noviembre de 1926, en el Arrabal de la Magdalena n0 20, piso 20, en la casa de Okendo en la que residía la casa del Pueblo y pasó después al n0 29 actual donde vivió hasta que se casó en 1956. En cuanto a mí, nacía el 23 de diciembre de 1926 en la calle José María Resusta n0 52, piso 20, para pasar, con menos de un año, a la calle Ferrerías n0 i5, en la misma casa que luego, en 1935, habitaría Luis Usatorre. Con mi familia salí de esta casa el mes de abril de 1935 para vivir en la buhardilla de la calle Garibay n0 2 hasta 1952, y pasar entonces a la calle Viteri n0 14, de donde salí en 1958 al casarme. Las diferencias de edades maximas eran de tres años y cuatro meses. Vivíamos hasta 1941 conociéndonos de la misma forma que todo el mundo tiene noticia de todos los demás en un pueblo de 7.000 habitantes, del que apenas se sale para nada porque la vida transcurre con incidencias apenas perceptibles, afanosa en los temas diarios, siempre iguales, y a los que se dota de color y brillo pese a su trivial circunstancia.

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Esta fue truncada en 1934, cuando se produjo la revolución del 5 de octubre. Los trabajadores desencadenaron lo que se llamó MOVIMIENTO INSURRECCIONAL, dirigido por un Comité Revolucionario compuesto por unos 200 hombres, en su mayoría de la UGT, pertenecientes al Partido Socialista. Se inició en la madrugada y el pueblo quedó paralizado en su vida social y ciudadana

En los bajos de la casa de Okendo se hallaba la Casa del Pueblo y en lo que fue un pequeño frontón “trinquete” fueron apresados varios directivos de la Unión Cerrajera. Lo cierto es que esta revolución no duró más que apenas un día escaso. La infantería llegó desde Burgos hacia las cuatro de la tarde; puso cerco a la Casa del Pueblo, y los revolucionarios y su insurrección quedaron abortados. Pero dejaron un saldo de tres muertos. Un trabajador, Eugenio Edurra, Dn. Dagoberto Resusta, Consejero de la Unión Cerrajera y Diputado Provincial, y Marcelino Oreja, Presidente del Consejo de Unión Cerrajera, Diputado en Cortes y padre del que fuera después Ministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno de Adolfo Suárez. Esta afloración, casi romántica por su imposible éxito, la vivimos todos a su manera. Gorroñogoitia fue a misa. Era primer viernes e intentaba comulgar. Pero se lo desaconsejó un miliciano que custodiaba las calles. Larrañaga vivía entonces sobre la Casa del Pueblo, centro “bunkerizado” y sede oficial de los acontecimientos, y fue testigo de la huída hacia el monte, ya por la tarde, de los milicianos que escapaban del acoso del ejército. A mí se me ocurrió ir a jugar a “canicas” sobre la tarima del suelo, con un amigo, Zarraoa, que vivía enfrente de mi casa. Usatorre, con diez años, vería a distancia, desde el caserío Solozar, la evolución de los acontecimientos. Fue un día, algo gris por la mañana, y más luminoso por la tarde, porque a través de los balcones vimos todos cómo subían aquellos brotes revolucionarios por las faldas de Altamira. Unos pasaron a Francia, otros fueron a la cárcel, y noventa y dos trabajadores quedaron despedidos de la empresa Ucem. Poco faltó, apenas 2 1 meses, para que estallara la guerra civil en 1936. Prácticamente todos habíamos estudiado bajo los mismos auspicios: en las escuelas nacionales. Primero, en la fase preescolar, en la escuela de las Hermanas Mercedarias, o en la “escuela pequeña” de Erdiko Kale. Después Usatorre en la escuela del maestro Portillo, allá en Zarugalde, y luego con el maestro Montiano, en las escuelas fundadas por Viteri. Alfonso paso pronto a la escuela de “Abadetxe”, creada por la Parroquia en el momento en que en el advenimiento de la República, en abril de 193 1, se suprimieron los crucifijos de las escuelas y se dejó de impartir el catecismo. Así es como aprendió, en su base elemental pero fructuosamente, a escribir en euskera. Pasó en 1937 a estudiar con los Hermanos de San Viator y en 1939 a la Escuela de Aprendices.

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Larrañaga, lo mismo que el resto, pasó de las Hermanas Mercedarias a estudiar en la Escuela Nacional con Fulgencio Cavia y después con Martin Calvo hasta 1938, momento en el que hizo un par de cursos en los Hermanos de San Viator antes de ir a la de Aprendices de la Ucem. En cuanto a mí, recuerdo haber pasado por la “escuela pequeña” de Erdiko Kale y después por las Hermanas Mercedarias; luego por varios maestros como Fulgencio Cavia y a partir de 1932 hasta 1941 con Martin Calvo, escuela que dejé el mes de junio para entrar en la Ucem -Escuela de Aprendices- el 3 de setiembre de ese mismo año. En este itinerario vital se cruzó desde 1936 a 1939 la guerra civil, dejando bastante truncada nuestra vida social, educativa y sentimental, recorrida por el cierzo de una contienda que nos cogió a Usatorre con 12 años, y a Larrañaga y a mí con solamente 9 años. Alfonso, siempre en medio, tenía II años. La sublevación de Franco, los “rebeldes”, como lo oímos desde la zona llamada roja, nos cogió a todos sin más criterio que el que tenían nuestros propios padres. A Mondragón le correspondió ser zona de frente de guerra desde que el 26 de setiembre de 1936 entrara el ejército desde Arechavaleta, hacia las cuatro de la tarde. Dos semanas antes había entrado el ejército en San Sebastián. Este frente duró hasta finales del mes de abril de 1937, es decir, ocho meses. A los que quedaron en Mondragón, que fuimos los cuatro, lo mismo que toda la población que no siguió la guerra refugiándose hacia Bilbao y luego Santander, nos hizo convivir estrechamente con sus específicos avatares. Muertos, cuyos féretros había que enterrar y ensalzar; “rancho” preparado en las Escuelas Nacionales de Viteri; balas perdidas y obuses que silbaban sobre nuestras cabezas dirigidas hacia Kurtzetxiki; cambios de mentalidad con rápida enseñanza de himnos patrióticos; fervor religioso-político y temor. Las sensaciones, más que las descripciones históricas, son las que quedan en ese recuerdo invernal de 1936/1937 para unas mentes como las nuestras, aún no preparadas para el raciocinio especulativo. En Mondragón se produjo un hecho insólito en la guerra civil. Efectivamente, fueron presos y ejecutados tres sacerdotes muy queridos por todos, por las fuerzas rebeldes, llamadas nacionales. El Sr. Párroco de la Parroquia de San Juan Bautista, Don José Joaquín Arin, José Markiegi “maixo” de la escuela de “Abadetxe” que atendía también la catequesis, y Leonardo Guridi, que yo recuerde, gran predicador. Fue durante la noche del 24 al 25 de octubre, en la localidad de Oyarzun, antes de que pasara un mes desde la entrada del ejército en Mondragón. Poco relieve tuvieron nuestras vidas en este período, salvo considerarnos víctimas de una guerra que la veíamos pasar llenos de desconcierto, algo ausentes, vacíos de esperanza y llenos de interrogantes sin respuesta. Los gestos se militarizaron, las prácticas religiosas ya no eran patrimonio de la voluntad asumida libremente, sino el marco irrefrenable de una imposición deliberada. Sobre las paredes lucían eslóganes definitivos: “Amamos a España porque no nos gusta “El nacionalismo tuvo como base una imaginación enloquecida, y ha muerto abrazado a la anarquía y al comunismo “. “Jamás ha existido un vasco ilustre que no amaro a España y la sirviera “.

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Las circunstancias tenían que dar salida a tanta tensión, pero sólo el tiempo, deliberadamente lento y extenuante, fue devolviendo la paz a este lugar. Podría añadir algo más a este cuadro que había que dejarlo a Otros empeños para describirlo para intentar adentrarse en su sordidez camita. El padre de Gorroñogoitia se fue con el ejército de Euskadi en el Batallón Amayur de Guernica, de] que fue nombrado capitán. Y una hermana mía murió en la calle mientras jugaba en la acera, en marzo de 1937. por la metralla de un obús cuyo destino era, probablemente, el ferrocarril Vitoria-Mecolalde. No son recuerdos que me atraigan emociones, ni menos que me inspiren tensiones de afecto hacia ese pasado. Tuvo seguramente, y para todos, la virtud no buscada de ponernos los espíritus casi en blanco, carentes de iniciativas por las que transitar, necesitados de hallar algo que emprender para dejar en el olvido tanta lucha y desasosiego de lo que éramos protagonistas anónimos, mientras el tiempo corría incesante en un país sin rumbo y sojuzgado. La muerte de los sacerdotes Arin, Markiegi y Guridi dio paso a Dn. David Esnal como Párroco y a Dn. Roberto Aguirre como Coadjutor. Ambos valiosos sacerdotes. Aquél puntual y riguroso. Éste, gran confesor y mejor consejero. No duraron mucho en Mondragón, para lo que suele ser habitual, pero en su tiempo se creó en la Unión Cerrajera la Escuela de Aprendices y se desarrolló e implantó la Acción Católica. Constituye esta escuela, digna y ejemplar, un testimonio del paternalismo subyacente en toda organización autoritaria. Probablemente no era posible en esa época otra forma de comportamiento. y la caridad cristiana, como modelo de acercamiento a la justicia social, era el único cauce admisible y aceptado en las circunstancias que se habían creado. La justicia se había convertido en dádiva, y el derecho se sustituía mediante el ejercicio de la caridad cristiana, sin que se considerase un patrimonio de todos el producto del trabajo y el acceso de los trabajadores a los bienes de la cultura. Vivíamos, a partir de abril de 193% cuando acabó la guerra civil, en — clima laboral donde ya las huelgas no eran posibles, ni siquiera era bien tolerada la menor exigencia en materia salarial o social. Pero la vinculación a las empresas industriales seguía siendo una condición necesaria para poder vivir. Cualquiera que viera en estas expresiones el menor asomo de resentimiento se equivocada. El esquema político creado no daba para más y el esfuerzo creativo y pródigo desarrollado por Unión Cerrajera constituía un ejemplo vivo espléndidamente ejercido desde las esferas del poder económico que ahora tenían a mano, ademds, el soporte político y, con ambos, el prestigio y la omnisciencia social. Poco a poco fuimos todos adentrándonos al “tajo” remansador y seguro de la Unión

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Cerrajera. Eran épocas de adormecimiento colectivo, situación por otra parte lógica, si se debe expresar de alguna forma el sopor de una guerra de la que aún el espíritu no habla descansado. Luis Usatorre trabajaba, desde los 14 años, fabricando obuses para la guerra civil en ¡a Ucem, que se hallaba militarizada, y Gorroñogoitia dejó a los 14 años el colegio de los Hermanos de San Viator para comenzar a trabajar. Ambos se adscribieron, mediante examen, a la Escuela de Aprendices, donde comenzaron, junto a otros seis alumnos, tres cursos de aprendizaje. Otros, con alguna menor preparación, según debió demostrar la primera selección que se hizo, tuvieron que realizar los cuatro años prescritos en el programa académico que se desarrolló con carácter fijo para los siguientes cursos. Fue el 5 de octubre de 1939, en conmemoración del quinto aniversario de la revolución ya recordada precedentemente, cuando se inauguró con solemnidad la Escuela de Aprendices, con autoridades y comida para los 23 alumnos seleccionados. Larrañaga padeció la selección con aprovechamiento a fines de agosto de 1940 y comenzó las clases en la misma Escuela de Aprendices en el mes de setiembre; y, finalmente, a mí me correspondió examinarme en agosto de 1941, para comenzar los cursos el 3 de setiembre del mismo año, como ya he dicho. Han pasado, desde entonces, para todos, más de 50 años y podemos decir que aquí en esta Escuela de dichoso y oportuno alumbramiento se crearon las condiciones para que se verificara el encuentro entre los que después estuvieron más cerca de Dn. José María Arizmendiarrieta a la hora de crear y desarrollar la Experiencia Cooperativa de Mondragón. La presidencia de la Ucem tenía predilección por esta Escuela y todos los años el Consejo de Administración, o al menos su Presidente, Dn. Ricardo Oreja, hermano del que fuera asesinado el 5 de octubre de 1934, y que a su vez llegó a ser Subsecretario de Justicia, acudía al acto de clausura del curso, que solía celebrarse a finales del mes de julio. En el discurso inaugural de 1939 dijo, en clave eminentemente conminatoria pero ajustada a la sensibilidad de la época, entre otras cosas, lo siguiente: “El obrero como el médico, como el abogado, es obrero durante algunas horas del día, pero es hombre todo el día y toda ¡ci vida ... Es preciso educar íntegramente al obrero si queremos evitar ¡cm repetición de la catástrofe que hemos padecido En 1941 ya estamos los cuatro -Usatorre, Gorroñogoitia, Larrañaga y yo- en la Escuela de Aprendices, es decir, en la Unión Cerrajera. El Obispado había decidido sustituir a Dn. David, Párroco y a Dn. Roberto, Coadjutor, por Dn. José Luis Iñarra, de Oyarzun, para Párroco y por Dn. José María Arizmendiarrieta, para Coadjutor. El Padre Arizmendi se incorporó a Mondragón el día 2 de febrero de 1941. Las noticias que teníamos sobre él, al menos yo, eran nulas; nada sabíamos de este sacerdote que llegó con sólo 25 años y cumplía 26 el 22 de abril.

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Los recuerdos de los primeros contactos los rememoro con afectuosa y fácil relación en una sintonía buscada por ambos, que se repetía con la misma prudencia, celo y reiterada convicción con cualquier otro joven cuya cercanía lo propiciase. Las clases de la Escuela de Aprendices eran ricas en contenidos técnicos y el taller, la tecnología, la mecánica, las matemáticas y el dibujo lineal constituían el 90% del valor académico, y de éste la asignatura de taller valía el 50% con dedicación específica de cuatro horas diarias. Había dos asignaturas que no se evaluaban académicamente: la formación física, que se remitía a jugar al fútbol la última hora de la tarde del sábado, en el campo de fútbol de Maala, y las clases de formación social. Estas, poco a poco, las asumió Dn. José María Arizmendiarrieta. Eran unas tardes de sábado soporíferas -se trabajaba seis días a la semana y sólo eran diez días en agosto los dedicados a vacación- aquellas que nos tocó vivir para atender, poco convencidos, el discurso monocorde y de defectuosa sintaxis de Dn. José María. Ponía pocas citas y ejemplos en los que poder encontrar un rellano para descansar las ideas de un temario sin texto, lleno de novedades sobre justicia conmutativa y justicia distributiva. Tesis de la Universidad de Lovaina y encíclicas de León XIII y Pío X. ¡Qué difícil fue romper la distancia entre unos jóvenes que apenas habíamos salido de jugar a ~~canicas~~, a “diez veintes”, al “pote-pote”, al fútbol y a la pelota en cualquier pared que se terciara y que aún seguían leyendo escasos libros de Emilio Salgan o de “Lejanas Tierras” como parte de nuestra cultura, tosca y rural, para comenzar a interesarnos por estas materias!. En un pueblo con 8.650 habitantes en 1940 nosotros no éramos más que el producto natural de una sociedad en la que las economías domésticas apenas cubrían las necesidades primarias y donde el acceso a la universidad o a las escuelas técnicas era un sueño inalcanzable. Aunque accediendo a una sociedad industrial de corte más moderno, aún se proyectaba sobre la población el efecto estimulante de las zonas rurales en las que el caserío y su hacienda, con su poder generador de rentas, engrosaba la capacidad de consumo, con el efecto acumulado de una economía mixta al borde de ir perdiendo poco a poco su primitivo valor agrario como base de la riqueza del país. En 1941, en la Escuela de Aprendices de la Ucem, se produjo el encuentro de Usatorre, Gorroñogoitia, Larrañaga y Ormaechea, a la vez que con otros amigos igualmente convencidos por Dn. José María Anizmendiarrieta, con los que cruzamos muchos tiempos de estrecheces, de estímulo y, sobre todo, de trabajo. Habíamos entrado los cuatro por caminos distintos en la medida que vivir en un pueblo pequeño, y en una sociedad con tan pocos horizontes, puede distanciar las anécdotas personales. Pero seguramente, vistas a distancia nuestras vidas, no se separaron jamás en ese pequeño mundo, cada uno hecho a su medida, con muy pocos materiales propios que les pudieran dar singularidad.

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Quizás la ambición de ser, de hacer algo, podía estar presente en esa conciencia ignota que cada uno tiene oculta, cuyo descubrimiento lo intentamos poco a poco entre todos, dándole un empuje vigoroso precisamente el atractivo que nos unió al aura de Dn. José María Anizmendiarnieta

 LA DECISIÓN Cuando entre 1939 y 1940 comenzamos a estudiar y trabajar en la Ucem nada hacía prever que un día, quince años más tarde, íbamos a crear empresa alguna. La vida transcurría, en un marco de trazos uniformes, con bien pocos altibajos. La escasez de recursos económicos, la guerra mundial desatada en 1939, el modelo social salido de la contienda civil, la exaltación de los valores religiosos de los que todos éramos dóciles y convencidos practicantes e inscritos en la incipiente organización de la Acción Católica, la educación familiar, marcada por la austeridad, el culto a la competitividad en los estudios, alentada por una disciplina hermética orientada a crear técnicos a la medida del ordenamiento de clases previamente establecido. La convicción de que éste era el camino inevitable del éxito, fue conformando nuestro carácter y nuestra personalidad mientras evolucionaba una sociedad mermada, en su libertad, con bien pocos horizontes, donde los aprendices de la Unión Cerrajera constituíamos, pese a todo, una venturosa y espléndida excepción. “Sois la niña de mis ojos” nos dijo una vez a todos los aprendices el Director de la Unión Cerrajera, Dn. Camilo Basterrechea. La actividad comenzó a cambiar y el atuendo, el buzo, fue un distintivo que acumuló sobre nosotros, durante quince años, cierto oropel proletario. Los ámbitos en los que nos desenvolvíamos, como escenarios perfectamente delimitados eran los del estudio y el trabajo; la vida en la Acción Católica, para comenzar a entender propuestas de alcances más amplios en la vida social; y la familia, seguramente el escenario peor cuidado, porque el tiempo quedaba ambiciosamente usurpado por las otras dos actividades. Además, Gorroñogoitia participaba con los sonidos de su clarinete en el quiosco de la plaza como componente de la banda municipal de música y, Usatorre, formaba parte del coro parroquial. Usatorre tuvo dos hermanos: Federico, ya fallecido, y Salomé, modista. Alfonso es el mayor de los cinco hermanos, uno de los cuales, Julio, siguió siempre muy cerca de nosotros todas estas vicisitudes y luego, como profesor de la Eskola Politeknikoa, consagró su vida a la enseñanza hasta su jubilación, por cumplir 65 años, en mayo de 1991. Larrañaga tiene una única hermana: Basilisa.

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Yo tengo aún 5 hermanos. Mi hermana mayor, Merche, trabajaba montando candados en la Unión Cerrajera, mientras yo estudiaba en la Escuela de Aprendices. Los padres de Luis Usatorre, Vicente y Vicenta, murieron relativamente jóvenes. Su padre era ajustador preparador de troqueles para estampación en la sección de bisagras de la Ucem. Cazador y pescador le recuerdo con rasgos comunes a Luis. El padre de Alfonso aportaba a esta ecléctica relación cierta singularidad. Como capitán del batallón de gudaris Amayur -posteriormente comandante del San Andrés- tuvo que atravesar las vicisitudes propias de un ejército derrotado, incluyendo su reclusión en Francia. Cuando volvió el año 1955, dieciséis años después de acabada la guerra civil, no fue admitido en la Ucem, de la que había sido ajustador. Era una norma impuesta por el Consejo de Administración sobre quienes lucharon enfrente en la “zona roja”, que la Dirección no podía transgredir. Su madre Prudencia tuvo que trabajar, para sustentar la familia, en la Ucem, porque con sus hijos se quedó en Mondragón, sin evacuar al paso del frente de guerra. Lo mismo que mi madre, también era modista, oficio que cambió para asegurarse probablemente unos ingresos mejor garantizados. A Jesús Larrañaga se le murió pronto su padre. Había trabajado como fundidor en la fundición de la Unión Cerrajera, departamento al que yo llegué en 1946, pero ya no lo encontré. A su madre, costurera, le recuerdo con el mismo gesto dinámico y ágil que a Jesús. En mi paso por la calle Garibay, en una casa abuhardillada como ya he dicho, ya no trabajaba mi madre, como lo hacía recién casada como modista. El jornal, decididamente escaso, de mi padre -que trabajó 55 años como peón especialista en una prensa mecánicanos propició a todos los hermanos una vida marcada por la escasez, la obligada austeridad y por los inciertos cauces sobre los que proyectar nuestro futuro. Cuando murieron mis padres, a los 72 y 73 años, prácticamente todos los hermanos nos habíamos emancipado desde la última vivienda, alquilada a la Ucem, en la calle Viteri n0 14. En la Escuela de Aprendices las enseñanzas que nos impartieron fueron muy bien aprovechadas. Usatorre, con dieciséis años, y Alfonso, con quince, eran, en su curso, los alumnos sobresalientes. Aquel siempre tuvo una gran pericia en entender y realizar los problemas y los artificios mecánicos. Gorroñogoitia, siendo un consumado ajustador alguna vez me sorprendió la perfección de uno de los trabajos más difíciles del programa de taller, la estrella de cinco puntas ensamblada en tres planos atravesados por un prisma pentagonal- brillaba más en los estudios teóricos, que los preparaba bien y los exponía mejor. Cuando ambos, en 1942, concluyeron los tres cursos, con 19 años Usatorre y con 18 Gorroñogoitia, se colocaron, aquél en la sección de troquelaje, de la que acabó siendo jefe de taller, y Alfonso en la sección de electricidad, de la que también acabó siendo jefe de taller.

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En algún momento, en la Ucem se pensó, o se barajó la idea, de que de cada curso, al alumno más brillante o más aplicado, se le iban a facilitar las cosas para continuar su carrera profesional. Rara vez se especificó qué, aunque uno de nuestros mejores amigos, Ramón Escudero, también cooperativista, del curso de Larrañaga, fue propuesto para optar a esa posibilidad. Como la propuesta culminó sin éxito y le produjo una fuerte conmoción personal -en el año 1945- estas hipótesis, límite que no traspasaron, quedaron definitivamente desechadas. Gorroñogoitia sin embargo trabajó, enviado por la Ucem, en la General Eléctrica de Galindo en Bilbao durante los meses de octubre a diciembre de 1944 estudiando motores, transformadores y máquinas eléctricas en general, lo que en nuestra escasa percepción nos hizo creer a todos que esta era una especie de graduación hacia la excelencia desde su cualificación de aprendiz a la de “ingeniero práctico” en electricidad. Larrañaga participó del curso de la cuarta promoción que fue brillante en general y la que mejor aprovechamiento tuvo. El fin de curso, que se cerraba con un examen de reválida, midió a los doce alumnos por el mismo rasero bajo la excelente pero poco discriminatoria nota de notable. Con él estaban Ramón Escudero y Julio Gorroñogoitia que, sobre el papel, mes tras mes, habían competido -esa es la palabra ajustada al clima escolar creado- para ostentar el primer puesto. A mí me tocó estudiar en la quinta promoción, donde no fue difícil destacar otorgándoseme por esta y otras razones -entre otras por haber sido durante muchos años, desde los catorce, un bibliotecario aplicado- varios premios de fin de curso, y la calificación de sobresaliente en reválida en un plantel en el que, sobre doce alumnos que iniciamos los cursos en 1941 sólo los concluimos tres el 23 de julio de 1945. Nuestros preceptores fueron, en la Escuela de Aprendices, los Hermanos Juan Zubizarreta, director efectivo del centro -porque director nominal era Dn. Ignacio Chacóne Inocencio Lafuente. Ambos colaboraron con el P. Arizmendiarrieta eficazmente y fueron para nosotros profesores ejemplares: el H0 Juan por su capacidad de trabajo y disciplina y el H0 Inocencio por su paciente humanidad. Hasta los 14 ó 16 años, en el mismo pueblo y a poca distancia y hasta en la misma calle Ferrerías, Usatorre, Gorroñogoitia y yo, había transcurrido nuestra vida, con sus pequeñas peripecias humanas que algo se distinguían unas de otras, pero que serían las mismas para un observador externo. Pero ya en la Ucem esa dispersión fue menos perceptible. Vivíamos en las mismas aulas, teníamos a los mismos profesores -ejemplares y de una gran dedicacióncompartíamos los mismos talleres, jornales, horarios y aficiones y, además, a través del atractivo humano de Dn. José María Arizmendiarrieta, comenzamos a desarrollar una vida en común dedicada a realizaciones concretas en el seno de la Acción Católica.

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No se conformaba con los Círculos de Estudio semanales, ni con las apasionantes enseñanzas de la lectura: Hay que saber aprender en los libros y en la vida” nos decía Arizmendiarrjeta. Por aquella época se desataron, gracias a su capacidad tractora (“Cuando el Padre Arizmendi anda parece que se mueven las palancas (le una locomotora “ dijo de él un Director General de Formación Profesional) unas acciones elementales encaminadas a hacer lo que nuestra capacidad de gestión sin relieve era capaz de aprehender. Comenzaron a representarse las obras de teatro en base a textos de Muñoz Seca, corregidos para ser representados por elencos sólo masculinos, por adaptadores influidos por el oscurantismo normalizado de la época. “Médico a Palos”; “Timidito y Francón hace falta un profesor”; “Hambre atrasada”; “Reyes y pastores”; “La sombra de Mariam”; “Pastor y Borrego”, fueron algunos de los títulos puestos en escena. Gorroñogoitia se lució en “Médico a Palos”; y en “Timidito y Francón” fue Timidito, y Usatorre Francón, ambos profesores míos en el que yo, muy mal -Larrañaga me desaconsejó en una ocasión para que no siguiera esta carrera artística- hice de Tolin, hijo de un padre deseoso de hallar un profesor adecuado para mí. pero que debía elegir entre Timidito y Francón. La preparación de las veladas, mediante el ensayo sobre el libreto, el montaje de los escenarios, el diseño de los decorados, su iluminación, el movimiento de las bambalinas, la proyección luminosa de las candilejas, el telón y el telonero, la colocación de las sillas, la calefacción de los lugares elegidos como salones del espectáculo, su limpieza, la financiación, el cobro de billetes; en suma, nos convertimos por el impulso sin desmayo de Arizmendiarrieta en imberbes empresarios de espectáculo. Todo ello con otros hombres como Rafael Arnozarrain, primer Presidente de Acción Católica en Mondragón, con cinco años de edad superior a Larrañaga y a mí. Fue después Presidente y Gerente de Arrasate, S. Coop., Director Financiero del Grupo Fagor y, al comienzo, Secretario del Consejo Rector de Caja Laboral Popular. Interpretaba papeles serios, en general, como ha evidenciado siempre a través de sus rasgos caracteriológicos. Y otros, como Javier Aranzabal, cuñado de Usatorre y condiscípulo riguroso de éste y de Gorroñogoitia, que comenzó y culminó conmigo la carrera de Perito Industrial Químico en Zaragoza. O, Pedro Barrutiabengoa, haciendo, en una interpretación inolvidable, el papel del Sr. Arenal en los Cuatro Robinsones y Pastor y Borrego, también luego Gerente de Arrasate, 5. Coop., etc. etc.. Particular importancia tuvo la redacción de la revista ALELUYA que creó Arizmendiarrieta para mantener contacto permanente con la juventud que se hallaba cumpliendo la “mili”.

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Escribía él la editorial: “La vida es como un perfume o un aroma, que una vez que se disipa no se puede volver a recuperar ¿No voy a fijarme cómo la invierto?” decía en octubre de 1943. En esta revista Gorroñogoitia escribía con el seudónimo de AMAGO. En ella se relataban las aventuras jocosas de los propios soldados, de lo que ocurría en Mondragón: “Pregones de Torres”, “Desde el Portalón”. Pero siempre se transmitía el mensaje algo candoroso y explícito de piedad religiosa como correspondía a la época; tema este que Gorroñogoitia cultivaba desde su condición de vocal de piedad en la directiva de la Acción Católica. Gorroñogoitia aparece reflejado en el espacio “Cartas del soldado”. “Nos tenía preocupados, nuestro popular”Alpontxo “, después de un “murgil” (hundimiento cii el agua) ha aparecido en Burgos. ¡Este si que es el Guadiana personificado!. Quién iba a pensar un día que sus ojos aparecieran en la ciudad castellana ... Nos hemos enterado que su madre ha recibido una fotografía suya equipado con gorro de aviación”. Usatorre, que hizo la “mili” en Donostia, nos decía en una ocasión que su capitán le encomendé que rectificara el sonido de unas trompetas elevándolo para que se ajustaran a la nota musical do. Tenía como herramientas para hacer el arreglo un martillo y una lima de catorce pulgadas. Y cuando acabó de referir lo sucedido le pregunté silo había logrado y me dijo seriamente que sí. Nunca supe cómo lo hizo, pero los chistes suyos eran pocos, oportunos y dichos con ¡a mayor seriedad, hasta que concluía riéndose estrepitosamente. Larrañaga no fue a la “mili” porque se amparé en la viudedad de su madre, y yo tampoco porque mi miopía me clasificó como auxiliar y en un momento dado, después de un par de prórrogas para estudio, se promulgó un decreto que transitoriamente permitió, a los que se hallaran en esta situación, que quedaran exentos de acudir al cuartel. El marco político severo por la falta de libertad de expresión hizo que ALELUYA desapareciera y que luego fuese sustituida por la cabecera de EQUIS y finalmente por ECOS. Esta última cabecera era mural, y la colocamos en las paredes interiores del Centro de Acción Católica. Pero hacía mención a la patética situación de la vivienda acusando implícitamente a las autoridades, por lo que la guardia civil allá por 1945 la arrancó del tablero y se acabó. Bajo este mismo impulso se trabajaba en todas las celebraciones del OLENTZERO en Navidad, personaje mítico vasco, que habitualmente trabajaba en el monte en rudas labores y que se acercaba a la población durante el solsticio de invierno anunciando el Nuevo Año; en BIZAR-ZUR1. cartero que recogía las cartas que los niños dirigían a los Reyes Magos; la carroza llevando el BELÉN navideño; las celebraciones de Noche Vieja que, ordinariamente, de la mano de José M~ Beitia, también aprendiz de la Ucem, desplegaba representaciones de las cuatro estaciones del año y. finalmente, la CABALGATA DE REYES en la que nos volcábamos para darle solemnidad, realismo e importancia, con trompetas, tambores, y todo el cortejo de los tres Reyes de Oriente trayendo cada uno sus obsequios: oro, incienso y mirra.

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Apenas teníamos aún quince a dieciséis años y era un modo de superar la atonía dejada por la guerra civil y el hambre subsiguiente, que hizo de Mondragón, como de cualquier otra localidad industrial, zona de extremada penuria alimenticia. Desde las colas, a partir de las cinco de la mañana, para adquirir un kilo de carne, hasta el pan hecho de harina de soja y maíz, y algo más como aglutinante, entre 1941 y 1945 todo estuvo racionado y escaso. Pero es posible que este tránsito fuese la base de un cultivo con la raigambre necesaria para aspirar al cambio social. Huelgan las anécdotas para reflejar una situación que por sí misma haría, ahora, las delicias de cualquier contertulio. Y, sin embargo, es en esa trabazón en la que se urde el trabajo, la necesidad, ciertos ideales cristiano sociales donde van cimentándose las bases de una nueva formulación práctica de ¡as inquietudes que en el Grupo iba despertando el Padre Arizmendiarrieta. Así pensaba en ¡945, y nos transmitía ese mensaje en aquellos más de 1 .000 círculos de estudio en los que nos hizo participar: “Lo mismo que se ha hecho una mística del apostolado obrero, hay que hacerlo del apostolado patronal y hay que reconocer la grandeza de una vocación patronal . “Si todos los mortales somos propensos a la soberbia, a la avaricia y a la lujuria, el patrono es el hombre que normalmente se encuentra envuelto en tentaciones mas fuertes y constantes. Si un simple mortal, por instinto de conservación, propende a acaparar más de lo que necesita, ¿ qué diremos del hombre de negocios, de cuya suerte depende el porvenir de tantos que trabajan para él? “, Y en otro momento “el trabajo es la providencia para la satisfacción progresiva de las aspiraciones humanas y testimonio de colaboración con los demás miembros de la comunidad para la promoción del bien común Siempre oteando nuevos cambios, ya en 1946 comenzó a creer que no era suficiente la formación de oficialía con la que habíamos terminado los cursos de aprendizaje. Había que dar nuevos pasos. Es cuando decide emprender la tarea de organizar cuanto fuese necesario para que accediéramos al peritaje industrial, nivel académico al que se podía llegar sin haber estudiado los cursos de bachillerato, necesario para otras carreras, y que ninguno de nosotros poseía. Era este un cauce sólo reservado a las clases más adineradas o refinadas, y eran pocos en Mondragón los que en 1946 accedían a ese nivel de opciones. Prueba en Bilbao, ante la Escuela de Peritos Industriales. Necesitaba que nos concediesen la oportuna dispensa de escolaridad mediante la cual poder simultanear el trabajo en la Ucem y los estudios reglados de peritaje. Sus instancias no fueron satisfechas. Acude entonces a la Escuela de Peritos de Zaragoza, donde Dn. Joaquín Bardavio, representante de Roneo, filial de Ucem, se hace mensajero de sus deseos estimulado por Dn. Antonio Balerdi, Director Administrativo de esa empresa.

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El Director de la Escuela de Peritos de la capital maña, Dn. José Sinues y Urbiola, que simultaneaba la Presidencia de la Caja de Ahorros de Zaragoza, la Presidencia de la Confederación Española de Cajas de Ahorro y otro sinnúmero de instituciones y entidades, accedió cuando se le explicó la situación, concediéndonos a doce jóvenes autoelegidos de entre el alumnado de los cursos de la Escuela de Aprendices, la preceptiva dispensa de escolaridad. En esos doce alumnos nos hallábamos los cinco iniciales fundadores que componen la sigla ULGOR. Además, se hallaban otros condiscípulos como julio Gorroñogoitia, Félix González, Director Técnico y fundador en 1956 de la cooperativa Arrasate, Angel Aguirre, que fue Técnico de Ulgor, y Ramón Escudero, socio de Arrasate, aunque no trabajó en la cooperativa, además de José Antonio Acha, Felipe Elustondo y Javier Aranzábal. Comenzamos el curso preparatorio de ingreso en 1946. Las pruebas las superamos con gran facilidad y dimos paso a dos años en los que estudiamos asignaturas comunes para comenzar en el curso 48-49 en las respectivas especialidades. Aquí nos dividimos para elegir nuestra respectiva rama. Usatorre, Larrañaga y Ortubay eligen la especialidad de Mecánica. Gorroñogoitia se quedó sólo en la rama de Electricidad, y Javier Aranzabal y yo nos dedicamos a la de Química, porque era la más próxima a la tecnología de la metalurgia y la fundición. Fueron años muy duros para todos. Hubo que duplicar el esfuerzo. El trabajo, de lunes a sábado en la Ucem, ocupando cargos de responsabilidad nos obligaba a dedicar no menos de 55 horas semanales a la empresa, que se portó magníficamente llegándonos a pagar los quince días aproximadamente que cada año, allá por el mes de junio, dedicábamos en Zaragoza a defender nuestro examen. Pero además había que dedicar al estudio entre 20 ó 30 horas semanales, parte de ellas impartidas ya en la Escuela Profesional que Arizmendiarrieta había creado en 1943. Y, complementariamente, era preciso seguir acudiendo al Centro de Acción Católica para atender las responsabilidades propias de los cargos que íbamos asumiendo. Todos acabamos los cursos en el plazo de cinco años, y en 1952 iniciamos el proyecto de fin de carrera que nos dio acceso al título de Perito Industrial. Merece ser destacado en ese período de estudios la enfermedad de Larrañaga, que durante tres años le impidió ir con el grupo a examinarse en junio, considerando que le faltó el soporte del resto de amigos que siempre contribuía a crear un estímulo moral y un apoyo objetivo. Pese a todo superó los cursos en setiembre con la misma eficiencia en los resultados que los que lo hacíamos los demás en junio. Una vez acabada la carrera se había dado un paso trascendental en nuestra formación que nos facilitó, además del acceso a nuevas técnicas específicas, la capacidad de asimilación de otros rasgos de la empresa sobre la base de habemos familiarizado en mayor profundidad en disciplinas abstractas cuyo empleo flexible siempre resultó necesario e indispensable en nuestros lances empresariales posteriores.

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Ya Usatorre se casó el día 6 de abril de 1953 con Pureza Aranzabal. Ambos habían sido Presidentes de Acción Católica en las respectivas ramas y, después, también ambos, denodados cooperativista Gorroñogoitia se casó a su vez con Pirita Iturbe, el 23 de mayo de 1953. Era entonces Presidente de Acción Católica. Antes de casarse y ante la trascendencia del acto se recogió durante una semana en unos Ejercicios Espirituales. Pletórico de espiritualidad, como siempre lo ha estado, pero quizás en aquellos momentos, tal como yo lo vi, más efusivo, me pidióqueyomismoaceptasetrassuceselaPresidenciadeAcciónCatólicaqueélibaa dejar Lo acepté y el cargo lo mantuve hasta que me casé el 27 de diciembre de 1958 con Maite Ceciaga. Larrañaga se casó antes, el 20 de octubre de 1956, con Mª Carmen Galdós. Lo hizo en “tiempos de cólera” bajo el peso de la incertidumbre de si era posible o no efectuar la traída a Ulgor de las instalaciones para fabricar placas de selenio que habíamos adquirido en Alemania. El fracaso en esta peripecia empresarial hubiese constituido un quiebro absoluto en la todavía incipiente cooperativa que, aún con éxito, se hallaba en sus cimientos. Antes de llegar a la Presidencia de Acción Católica, Gorroñogoitia y yo habíamos sido nombrados, por Arizmendiarrieta como Consiliario, para los cargos de Vocales de Piedad y Acción, respectivamente. Era un atisbo remoto de los campos que íbamos a ocupar ambos un poco más adelante, ya en las cooperativas. Como puede verse, los estudios de Zaragoza y la Acción Católica formaron parte decisiva en nuestras vidas. Probablemente el salto cualitativo experimentado al estudiar peritaje nos situó a gran distancia de cuanto habíamos asimilado en la Escuela de Aprendices, y la Acción Católica, de la mano de Arizmendiarrieta, nos fue alumbrando hacia nuestras responsabilidades sociales en la vida real, en el compromiso temporal, según la terminología al uso. De todos modos la creación de unas nuevas empresas no era en 1952 una idea que se barajase aún con grados o propuestas verosímiles. De momento trabajábamos en la Unión Cerrajera y desde ella habíamos podido llevar a cabo esta espléndida vida social enriqueciéndonos progresivamente, porque esta empresa puso con generosidad en nuestras manos el vasto mundo de la técnica que ella disponía. Ha quedado descrito cómo Usatorre accedió a la jefatura de Talleres de la Sección de Troquelaje y que Gorroñogoitia asumió el mismo rango en la Sección de Electricidad. Larrañaga se movió más. Se dedicó a proyectos técnicos de troquelaje al terminar los cursos de la Escuela de Aprendices, e hizo después un tiempo de profesor de la Escuela de Aprendices, cargo que ostentó hasta 1953. Los años 1954 y 1955 dirigió, en Oviedo, la empresa Manufacturas Vetusta S..Ltda., de donde me escribía el 10 de agosto “... estoy bien [en la empresa]; me acomodaré perfectamente y [creo] que es conveniente darse un garbeo por la vida. Espero conocer a mucha gente que pudiera tener relación con nuestro objetivo • BIRMANIA NUCLEO

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NEGRO •~‘. Esta divisa es una referencia sobre algo que se comenzó a mover ya entonces. A mí me tocó estudiar la reforma técnica de la fabricación de la cerradura “Ya1e”, pero en 1946, con 19 años, me trasladan a la Fundición, que contaba con la Mecanización. Vine a sustituir al Contramaestre que ya tenía más de 60 años, con una gran experiencia, pero que la dirección de la empresa, precisamente por la edad, se veía obligada a cambiar cuando cumpliera 65 años. Accedí a Jefe de Taller. Éramos por tanto Usatorre, Gorroñogoitia y yo tres Jefes de Taller entre los siete que tenía entonces la Unión Cerrajera de Mondragón para una plantilla de unos 1 .300 trabajadores. Pero lo sorprendente de esa situación, o lo contradictorio, residía en que siendo unos privilegiados bajo la consideración al uso, mostramos frente a la dirección una actitud discrepante en materias de alcance social. Era muy difícil comprender la sutileza del comportamiento social desarrollado en el seno de estas empresas. Se hallaban amparadas políticamente por un Estado protector convertido tantos años en una dictadura férrea; industrialmente se gozaba de un mercado siempre insatisfecho en una coyuntura de demanda con las fronteras impermeables a la oferta y competencia internacional. Se vivía en un marasmo artificiosamente creado que en poco tiempo estaba abocado a quebrar. Es preciso volver a recordar que los directivos de esta empresa habían sido formados cristianamente y traducían a medidas concretas su acción temporal. La Escuela de Aprendices, el Economato -donde los obreros se surtían de alimentos con precios más bajos que los del mercado-, las viviendas para trabajadores con rentas bajas, los comedores para obreros, el Dispensario Antituberculoso, que se hizo necesario en 1942 para tratar la tuberculosis, enfermedad que hizo presa por el hambre que se padeció, las facilidades para que todo el personal acudiera a tandas de Ejercicios Espirituales en las casas de Loyola, Bilbao. Vitoria, San Sebastián y Aránzazu en una exaltación increíble de fervor religioso, la Hetruc, Hermandad de Trabajadores de la Unión Cerrajera, que complementaba la acción protectora de la Seguridad Social en base a unas aportaciones cuyo 50% realizaba la empresa y la otra mitad los trabajadores, y la Caja de Auxilios, cuyo propósito era garantizar a todos los obreros un mínimo de ingreso diario por cada miembro familiar. (A mí me tocó en 1950 poner en pie este Auxilio por encargo del Director de Talleres Dn. Ignacio Chacón, y el mínimo ingreso por cada miembro de la familia se situó en 8 pesetas diarias y luego se elevó a 9 pesetas; esto representó que la empresa tenía que cubrir mensualmente los insuficientes ingresos a manera de auxilio). Eran éstos, si bien los más importantes, no todos los mecanismos que se pusieron en práctica, porque en 1955 se instituyó la “donación de canastillas” para los recién nacidos hijos de los trabajadores, y poco antes la Orquesta Nacional de Cámara, dirigida por Ataúlfo Argenta, nos ofreció dos espléndidos conciertos bajo los auspicios de la Dirección de la Empresa en la búsqueda de la promoción cultural del pueblo.

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Pero el Padre Arizmendi quería superar el concepto de donación graciosa, hecha desde la conciencia de dueño absoluto, desprendido y generoso de la empresa, por otro basado en la racionalidad social: que la justicia primara sobre la caridad. Eran necesarias estas iniciativas caritativas y de apoyo social. Se hacían al traducir las exigencias evangélicas que practicaban en realidades palpables que evidentemente los trabajadores todos agradecíamos porque eran avances claros sobre lo que ocurría en el escenario empresarial del exterior, sin duda menos complaciente y más avaro El Padre Arizmendiarrieta también comprendía esta singular y aplicada dedicación y no se recataba nunca en reconocerlo. Y, sin embargo, proponía a la Dirección de la Ucem que avanzara hacia una conformación distinta del modelo de relación creado. Que se abandonase en aras de la justicia el carácter paternal con que se revestían iniciativas producto de los beneficios a los que también eran, por derecho, acreedores los trabajadores. En la idea de que “hay que cambiar las estructuras” cuajó el emblema que sintetizaba la descripción de la confrontación ideológica. Progresivamente se fue avanzando desde aquellas modestas obras de teatro, los conmovedores fastos de las ilusionantes cabalgatas de Reyes, la construcción del nuevo campo de fútbol, entre otras actividades en las que primó la constitución de Juventud Deportiva Mondragón de la mano de José Ayala, hombre recio y austero que luego, desde su fundación hasta prácticamente su muerte fue Director de Lagun Aro, y la Escuela Profesional, más adelante Politécnica. Ya nos había comenzado a brotar la picazón de los problemas de la empresa, que en locución de la Iglesia se concretaba en la “cuestión social”. Se desencadenó con unos primeros escarceos e intervenciones en las Juntas Generales de Hetruc, para solicitar la colaboración con la Hermandad de San Juan Bautista -creada en paralelo para el resto de empresas de Mondragón-, y agrupar y fortalecer servicios y otras cuestiones de poco relieve aparente. Arizmendiarrieta, a través del grupo de jóvenes en torno a la Acción Católica y ya más adelante apoyado, en gran parte, en un núcleo en el que nos hallábamos los principales fundadores de las cooperativas de Mondragón, comenzó a trabajar en temas de mayor hondura moviéndonos a nosotros a participar activamente. Hacia mediados de 1948 la Unión Cerrajera, que tenía en Hetruc unos 2.500 asociados entre las fábricas de Mondragón y Bergara, de los que más de la mitad trabajaban en Mondragón, decidió cortar los abusos que se producían en la prestación de ILT (Incapacidad Laboral Transitoria) que siendo muy generosa contribuía a hacer un uso dispendioso de las prestaciones al amparo de ciertas tolerancias generalizadas. El Ministerio de Trabajo había modificado a su vez las bases de cotización al Régimen de la Seguridad Social haciendo más gravosas las cuotas a satisfacer por la empresa. Dada la contribución mixta -50% la Ucem como empresa, y 50% los trabajadores- para la financiación complementaria a través de la Hetruc, esta prestación se venía disparando al alza. La empresa decidió en ese momento que la prestación se iba a contraer a satisfacer al obrero en situación de ILT por el 80% del salario base para quien no trabajase a destajo, y por el salario base más el 25% para quien fuese beneficiado por las primas del destajo. De esta forma se iba a reducir la propensión generalizada a faltar al trabajo por enfermedad,

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cuestión muy importante, y además iba a disminuir su contribución con cargo al presupuesto de la empresa en términos absolutos Pero había que tener en cuenta que en ese momento el salario base de un oficial de tercera alcanzaba las 13,50 pesetas diarias y que para paliar esta insuficiencia básica los obreros, en su 70% trabajando a destajo, ganaban el 200 y el 300% de esa base, con lo cual se iban a reducir los ingresos netos cuando se produjera la prestación de ILT desde un 90100% hasta entonces a un 30 ó 35% después. Algo que nos pareció insostenible e inaudito por la decisión en sí misma injusta y tomada unilateralmente por la empresa a través de la Junta de Gobierno de Hetruc, cuyos titulares claves, la propia Dirección nombraba siempre a su criterio. Durante el 2º semestre de 1949 las reuniones y los enfrentamientos se prodigaron con vehemencia creándose tensiones entre la Junta Directiva y una Comisión nombrada entre los asistentes a las Juntas Generales, en las que nos hallábamos Alfonso Gorroñogoitia, Javier Aranzábal y yo. Para afianzar nuestras posiciones en el campo de la legalidad viajamos a San Sebastián con Arizmendiarrjeta, Gorroñogoitia y yo, para entrevistamos, en un velador de la Cafetería Gaviria, con el Delegado de Trabajo Dn. José Manuel Gandásegui, que no se mojó, aunque reconoció la licitud de nuestro desacuerdo con la Dirección. Se formularon propuestas para corregir el desajuste que se iba a producir y se estudiaron hipótesis que permitieran llegar al 65, 70 u 80% del salario real, mediante la revisión de las cotizaciones, pero no era posible modificar una actitud que “por principio de autoridad” -concepto repetido permanentemente- era necesario mantener. El 19 de diciembre los componentes de la Comisión redactaron una carta postrera recabando el deseo de que “Hetruc no se inspire en las normas legales sino en la consideración de las necesidades sociales de sus asociados” y que se remediara la situación que “se plantea al 80% de nuestros asociados, cuyos ingresos normales apenas cubren las necesidades imperiosas de la simple subsistencia alimenticia” y después de un recorrido sentimental, admonitorio y didáctico, se concluía “declinando nuestra responsabilidad en la Asamblea, que nos dio su confianza, y confiamos que la Junta de Gobierno y la Empresa salvarán su honor ... y una vez más dará testimonio del alto espíritu social y cristiano del que debemos estar animados todos” No se hizo caso a esta carta y triunfaron las tesis de la Empresa, y la Junta Directiva aún en 1956, ocho años después, seguía siendo renovada por otros cuatro años más por la Dirección. Gorroñogoitia escribía entonces: “Las únicas razones que se esgrimieron contra nuestro proyecto fueron de temor. Ninguna razón lógica, ninguna de sentido común. Por ello y basándome en el artículo 20 de nuestro Reglamento, rechazo de nuevo y con fuerza la ingerencia de la Empresa” ... “actitud injusta, oprimiendo y haciendo alarde de fuerza, coaccionando irrazonablemente las justas aspiraciones de la inmensa mayoría de los trabajadores. La Empresa ha pretendido imponer a la fuerza, con violencia y criterios que no eran los nuestros, y nosotros no lo aceptamos porque no tenía razón

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Ya, como se ve, las escaramuzas se habían convertido, de forma abierta y sin que cupieran dudas, en un serio enfrentamiento entre los jóvenes cercanos a Arizmendiarrieta y la Dirección de la Ucem. Realmente era algo insólito, que cuando por razones siempre extralegales se organizaban huelgas, que la dictadura no las permitía, apareciéramos nosotros en la manifestación y aquellos que comenzamos siendo “las niñas de sus ojos” íbamos transformándonos en “aves carroñeras “. “cría cuervos y te sacarán los ojos”’ recordó un alto directivo. No eran condiciones idóneas para ocupar los puestos más importantes del taller y mantenernos en permanente contradicción con la Dirección. Hasta tal punto llegaron los acontecimientos que hacia las Navidades de 1950 Dn. Camilo Basterrechea nos llamó a Gorroñogoitia y a mí para reclamar de nosotros un cambio de actitud. Su tesis era clara. En la empresa hay que respetar el principio de autoridad. “Si vuestro criterio no coincide con el mío, lo modificáis. Cuando salgáis de esta puerta [la de su despacho] habréis tenido que cambiar de opinión ya ajustada a la mía” ... “yo no necesito apóstoles en mi empresa, los misioneros sólo se necesitan en Atrica. La conminación consistió en esperar hasta primeros de enero, veinte días después, para llamarnos de nuevo y comprobar si habíamos decidido cambiar. No lo hicimos y la brecha quedó abierta y ensanchándose cada vez mas. La verdad es que cualquiera que hubiese efectuado un examen sobre esta realidad, cuajada de apoyos desde la empresa a favor de hijos de trabajadores de la mínima condición social, se encontraría con dificultades para explicarse nuestra honda discrepancia. Pretendíamos progresivamente ir a la superación de los esquemas tradicionales, iniciando unos tímidos escarceos con aquel esbozo de idea, cada vez más urgente, del “cambio de estructuras “, y estos sutiles conceptos no eran de uso corriente. Lo malo tampoco era sólo eso. La empresa que no desarrolla su vida al calor de la competencia de la cual es tributaria por las reglas del mercado, y se olvida de preparar su futuro, lleva consigo las huellas de su caducidad. Era evidente que la Ucem, en los dieciséis años que nos tocó vivir, de 1940 a 1956, no desarrollaba una previsora política de inversiones. Las instalaciones que conocimos a nuestra entrada apenas se reponían, y aún existían máquinas que eran el resultado del desguace de la industria europea militarizada de la guerra de 1914. No era la poca efectividad de sus dirigentes, de gran dedicación y compromiso; tampoco era la Ucem una excepción porque sus comportamientos se repetían en Alfa, Industrias Españolas, Patricio Echevarría, aunque ésta con mayor vigor y dotaciones inversoras. En general la dictadura que diseñó aquel modelo de autarquía industrial tan hermético y duradero propició el asentamiento de conductas empresariales que necesariamente tenían que acabar en el fracaso.

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Por aquellos años el Padre Arizmendiarrieta se dedicó a través del Secretariado Social del Obispado de Vitoria a organizar unos cursos de Economía y Sociología para sacerdotes en el Seminario Diocesano. A esos cursos acudieron como profesores los economistas Emilio Paris Eguilaz y Juan Velarde Fuertes, que dotaron a sus grandes intuiciones en materia económico- social, del apoyo intelectual necesario para cuajar su mente y canalizar su ilimitado tesón. Fue con ocasión de estos cursos cuando en una de las ponencias que impartió un directivo de la Ucem se desarrolló la tesis de que “el hijo del ingeniero debe ser ingeniero y el hijo del peón, peón”.

Interior fábrica a principios de Siglo

Los caracteres siempre distintos de los cuatro colaboradores se iban encontrando en el transcurso del tiempo en el seno de aquellas actividades que, siguiendo la necesidad renovadora de puestos, se practicaban en los talleres de Unión Cerrajera. Usatorre desplegó una eficiente actividad para dar cauce técnico a una planta de producción de troquelaje, estudiando empíricamente el fenómeno de cizallado que se produce al rasgar el acero atravesado por un punzón, y recuerdo que nuestro jefe directo, Dn. Ignacio Chacón, gran tutor de nuestras respectivas carreras dentro de la empresa, exclamó en una ocasión: “Usatorre ha demostrado de forrma absolutamente empírica cuál es la tolerancia entre la matriz y el punzón de un troquel en función del espesor del material a cortar; en los textos examinados en la Biblioteca técnica, de la revista “Sthal Und Eisen” se confirman plenamente los números que él ha realizado

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Gorroñogoitia no tuvo dificultades en ensanchar la tarea que le dejó, al jubilarse, su predecesor Vergarajáuregui; un jefe de taller de enormes cejas, bien plantado. que unía a sus grandes conocimientos, su estilo peculiar de expresarse enfática, admonitoria y cordialmente. Su función directiva se extendía también a la planta de generación de energía de los Saltos de Olate. Larrañaga se movió más, como ya ha quedado descrito, aunque siempre recalara en la Ucem donde, moviéndose cerca de temas técnicos, desarrolló, ya en el origen de nuestros balbuceos en el plano de la abstracción, sus primeros contactos fuera de la empresa y fuera de Mondragón, alumbrando un espíritu abierto y permeable a otros medios humanos, científicos y culturales. A mí me correspondió muy pronto abarcar talleres muy amplios, con 230 trabajadores distribuidos en tres secciones~:fundición, mecanización y modelistas y carpinteros en varios centros, complementados con la organización y dirección del Comedor para obreros y la Biblioteca de la Escuela de Aprendices, que era la de la Empresa. En un marco de expectativas poco definidas, tensadas por el afán de crear las condiciones requeridas para remover el poso secular de un modelo de relaciones económico sociales, nuestra actividad, bajo los rasgos de independencia de criterio frente a la dirección, se fue consolidando contra toda la lógica histórica. Y es que jamás un jefe de taller de la Unión Cerrajera se había atrevido a encausar la política social ni técnica de la empresa. A comienzos de 1954 damos un paso más en esta dirección al presentarnos Gorroñogoitia y yo a Jurados de Empresa, y somos elegidos entre el segmento del área técnica concediéndosenos la credencial el 27 de febrero firmada por el Delegado Sindical Provincial y el Director Dn. Camilo Basterrechea, que era quien debería presidir las reuniones que mensualmente se celebraban Fueron varios los temas que en defensa de los trabajadores planteamos. Pero, en general, los problemas concernían a Seguridad e Higiene en el Trabajo, que tenía su comisión específica, la forma de disfrutar los diez días de vacaciones, la calificación del personal y la Caja de Auxilios. En marzo de 1955, año de la creación de Ulgor en Vitoria, sometimos a análisis la posibilidad de que también los trabajadores manuales tuviesen derecho al “sábado inglés”. Los argumentos se basaban en la modernidad, el agravio comparativo con los empleados y el bajo coste que para 2.000 trabajadores, que no tenían derecho, representaba en 1955 unas 655.000 pesetas, equivalentes a unos 200 millones de pesetas actualmente. La propuesta no tuvo éxito. Otra propuesta tuvo mayor calado. La Junta General de la Ucem decidió, quizá en su sesión de agosto de 1954, ir a la ampliación de capital social.

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Deseábamos que los trabajadores se identificaran con la empresa y asumieran sus respectivas responsabilidades mediante la compra de parte de las nuevas acciones que iban a ser emitidas. Se envió una carta al Director, como Presidente del Jurado de Empresa, para que transmitiera el deseo al Consejo de Administración pero la respuesta fue negativa basándose en la invulnerabilidad de los derechos prioritarios de los accionistas para optar a la suscripción de la ampliación. Poco a poco se iban debilitando los cauces que se habían elegido para provocar algún cambio esencial en esta empresa. Lo cierto es que todas nuestras escaramuzas se dirigieron contra la Ucem que, -es justo volver a repetirlo- mantenía en su afán social una respetable distancia sobre el resto de empresas de Mondragón, y aun de España. Poco a poco fueron disolviéndose las ideas que desde los talleres y el jurado de empresa habíamos concebido, y aquel Saludo Nacional-Sindicalista” que nos envió el Delegado Nacional de Sindicatos José Solis Ruiz en abril de 1954 quedó diluido en la desilusión de nuestros impulsos de regeneración social aún bisoños e inexperimentados. Todo lo que nos rodeaba, desde los mensajes de Arizmendiarrieta hasta nuestras convicciones todavía en agraz y nuestro equipaje técnico, se orientaban progresivamente hacia la creación de algo propio, porque la resistencia al cambio en la empresa en la que trabajábamos era inamovible. Ahora que lo veo a distancia pienso que efectivamente hubiese sido más llevadera la creación de media docena de empresas con tantos empleos como tenía Ucem, que modificar, bajo las propuestas que auspiciábamos nosotros, el pétreo sistema de organización social que desplegaba, como en cualquier otro punto de España en aquellos momentos. La dirección de empresas era patrimonio de una élite perfectamente asentada en un marco conservador que, sin grandes esfuerzos, permitía a los accionistas repartirse cada año resultados económicos sabrosos, programando para el siguiente ejercicio unas perspectivas halagüeñas. Las subidas salariales eran controladas por el Ministerio de Trabajo y las cuentas de resultados eran, por todas partes, florecientes. La Unión Cerrajera, con Altos Hornos de Bergara, era productora y distribuidora del material más necesitado de entonces: el acero en fleje y chapa, susceptible para construir desde cerrajería a bicicletas. El suministro a tiempo y a precios de tarifa por sí mismo constituía la garantía del beneficio. Todo lo que las empresas eran capaces de producir se vendía. Pero, aunque las materias primas se vendieran, sin elaborarlas, a precio de estraperlo, el beneficio fluía igualmente. Bajo la dictadura se había consagrado un modelo de negocios especulativo ante la escasez de materias primas, y las empresas era lógico que se vieran arrastradas por la coyuntura de esos tres eufóricos decenios que fueron desde 1940 a 1970. Los auspicios eran prometedores. Y, sin embargo, en aquellos momentos producía enormes temores abandonar la Unión Cerrajera porque al mantenerse en ella quedaba aparentemente garantizado el salario y un buen pasar, en la medida que fuésemos capaces

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de ser cumplidores fieles de las normas de la dirección una vez convertidos en probos funcionarios. Ya en 1953 comenzamos a formular tímidamente un embrión de empresa bajo las siglas Astec (Asesoramientos Técnicos) que apenas realizó el proyecto de una grúa puente. Todavía aquí no se había concretado el núcleo humano que personalizó el origen de “Ulgor”. Y en el mismo año redactamos un estudio -el primero de viabilidad que nos tocó diseñar-sobre fundición maleable de núcleo negro. Este trabajo dirigido por mí y puesto en orden en la Secretaría de la Escuela de Aprendices por Larrañaga, lo llevaría Arizmendiarrieta, pletórico de optimismo, al Secretario General de la Caja de Ahorros Provincial Sr. Barcaiztegui, donde el trabajo, que no lo entenderían como supuesto legítimo para emprender nada útil, quedó abortado en su nonnata singladura. Dada la escasez de materias primas, la concesión de permisos para constituir empresas se hallaba muy controlada y era mejor adquirir una licencia de industria, transformarla y trasladarla, si fuese menester, que pasar por el inviable camino de obtener nueva autorización. En 1954 Gorroñogoitia y yo viajamos a Madrid para lograr un permiso en el Ministerio de Industria con el que pretendíamos crear una empresa de fabricación de aparatos de uso doméstico y de fundición.

Los modestos comienzos de Ulgor

Nuestros pocos ahorros, unas 4.000 pesetas, los gastamos en el empeño durante los tres días que permanecimos en la capital. Nos pidieron 100.000 pesetas para alcanzar nuestro objetivo, pero, a la vista de la escasa fiabilidad del intermediario y gracias al incipiente sentido común que iba poblando nuestras entendederas, fuimos vislumbrando el error del planteamiento y nos volvimos de vacío a Mondragón. En aquellos días se estrenaba en

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Madrid “La Muralla” de Joaquin Calvo Sotelo, y la cafetería Dolar, en la bifurcación Gran Vía con Alcalá, hoy convertida en banco, fue durante dos o tres días el refugio de nuestros desvelos, conciliábulos y desánimos. Por entonces la decisión había sido tomada. No existe una fecha exacta que identifique la efemérides, porque se avanzó hacia la postura definitiva en la misma época que otros compañeros de estudios y de compromiso social iban abandonando la Unión Cerrajera, al punto que Javier Ortubay, que fue uno de los que se comprometió en la nueva experiencia, salió de Imosa -fábrica de furgonetas en Vitoria- donde ocupaba un puesto excelente para venir a trabajar a Mondragón; había sido, antes, uno de los mejores profesionales de la Oficina Técnica de la Unión Cerrajera. Tampoco existe una circunstancia específica capaz de concretar la fecha en la que, del equipo más cercano a Arizmendiarrieta, se seleccionaron los cinco que íbamos a implantar la primera empresa. Aunque era evidente que en aquella época nada de algún relieve se hacia sin su concurso, lo cierto es que hubo un momento en el que se decidió que fuésemos cinco -que luego de comenzar se reducirían a cuatro- los que nos autoelegimos bajo la aprobación implícita de Arizmendiarrieta, que en sus reiterados mensajes subliminales orientó la toma de decisiones, la opción de los primeros promotores y el tiempo en el que, supuestamente, tanto la Experiencia como nosotros se hallaban en sazón para emprender un tema tan apasionante como arriesgado y desconocido. Habíamos visto la empresa desde el mullido asiento de una oficina de talleres, sin conexión alguna con la vida financiera, comercial, internacional o, simplemente, social, y nos enfrentábamos con compromisos ya reales y sin escapatoria a la responsabilidad. Las coordenadas de aquel escenario mostraban un paisaje ya tensado por las discrepancias sociales y humanas, más allá de lo que pudiera considerarse corregible pues se habían rebasado los límites de tolerancia admisibles desde el análisis efectuado por los ardores juveniles en plena efervescencia. La Unión Cerrajera seguía siendo una empresa conservadora, aunque animada por un contenido social de primer rango, sin que esta cualidad le impidiera desarrollar claramente la opción de colocar a los hijos de los directores en los puestos de mayor responsabilidad, y en sus propios cargos, allá hasta donde fuese posible. No invertía en tecnología y no desarrollaba una política agresiva preparando, mediante la renovación de sus equipos técnicos, estrategias que le permitieran afrontar un futuro con mayor confianza. Nuestras ilusiones, propias de las edades que caben en el abanico de 28 a 32 años, se hallaban listas para efectuar algo más que ser meros empleados de una empresa, que había sido muy generosa con nosotros, pero que se hundía suavemente por la inercia del letargo, aún inacabado, de la dictadura y su autarquía tecnológica, de mercado, financiera y de comunicación humana. Existía en la mente de Arizmendiarrieta, más que en la nuestra, la convicción de que si no se actuaba ya, el futuro de los puestos de trabajo en Mondragón iba a peligrar, porque se verían desguarnecidos de las defensas intrínsecas de las empresas: su competitividad al

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socaire de la confrontación abierta, primero con empresas españolas y luego con empresas extranjeras. Se aceleró por tanto la búsqueda de opciones. En agosto de 1955 pasamos una semana de vacación Larrañaga y yo en Burgos, atravesados por una especie de conspiración, algo inocente y algo confusa, pero en todo caso haciendo presa de nuestro ánimo, aún joven sin experiencia y atrevido sin exceso. En nuestros paseos a la Cartuja de Miraflores, por las frondas de ‘La Quinta” ¡cuántos planes!, ¡cuántas ideas!, y qué forma de organizar quiméricamente una nueva empresa. Sobre la prensa dos noticias: la no comparecencia de Gallastegui al campeonato manomanista de pelota por desacuerdo con la empresa del frontón en la distribución de honorarios, del que saldría campeón “Barberito”, y la muerte en Isaba, en la Sima de San Martín, de un afamado espeleólogo francés llamado Marcel Loubens. Pero aparte de estos relieves sin crispaciones, la vida transcurría con moderación pero con la resolución ya tomada y acercándonos ambos a los 29 años. A principios del mes de octubre de ese año 1955, Leandro Azcoaga, luego cooperativista, ahora jubilado, que como otros muchos ya era conocedor del proyecto, recortó del periódico un anuncio que decía que en Vitoria, en la calle Comandante Jzardu y n0 5, se traspasaba un negocio, que giraba bajo el nombre de Otalora y tenía autorización para construir “aparatos de uso doméstico”. Era el anuncio muy pequeño. Nos agarramos a él y viajamos a Vitoria. Apenas disponía de unos tornos “Elgo”, unas entalladoras -oficio que aprendió seguramente en la empresa Beroa de Arechavaleta, población de la que él procedía- y unos baños de níquel en el primer piso, además del montaje de cocinas de petróleo con armazón niquelado de hierro fundido; su marca: Otalora. Tenía lo imprescindible para construir los hornillos “Otalora” que querían imitar otros más perfectos, como por ejemplo el que se vendía con marca “Urania”. Los depósitos de petróleo eran de latón entallado. El era mayor y había trabajado mucho; el taller lo tenía alquilado (cuando un año más tarde nos desplazamos a Mondragón lo derruyeron y sobre el solar se edificaron viviendas), se hallaba en pésimas condiciones, y la circunstancia era propicia: se trataba de un relevo generacional y de una ocasión de oro para quien supiera aprovecharla. Después de muchas negociaciones, de evaluaciones objetivas de la maquinaria, las instalaciones, e incluso del permiso industrial, se llegó a tasar todo en 400.000 pesetas y se firmó el documento de compraventa el 20 de octubre de 1955. Hay que hacer constar que aún no teníamos ese dinero y que fueron varios colaboradores de Mondragón, futuros socios de la cooperativa, los que avalaron con sus firmas la operación.

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Ahora era el momento de iniciar el despegue. Lo hizo Usatorre a comienzos de noviembre de 1955 y le acompañaron Jesús Bengoa y José Cruz Etxebarría, ambos procedentes de la Escuela Profesional y recomendados y estimulados por Arizmendiarrieta; Larrañaga se incorporó a comienzos de 1956, lo mismo que yo, y Alfonso dejó la Unión Cerrajera en el mes de julio para viajar conmigo a primeros de agosto a Alemania, a Wissen/Sieg, para hacernos cargo de la producción de placas de selenio en la firma de Walter Niepemberg, de marca “Nisterthal”, en nombre del río que bañaba la parcela que ocupaba esta fábrica dedicada a la producción de placas de selenio. La dirección de la Ucem mantuvo sus posiciones firmes dando continuidad a un modelo de organización y relaciones que comenzaba a ser peligrosamente caduco. El cambio no se producía y las expectativas -bien que insospechadas en una sociedad encerrada en la impermeabilidad de las clases ya constituidas- eran decididamente sombrías y poco ilusionantes. Sólo éramos capaces de poner en pie la teoría del desacuerdo y cierta dosis de idealismo al servicio de los más débiles, sin más credenciales que nuestra honestidad, no puesta aún en trances de riesgo, y nuestro trabajo, sin haber sido sometido a los ensayos de la intemperie de la competitividad con todos sus resortes de las finanzas y del mercado, asignaturas pendientes de nuestro recorrido pedagógico. Por esas razones decidimos abandonar la Unión Cerrajera. Dejábamos con pena, nostalgia y con cierta sensación de desamparo, una empresa que había sido la de nuestros padres, en la que seguían trabajando nuestros amigos y familiares, y que en su época había ejercido el magisterio impagable de ser la cuna de nuestros conocimientos y de nuestra experiencia vital y profesional. Aquí aprendimos a ser gestores, a conocer parte de las funciones de los ejecutivos y, sobre todo, a trabajar con rigor y con profundo respeto a las normas y a los deberes contraídos con los demás. El tono de la despedida lo describe el Director Dn. Camilo Basterrechea en su carta del 3 de abril de 1956 transmitiéndome ‘1a pena que me ha producido ... mientras te deseo que triunfes en tu nueva vida y si alguna vez puedo ayudarte en algo sabes que puedes contar conmigo, y en todo momento, con mi sincera amistad”. Pasó un año desde que iniciamos la aventura de Vitoria hasta nuestro desplazamiento a Mondragón. La firma Talleres Ulgor se inscribió ante Notario a nombre de Luis Usatorre y, mientras echábamos los cimientos físicos en el terreno de “Laxarte”, propiedad del mismo Luis Usatorre en Mondragón, trabajamos con denuedo, haciendo de todo, en Vitoria. Pero aquí comienza la fase preambular del cooperativismo y hay que cerrar este capítulo que he querido, quizás sin lograrlo, que tuviese como objetivo tratar de demostrar que la decisión de dejar la Unión Cerrajera y de crear nuevas empresas, fue oportuna.

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Han pasado 37 años desde entonces. Aquella empresa que contaba con 1.350 empleos en Mondragón, localidad que a su vez tenía 11.900 habitantes, hoy sólo tiene 200 trabajadores, y está a punto de cerrar sus últimos talleres, empobrecidos por falta de competitividad y liderazgo. Los restos. acumulados en un polígono con una ubicación privilegiada, quedan expuestos como muñones herrumbrosos y exangües a la espera de que todo sea demolido, reedificado y, si acaso, cambiada su calificación urbanística. Pero Mondragón tiene 26.000 habitantes y trabajan en puestos cooperativos unos 5.000; en el Alto Deva esta cifra alcanza los 9.000 sobre un total de 24.000 empleos en cooperativas que impregnan la vida social de Euskadi bajo aquella experiencia que quizás tuvo como su mejor exponente “no el triunfo logrado, sino la lucha desplegada por alcanzarlo “.

Escudo de la Villa de Mondragón

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DATOS BIOGRAFICOS DE LOS CUATRO COLABORADORES

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DATOS BIOGRAFICOS

LUIS USATORRE ARRIOLA IDENTIDAD



Luis Usatorre Arriola, nació en Mondragón (Guipúzcoa) el 19 de agosto de 1923, murió el 18 de abril de 1970. Sus padres fueron Vicente y Vicenta. Se casó con Pureza Aranzábal el 6 de abril de 1953. Tenía al fallecer 5 hijos.

CURRÍCULO ACADÉMICO •

Entró en la Unión Cerrajera de Mondragón con catorce años el año 1938, y en 1939 se incorporó, a primeros de octubre, a la Escuela de Aprendices, donde concluyó el título de Oficial Industrial Mecánico en 1943.



En 1952 obtuvo el título de Perito Industrial Mecánico, habiendo realizado sus estudios en la Escuela Profesional de Mondragón y examinándose, por libre, en la Escuela de Peritos Industriales de Zaragoza.



Durante los veranos de 1965 y 1966 realizó cursos especiales de Ciencias Económicas, impartidos por profesores de la Universidad de Sarrico.

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CURRÍCULO PROFESIONAL

 Primer caigo: o Desde 1939 a comienzos de noviembre de 1956 trabajó en la Unión Cerrajera de Mondragón, siendo, a partir de 1945, Jefe de Taller del Departamento de floquelaje.

 Cargos en el Grupo Cooperativo: o A comienzos de 1955 inició el desarrollo de Ulgor, S.Coop. en Vitoria (hoy Fagor Electrodomésticos, S. Coop.), trasladándose a Mondragón el 12 de noviembre de 1956. o Desde l956 a 1964 fue Director Técnico de Ulgor, S.Coop. o Desde 1964 a 1970 (do en que falleció) trabajó en la División Empresarial de Caja Laboral Popular (ahora LKS) de la que fue Director. o Fue Vicepresidente del Consejo Rector de Ulgor desde 1955 hasta 1963. o Desde 1963 hasta su fallecimiento fue Vicepresidente del Consejo Rector de Caja Laboral Popular.

 Otras actividades: o Fue Presidente de Liga de Asistencia y Educación, titular del Centro Asistencial (hoy Hospital Comarcal)

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LUIS USATORRE: LA HONORABILIDAD (parte de mis recuerdos preferidos)

Era por otoño de 1969. Dn. Carlos Exner, Delegado para relaciones industriales con Alemania Occidental, nos había alojado en el Hotel Monrepos en los aledaños de Ludwigsburg, ciudad a la que habíamos ido, como otras tantas veces, en nuestros continuos viajes a Europa. En esta ocasión deseábamos visitar las Firmas Ford, Volkswagen, Nixdorf y otras varias, además de C. & E. Fein, fabricante de herramientas neumáticas en Stuttgart. Estos desplazamientos daban mucho tiempo para convivir, y en sus largas vigilias, incluyendo las que destinábamos a descansar, daban margen para la reflexión. Recuerdo que era un día luminoso del mes de octubre, y el sol se filtraba, aun frío, a través de las hojas redondas y pequeñas de los abedules que sombreaban el parque del Hotel. Las relaciones con las empresas y con las personas con las que tratábamos debían medirse ajustadamente. Por un lado había que obtener el mejor provecho para el Grupo; por otro, era necesario mantener cierto grado de equilibrio en nuestras exigencias, y dejar un señuelo de respetabilidad y elegancia allí donde representáramos al Grupo Cooperativo que íbamos gestando en torno a Mondragón. Pensando en todo ello, me dijo: “Mira Ormaechea, yo creo que en la vida lo importante, en cualquier circunstancia, es salvar la honorabilidad. Sería incapaz de llegar a culminar ningún negocio si no supera que he dejado intacta mi honorabilidad y la de las empresas que represento “. Si me acuerdo permanentemente de este consejo o propuesta que me formulaba, para planificar el talante de nuestras relaciones con los demás industriales, es porque me causó una gran impresión y porque definió perfectamente, a mi juicio, el modelo esencial que había que seguir, y él siguió siempre, en sus comportamientos En los 15 años que vivió para el cooperativismo, desde sus 32 a 46 años, los mejores de vitalidad y madurez, destinó a los cargos que se han descrito sumariamente en los datos biográficos. Fue fundamentalmente un técnico y un consejero lleno de humanidad. En Italia, muy dados a saludar a la gente por su título académico o puesto social -“ragioniere”, “ingegnere”- le saludaban, de tanto verle, llamándolo “onorévole”, título que

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acreditó aprendiendo el idioma italiano convincentemente, en un alarde de su proclividad hacia las lenguas que sumó a su bien ganado prestigio en la Firma Italiana Fargas. Creó en Ulgor una escuela de técnicos proyectistas, especializándose en el dominio del acero en fleje, chapa o perfiles, tecnologías básicas para la fabricación de los muebles o carcasas de los electrodomésticos de línea blanca. Esta especialidad, con la que se compenetró en la Unión Cerrajera, empresa que contabilizaba en aquella época hasta 28.000 troqueles para la fabricación de un inmenso catálogo de ferretería, fue clave en el desarrollo de las primeras cooperativas, Ulgor y Arrasate, ésta dedicada a la fabricación de maquinaria y útiles para la elaboración de productos, perfiles y conjuntos metálicos, que ha desarrollado después técnicas propias que le acreditan internacionalmente. A él le cupo el mérito de dejar la Unión Cerrajera a comienzos de noviembre de 1955 y desplazarse a Vitoria, acompañado de Jesús Bengoa y de José Cruz Echevarría, ambos alumnos de la Escuela Profesional (hoy Escuela Profesional Politécnica José M~ Arizmendiarrieta), donde tuvo que afrontar los sinsabores de la primera puesta en marcha de un taller desvencijado cuya transferencia habíamos pagado 400.000 pesetas el 20 de octubre de 1955. El frío que se filtraba a través del tejado, puertas y ventanas fue, además de premonitorio de augurios inciertos, funesto. Uno de los operarios que quedó en la empresa, después de la transferencia de Otalora a Ulgor, trabajaba en un torno revólver “Eldu” que, para fabricar arandelas de aluminio para la furgoneta DKV, debía lubricar las cuchillas con petróleo, lo que le empapaba su peto y su buzo. Para mitigar el frío se acercó a la estufa de carbón de cok y el petróleo de su ropa se inflamó, muriendo el tornero en ese inesperado trance. En casi la prehistoria del cooperativismo, fue esa la primera víctima del trabajo. En aquella ocasión Usatorre, en su soledad, y a los dos meses de comenzar a trabajar, sufrió sobre todo por no poder consolar lo suficiente a la viuda del fallecido. Como Vicepresidente de Ulgor y de Caja Laboral Popular hasta su muerte, en abril de 1970, se halló muy cercano de Gorroñogoitia, al que dio soporte en esa sombra en la que se ocultaba siempre: poco hablador y con una sonrisa permanente, que le dotaba de una imagen serena y acogedora. Esta su calidad humana fue esencial en el despegue de las iniciativas empresariales que impulsamos porque supo dotar, en su sencillez, de gran calma y honorabilidad cuantos puestos asumió, lo mismo que sus relaciones personales, nunca tensas, jamás agresivas, siempre -aun en sus jocosas tenacidades- cargadas de honesta amistad. Su gran paciencia no le impedía reaccionar con energía, sin agresividad ni exasperación. Queda dicho que fue Presidente de Acción Católica y en tal condición participó en la fundación de Juventud Deportiva Mondragón.

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Para acceder al campo de fútbol que bajo esta Entidad se desarrolló con los auspicios y gestión directa del P. Arizmendiarrieta había un árbol frondoso del paseo de Arrasate que se oponía al vial natural. No era fácil convencer al Ayuntamiento en tiempos en los que lo que no procedía de la línea oficial no era bien aceptado. Decidió resolverlo por su cuenta derribando el árbol de unos hachazos durante la noche. Así quedó expedito el camino y el asunto resuelto sin publicidad. Quizás como resultado de su exquisitez humana era parco en palabras pero su imagen transpiraba comunicación. Su mirada era viva y profunda y hacía la impresión de que su buen humor pretendía brotar incansablemente de sus labios. Fue con sus silencios, el Vicepresidente “ad honoren” que ayudó a Gorroñogoitia, sustituyéndole en pocas ocasiones. Sin embargo, encontró en él su fiel soporte y sobre todo un amigo incapaz de crearle ninguna tensión ni discrepancia ostensible que pudiera dañar su imagen ni la de las cooperativas. Intuitivo y con buen saber hacer y, sobre todo, un artífice al realizar trabajos manuales, artesanales y mecánicos, demostró tener oficio en cuantas circunstancias fue necesario. Serían incontables las ocasiones que reveló su fibra de buen conocedor de los materiales, sus propiedades mecánicas, la forma de aprovecharlas, las posibilidades de empleo y los márgenes de tolerancia con los que poder trabajarlos para obtener de ellos los mejores resultados. Las asignaturas clásicas de prácticas mecánicas fueron el terreno más abierto a sus posibilidades, pero también, con ocasión de dirigir el área de “troque1aje” en la Unión Cerrajera, realizó trabajos de ajuste y estudios de carácter empírico que entusiasmaron a sus superiores. No hay que olvidar que tenía 32 años cuando se incorporó para iniciar en Vitoria el lanzamiento de Ulgor, empresa de la que fue titular hasta mediados de 1959, fecha en la que se transformó en Cooperativa. Fue él además el que vendió al grupo promotor los primeros 6.000 m2 del terreno de “Laxarte”, sede actual de Fagor en Mondragón, en condiciones de precio y plazo que dejaron traslucir su honorable largueza. La silueta de Usatorre, cuyos perfiles deseo trazar, queda así diseñada en claves de honestidad, tolerancia y generosidad, sin que pueda dar la dimensión que en el tiempo se ha ido agigantando en mi recuerdo, sin duda en reconocimiento y con deuda a su leal amistad.

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Como hombre bien visto y popular en Mondragón, en las primeras tensiones sociales, allá en el primer quinquenio de la década de los ‘50, fue promovido a Concejal del Ayuntamiento de Mondragón. Era un hombre emplazado fervorosamente en el proyecto social que alentaba el Padre Arizmendiarrieta, pero era a su vez bien aceptado por todos, de forma que su inclusión en un Consistorio de grandes inercias del pasado y con un paisaje político emplazado a escasos quince años de la guerra civil, pareció pertinente a todos, transcurriendo su mandato sin inquietantes tensiones. Las actividades deportivas que practicaba eran el montañismo cercano y la pelota. El ciclismo lo abordó desde un puesto de inquieto observador, y a nadie que conviviera con él se le pueden olvidar sus grandes preferencias a la opción del “Aguila de Toledo”, cuando se proclamó rey de la montaña en el “Tour”. En 1967, impulsado por sus preocupaciones en relación al resto de empresas del Alto Deba que iban notando el drenaje de técnicos y su traslado a las cooperativas, escribía lo siguiente: “Se puede afirma,; sin grave riesgo de equivocarse, que en un examen retrospectivo realizado sin pasión y ponderando todos los factores que han entrado en juego con motivo de la fundación de las cooperativas, más que obstaculizar el desarrollo de las industrias enclavadas en nuestra comarca, lo han favorecido, aun reconociendo que en ciertos momentos transitorios hayan tenido que superar situaciones delicadas. Pero no cabe duda de que cuando los medios son escasos el hombre de empresa pone en tensión todas las facultades de empresario para dar respuesta a determinadas circunstancias, mejorando incluso su situación anterior En este sentido nos podemos congratular porque esos hombres abundan en nuestros medios empresariales “. En 1968 viajé con él a Moscú para realizar una oferta de “venta llave en mano” de una planta de cocinas de cuatro fuegos a gas que bajo la dirección del Ministro del Gas Kortunov se iba a construir en Kirov. Proyectamos una película de Copreci para integrar las válvulas y los grifos en la producción de las cocinas. Nos desplazamos sin visado soviético y hubimos de dormir en un retén “ad-hoc” próximo al aeropuerto. A las tres de la madrugada me despertó gozoso; era el 18 de junio, que iba a coincidir dos días más tarde con el solsticio de verano. El sol iluminaba las calles de Moscú. Por fin comimos un mal pollo pero como él decía: “no podemos dejar nada en el plato, si no vamos a ofender al cocinero”, no dejamos ni rastro, ayudados por el apetito que nos proporcionaban las 24 horas que no habíamos probado bocado alguno. En 1970, allá por el 4 de marzo, se produjo en Funcor, de Elorrio, una situación de crisis inquietante y profunda. El era entonces Director de la División Empresarial y Vicepresidente de Caja Laboral Popular.

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Le correspondió trabajar en la resolución de los problemas agudos que se plantearon. El 18 de abril por la tarde falleció, víctima de un infarto sin remedio. Perdimos a un gran técnico y, sobre todo, a un gran amigo; a un hombre honorable.

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DATOS BIOGRAFICOS

JESUS LARRAÑAGA LIZARRALDE

IDENTIDAD •

Jesús Larrañaga Lizarralde, nació en Mondragón (Guipúzcoa) el 1 8 de noviembre de 1926. Sus padres fueron Alejo y Prisca. Se casó con Carmen Galdós el 20 de octubre de 1956. Tiene 4 hijas.

CURRÍCULO ACADÉMICO •

Entró en 1940 en la Unión Cerrajera de Mondragón a través de la Escuela de Aprendices, terminando los cursos de Oficial Industrial Mecánico en julio de 1945.



En 1952 obtuvo el título de Perito Industrial Mecánico, habiendo realizado sus estudios en la Escuela Profesional de Mondragón y examinándose, por libre, en la Escuela de Peritos Industriales de Zaragoza.



En los meses de verano de 1965 a 1966 realizó cursos especiales de Ciencias Económicas, impartidos por profesores de la Universidad de Sarriko.

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CURRICULO PROFESIONAL

 Primeros cargos: o Desde 1940 a 1955 -excepto 1954-1955 en Vetusta, S.A. de Oviedo- en Unión Cerrajera de Mondragón, como técnico proyectista y profesor de la Escuela de Aprendices.

 Cargos en el Grupo Cooperativo: o Desde 1955 a 1963 Director Comercial en Ulgor, 5. Coop. (ahora Fagor Electrodomésticos) o Desde 1963 a 1964 Gerente de Ulgor, 5. Coop. o Desde 1964 a 1969 trabaja en la División Empresarial (ahora LKS) de Caja Laboral Popular o Desde 1970 a 1981 Gerente de Ulgor, 5. Coop. o Desde 1981 a 1991 Director de Operaciones Internacionales del Grupo Fagor o Desde 1991 Asesor de Mondragón Corporación Cooperativa

 Otras actividades: o Presidente (miembro fundador) de Aenor (Asociación Española de Normalización y Certificación) o Miembro de Aniel (Asociación Nacional de Industrias Electrónicas) o Ha sido, asimismo, Presidente de Anfel (Asociación Nacional de Fabricantes de Electrodomésticos) y miembro del Consejo Económico y Socia] de la CEE.

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JESUS LARRAÑAGA: LA PRODIGALIDAD (parte de mis recuerdos preferidos)

El más precoz del equipo fundador del Grupo Cooperativo en conectar con la vida exterior, abierto al cambio incesante del paisaje social, ha sido Larrañaga. Esta es, a mi juicio, su vena audaz. No me extraña por tanto que en una ocasión, en una de tantas conversaciones de la primera época, me llegara a decir: “Ormaechea, en la vida hay que prodigarse. No basta con hacer cosas, es conveniente divulgarlas, lo que es muy típico de los ingleses que distinguen al hombre político del que no lo es: éste, el que divulgo, es el político, y es el que hace carrera”. Corría el año 1966 y era un día otoñal de esos oscuros que hacen que las sombras se adueñen de las calles, casas y centros de trabajo de Mondragón antes de las seis de la tarde. Nos encontrábamos en la Sede Central de Caja Laboral Popular, en la calle José María Resusta, hoy calle Iturriotz, iluminados por sus luces fluorescentes. Cuando más conviví con él fue desde 1953 a 1966. Luego nos distanciamos. Porque él se tuvo que afanar como Director General de Ulgor (hoy Fagor Electrodomésticos) en desarrollar esta empresa pionera del Grupo, formando ya parte del elenco de empresas más importantes de la “línea blanca” de España. Esta proclividad a la audacia no fue mayor que su innata liberalidad. No sólo porque por ser cooperativista aceptara plenamente sus reglas de juego solidarias en el estrecho marco de su intervalo remunerativo, sino porque de forma desmedida, en cuantas ocasiones tuvo, se acercó al hombre que necesitaba de él, ya fuera rico o pobre; ya fuese un gran amigo o un recién conocido. Las claves de su prodigalidad nacen de su hiperactividad, de su incansable afán de trabajo; desmedido, ininterrumpido, generoso al fin. He recordado en algún otro momento que Larrañaga me sucedió como bibliotecario de la Escuela de Aprendices de la que él fue profesor, y que los 12.000 libros que poblaban sus anaqueles forrados en papel de estraza y numerados con un sello engomado, él los desnudó asomando su lomo a la vista del hipotético lector. Era entonces cuando comenzó a desarrollar su afán por el conocimiento y creó en su domicilio, en el que le visitábamos con ocasión de hallarse enfermo, una biblioteca personal que era, sin duda, a sus 22 años, la más copiosa de nuestro grupo de amigos.

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Precisamente esta transitoria postración, que le obligaba a descansar, fue la causa de que no pudiera acudir con el resto de los estudiantes de perito industrial a examinarse a Zaragoza en dos o tres oportunidades. Pero su audacia le ayudaba a vivir su soledad con optimismo y a superarse trabajando sólo para poder revalidar los exámenes en el mes de setiembre.

... A Ulgor se incorporó hacia el mes de enero de 1956, viniendo ya de “Vetusta”, fábrica de productos mecánicos, instalada en Oviedo. Le bastó su habilidad para manejar la máquina de escribir que practicó -en ocasión que yo conviví- al redactar un proyecto de fabricación de hierro maleable a “corazón negro”, ensayo en el que pusimos algunas esperanzas que luego, por dificultades de financiación, se esfumaron. De ahí que asumiera un cóctel de tareas administrativas, pero sobre todo las comerciales. A él se le daban con facilidad, en esa mezcla de tranquila osadía, capaz de romper el hielo y la distancia, las condiciones precisas para ubicar nuestras modestas tácticas de venta de entonces. En el grupo fundador, nadie mejor que él, sólo por su intuición y capacidad de relacionarse con espontaneidad y suficiente hondura, fue capaz de diseñar las claves de la comercialización, tarea esta desierta en la pedagogía, casi castrense y monocorde, de un grupo de técnicos. No sé si ha sido en él su versatilidad para flexibilizar las actitudes ante los inevitables cambios de la sociedad, o ha sido su irrefrenable audacia intelectual, o ambas, las que tendieron las vertientes necesarias para que fuese posible, en las primeras cooperativas, infundir los esbozos iniciales del ~‘marketing”. Su apertura hacia la novedad y su confianza en el futuro como actitud vital insobornable pueden haber sido el mejor legado que ha podido aportar al cooperativismo que hemos vivido. Pero unida a esta audacia siempre cultivó con especial dedicación las variables del comportamiento humano y las claves objetivas de su remuneración económica. En su primera fase de gerente en Ulgor redactó el primer Manual de Valoración, sumergiéndose en el contenido teórico de esta debatida cuestión de forma tenaz y reflexiva en el transcurso de 1967. Decía: “Hemos observado que hombres deformación universitaria que se aproximan con una disposición inicial de rápida promoción, chocan con la inercia de la estructura organizada que freno las ansias de escala ¡‘; exige la especialización ~ sobre todo obliga a una manifestación fehaciente ... capaz de infundir en los colaboradores la imagen de superioridad basada en el conocimiento y en los valores humanos, que es algo más que tina pura suma de conocimientos técnicos.

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Su espíritu inquieto aspiraba a tener una concepción global de la sociedad para, a partir de ella, extraer las consecuencias necesarias para el Cooperativismo: “La burguesía se sentía cómoda (al comienzo de la “experiencia” en 1956) y campeaba facilonamente a sus anchas, en un contexto que no requería grandes habilidades para tener éxito económico. La autarquía favorecía el reinado de los adelantados, y los hijos de los situados estudiaban casi de manera exclusiva, como si tal condición viniera definida como derecho prioritario y absoluto. La cuna garantizaba el éxito en la sociedad”.

Y no tenía ni práctica el eufemismo para desmitificar la “Experiencia” que él vivió desde sus orígenes, cuando en 1980 dice: “Se intentó dar con el tipo cíe sociedad anónima a la medida de Dn. José María, que era como decir a la medida de lo imposible. Se quería violentar el esquema de la sociedad anónima, y forzar la entrada del factor trabajo como coparticipe en el poder Pero, por esta vez, la testarudez de Dn. José María se estrelló contra el muro de lo inexpugnable. Del mosaico jurídico opcionable, la cooperativa era la única figura que daba primacía al trabajo. Ya, sin más, a por ella No es de extrañar que ya en 1986 al cruzar los 60 años pudiera decir que ‘sin duda lo más difícil de la condición humana es aceptar vivir como los demás, cuando se puede, a título personal, aspirar al triunfo y a la acumulación La vida de Larrañaga, ansiosa de vitalidad en inagotable búsqueda de nuevos horizontes, sólo se puede explicar siguiendo, paso a paso, lo que va dejando escrito que, a mí. como a tantos otros, me ha correspondido conocer. Con ocasión de la Feria de Milán (podía ser en el mes de abril de 1960), nos desplazamos hasta Monza para encontrar dónde dormir en el “Hotel de la Villa”, perteneciente a una institución pública. Su capacidad de centrifugar sus ideas, y a su vez, el contagio de su confianza. nos iban haciendo dormitar poco a poco, mientras desgranábamos nuestros particulares empeños, todavía sin sazonar. La propia Feria y el contraste con la producción italiana cuyas fábricas visitábamos iban haciéndonos rnella y orientando desde entonces la necesidad de superar el angosto mercado interno de España. Nos dieron las cuatro de la madrugada espabilados por los circuitos mentales insaciables y a la vez vagorosos en las sombras de una habitación cuyos ecos han sido premonitorios. Guiado por este impulso, en 1964 y 1965 organizó los cursillos de economía, impartidos por profesores de la Facultad de Ciencias Económicas de Sarriko, en Bilbao, que tuvieron lugar en el Hotel Amaya de Gorliz. Aquí nos desasnamos de nuestra incuria en conocimientos básicos de economía, en seis meses densos y bien aprovechados. Es posible que la llave de los mayores empeños que se nos avecinaron tuvieron mejor acogida gracias a la flexibilidad conceptual que en esos cursos fuimos asimilando.

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Ha sido capaz de actualizar sus conocimientos de forma permanente gracias a su curiosidad intelectual y, probablemente, las adaptaciones que su raciocinio le han llevado a asimilar han hecho de él un hombre que relativiza las situaciones, tensas o graves, que en la vida social se plantean, por consejo explícito de su ya larga experiencia trocada a estas alturas en madurez. Gracias a este modo de contemplar la vida y, sobre todo, las relaciones humanas, en sus planteamientos dialécticos consigue excluir los dogmas e interpretar a cualquier interlocutor como fuente de raciocinio y sobre todo como eventual mensajero de alguna verdad. Tiene, bajo este modelo de actuación espontánea, una gran capacidad para mantener la amistad, virtud que para él queda por encima de la confrontación ideológica, lo mismo que la discrepancia intelectual o simplemente técnica, a las que juzga siempre transitorias y efímeras. De ahí que su entusiasmo, el optimismo y la apertura hacia nuevos ámbitos de actividad le hayan proporcionado un gran caudal de conocimientos y enriquecido su biografía personal. En cualquier caso este grado de permeabilidad de ideas y el encaje de su modo de pensar, también en situaciones adversas, nos han servido para superar crisis, elevar la moral en trances comprometidos y relativizar tanto los fracasos como los éxitos. A partir de su equilibrio emocional, virtud capital en la vida de la empresa, y ese despliegue sin medida de su actividad, sigue manteniendo aun ahora, jubilado sólo administrativamente, un gran pulso con la vida, a la que parece retar en esa refriega hostil que la edad reclama recordándonos que se ha agotado el tiempo del ring, contra la voluntad animosa de seguir teniendo futuro y de vencer en la pelea. Abierto así a la afluencia ubérrima de nuevas ideas que poner en práctica, y rejuvenecido por el trabajo y su excelente salud, jamás debilitada pese al deterioro circunstanciado de uno de sus riñones, sigue dando lustre al cooperativismo en un esfuerzo incesante de divulgación, de entrega y de prodigalidad. Todo ha sido necesario al cooperativismo surgido en Mondragón. Probablemente una de sus claves fue precisamente la de saber asimilar caracteres tan distintos y tan complementarios con los de otros fundadores, entre los que Larrañaga fue un protagonista conspicuo y a la vez singular cooperativista. Hay que deducir de cuanto vengo exponiendo que Larrañaga es todo menos un ser convencional; hombre fuera de normas sobre las que gravita rompiendo con los hábitos y las costumbres.

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Siendo formado para tareas tecnológicas -es Maestro y Perito Mecánico- sus aficiones se han aproximado más al cultivo del conocimiento de las letras, el ensayo, la vida de reflexión y en su otra acepción: de comerciar y publicitar las cosas que han de instituirse y promoverse. Le gusta leer con fruición y perseverancia. Y escribir, que es un modo de prodigarse; lo mismo que dar conferencias exponiendo sin vaguedades su propio criterio sobre ¡as cosas que ocurren alrededor o que, siendo legítimas, se ve obligado a estudiar para llevar, cuando es preciso, el mensaje de sus experiencias de la vida social, de la economía y de la empresa. Pero a su vez practica el montañismo cercano, como un hábito que necesita para poner a punto cada semana su sistema locomotor y para remansar su espíritu asomado a la ventana abierta de ¡a naturaleza. Y cocinar, con la misma destreza culinaria que tiene luego como conductor para guiar con desenvoltura su propio coche. Viaja por todo el mundo, escribe, lee, trabaja sobre todo. Y, entretanto, hace ya unos 14 años escribió una biografía del Padre Arizmendiarrieta, luego titulada en su segunda edición “buscando un camino”, que es una muestra y reflejo, en su materialidad, de su propia biografía. Nos hacía falta en el cooperativismo que alguien asumiera esas poco frecuentes habilidades, pero necesarias en la vida de la empresa, para completar aquel organigrama, ya rancio, de nuestros primeros atisbos sociales. Y estas tareas las cubrió, con su innata prodigalidad, Jesús Larrañaga

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DATOS BIOGRAFICOS

ALFONSO GORROÑOGOITIA GONZALEZ

IDENTIDAD •

Alfonso Gorroñogoitia González, nació en Mondragón (Guipúzcoa) el 25 de octubre de 1924. Sus padres fueron José y Prudencia. Se casó con Mª Purificación Iturbe el 23 de mayo de 1953. Tiene 4 hijos.

CURRÍCULO ACADÉMICO •

Entró en la Unión Cerrajera de Mondragón en octubre de 1939 a través de la Escuela de Aprendices, completando los cursos de Maestro Mecánico en 1942.



En 1952 obtuvo el título de Perito Industrial Electricista, habiendo realizado sus estudios en la Escuela Profesional de Mondragón y examinándose, por libre, en la Escuela de Peritos Industriales de Zaragoza.



En los meses de verano de 1965 a 1966 realizó cursos especiales de Ciencias Económicas, impartidos por profesores de la Universidad de Sarriko.

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CURRÍCULO PROFESIONAL

 Primer cargo: o Desde 1939 a 1956 trabajó en Unión Cerrajera de Mondragón, accediendo a Jefe de Taller del Departamento de Electricidad; salió de la Unión Cerrajera el mes de setiembre de 1956 para iniciar la constitución de Ulgor (ahora Fagor Electrodomésticos).

 Cargos en el Grupo Cooperativo: o Desde 1956 a 1962 Jefe del Dpto. de Semiconductores de Ulgor, 5. Coop. (ahora Fagor Electrodomésticos) o Desde 1959 a 1983 Presidente de Ulgor, 5. Coop. o Desde 1965 a 1989 Presidente del Consejo General del Grupo Fagor o Desde 1961 a 1989 Presidente de Caja Laboral Popular o Desde 1987 a 1991 Presidente del Congreso de la Corporación MCC o Desde 1991 Asesor de Mondragón Corporación Cooperativa

 Otras actividades: o Ha sido Presidente de la Federación de Cooperativas de Trabajo Asociado de Euskadi. o Es miembro del Consejo Superior de Cooperativas de Euskadi.

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ALFONSO GORROÑOGOITIA: LA FIDELIDAD (parte de mis recuerdos preferidos)

Cuando un amigo es leal, porque observa ejemplarmente el cumplimiento de sus deberes de amistad, muestra la misma actitud en el respeto a los principios en los que cree lo mismo que a las normas que los regulan, y reitera estas cualidades a lo largo de toda su vida, puede decirse que nos hallamos ante un dechado de fidelidad. Para mí este es Alfonso Gorroñogoitia, a quien conocí -como nos conocimos los cuatro amigos cuya glosa trato de realizar- hace ahora más de medio siglo, en 1941. No puedo abarcar la biografía de Gorroñogoitia. Tendría que realizar un esfuerzo de esos que no concluyen en nada positivo porque me faltaría, sobre todo, el oficio. Pero sí recuerdo algunas cosas, entre las anécdotas que sumadas con reiteración dan la base de una personalidad. Su fidelidad a las ideas a través de su entendimiento o su conciencia, que describen su altura moral, ha sido probablemente el hilo conductor de toda su vida; y sus lealtades, impulsos, manifestaciones y planteamientos, expresados mediante una labor docente, siempre respondieron a esa norma. Hacia 1958, pocos meses más tarde de comenzar a trabajar en Mondragón el 1 2 de noviembre de 1956, en el largo atardecer de un verano, volvíamos sobre las nueve de la noche hacia casa por el Paseo de Arrasate. Habíamos de iniciar la construcción, ya en serie, de la cocina a gas de tres fuegos del modelo “Nuovo Sogno” cuya técnica habíamos adquirido a la firma Fargas en Milán en octubre de 1957. Se trataba de fijar los precios de venta a la cocina antes de darle salida al mercado, y su tesis básica era ésta. Ulgor no debiera fijar los precios que el mercado puede absorbe,; porque nuestras ganancias pueden ser desmedidas e incurriríamos en una plusvalía que defraudaríamos a la sociedad. Nuestro deber es limitarnos a ganar lo que es justo. fijar los precios que nos faciliten la recuperación de la inversión realizada, el pago de las remuneraciones al capital y el trabajo, y un beneficio que no debiera pasar de un porcentaje determinado sobre ventas Mi posición era distinta. “En un mercado abierto regulado por la competencia el ajuste del precio se produce espontáneamente. Son las leves ocultas del mercado las que regulan los precios y sería imposible ir contra esa norma. Otra cosa es estudiar cómo se distribuyen después los beneficios, que esos sí que hay que asignarlos correctamente al trabajo, al capital y a la sociedad”.

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Lo que tiene sin embargo importancia es que Gorroñogoitia, consciente de lo desorbitado de nuestros beneficios, se sentía incapaz de no compartirlos con los demás. Más aún, al día siguiente, fiel a un razonamiento alternativo que respetaba su posicionamiento ético, se me acercó para decirme: Tienes razón, no hay más remedio que jugar con todo lo que tiene de inconsecuente con los principios cooperativos, dentro del marco de las leves del mercado, que se apoyan en el libre mercado en el que se inscriben inevitablemente nuestras empresas. Lo que liaremos después es destinar gran parte de los excedentes a la comunidad social a través del fondo de reserva irrepartihle Me interesa destacar el hecho como anécdota. Pero sus reflexiones finales, que las rumió en casa, son como una renuncia leal a sus principios, mediante la compensación justa para equilibrar los dictados de su conciencia. Pero además el hecho de que me lo reconociera a las quince horas de nuestra controversia, revela una actitud también leal al dictado de su deber de amistad. El tiempo hizo que esta cocina nos proporcionara un gran caudal de excedentes desde 1959 a 1963, vendiéndolas a 5.750 pesetas por unidad, cuando la cooperativa obtenía remanentes superiores al 15% sobre ventas. Luego, esta cocina, redujo su precio a 3.995 pesetas por unidad y, aun entonces, producía resultados muy aceptables. Fueron aquellos años en los que se estableció una fórmula matemática para la adjudicación de retornos cooperativos y, en base a ella, en varios ejercicios se destinó el 75% de los excedentes a reservas no repartibles, gracias a que era posible entonces retornar, con el 25% restante, hasta el 75% dc los anticipos brutos percibidos por cada uno de los socios de Ulgor. Las reservas no repartibles han sido, a lo largo de más de treinta años, la mejor contribución del cooperativismo de Mondragón al desarrollo de la solidaridad del Grupo hacia el resto de los trabajadores, como lo prueba su acelerado crecimiento, gracias a la creación de nuevas actividades y a la inversión ininterrumpida de estas reservas.

A partir de este modelo de actuación, Gorroñogoitia tuvo a mano la materia prima básica para después realizar en el cooperativismo una labor pedagógica que aún subsiste en los textos, hábitos y criterios que se siguen para celebrar las reuniones de los Consejos y las Asambleas. Desde el comienzo de la Experiencia -en esa fase en la que todo hay que crearlo- se afanó en inculcar a los socios que se incorporaban los principios a los que se sujetaba el nuevo modelo de empresa. Lo vi incapaz de ocultar sobre todo las limitaciones, las zonas ásperas del sistema en las que insistía con contumacia. Siempre ha sido celebrada su enorme paciencia para desarrollar una minuciosa explicación de cada situación y acontecimiento. Constituía la base razonable que él tenía a mano para poder someter a consulta y decidir después sobre cualquier cuestión.

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De ahí que, por la fuerza de su lealtad, no le fuera difícil después encarrilar los temas en el orden que él previamente había diseñado. Los primeros años -los que van casi hasta 1968; es decir, una decena de añosfueron un prodigio de preparación de las Asambleas. Perfectamente maduradas, explicadas en sus más complejos detalles y, sin desfallecer en el ejercicio de su responsabilidad, agotaba 6 y 7 horas en despachar un cierre de ejercicio. Pero no por ello cambiaba el ritmo de su mensaje. ni aceleraba el paso ante los temas más administrativos, más llevaderos o de menor importancia. Creo que la consistencia de su prestigio personal se cimentó precisamente porque siempre se tomó en serio sus cargos, y nunca defraudó en la aplicación sistemática de su fidelidad a la norma y el respeto a su auditorio, y a la democracia cooperativa. Su legado hacia el Grupo queda así inscrito en su honesta facundia, y sus prolongados períodos de presidencia en Ulgor/Fagor y Caja Laboral Popular han sido la contribución dada como respuesta y reconocimiento a su bien cimentada lealtad. No me hace falta recordar aquello que siempre llevo en mi memoria, pero hay dos citas que por ser sacadas de textos añejos y enseñas hoy algo rancias me parece oportuno traer aquí: “Nos, que cada uno somos tanto como vos, y todos juntos más que vos, vos facemos Rev”* dijo en ocasión de una renovación de Junta Rectora -allí por 1962cuando este modelo de exacerbación emblemática cundía mucho, y era aún la época en la que el aplauso sonaba como una catarata hecha de manos entusiasmadas. En otro momento recordó al trabajo como la gran oportunidad del cooperativismo, pero atrajo hacia la Asamblea el dicho latino que aún luce en el dintel de la puerta de entrada del edificio que albergó durante muchos años el Centro de Acción Católica: “Sólo el trabajo engendra virtud, y solo la virtud engendra el honor” (“Solus labor parit virtutem; sola vrtus parit honorem “). * fórmula de investidura real de la antigua Corona de Aragón

Era un modelo de concitar emociones y aunque hoy hubiera que utilizar otro lenguaje y otros métodos de comunicación, la intencionalidad de transparentar la gestión y de analizarla en sus virtudes y en sus vicios, sin sombras ni rubores, ha sido gracias a Gorroñogoitia una de las herencias que más han dignificado el modelo democrático de la organización cooperativa surgida en Mondragón.

... Sigue un razonamiento profundo, y no deja títere con cabeza cuando cae en sus manos un trabajo que ha de analizar; y de esto ha tenido mucho a lo largo de su dilatada vida cooperativa.

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Sus análisis trascienden siempre del objetivo directo de la propuesta que se formula y por eso los emplazamientos de sus puntos de vista nos han servido a los ejecutivos para dar una nueva dimensión a las ideas que, a veces llenas de pragmatismo, incurrían en defectos y lesionaban la armonización de conceptos. Extraigo un modelo de reflexión que él ya se planteaba en 1967 hace ahora 26 años cuando apenas había rebasado los cuarenta: “Hay que convenir en que el marco institucional socioeconómico generado por el sistema capitalista, particularmente en lo cejé rente al acceso al capital y al sistema educativo, no es coherente con la naturaleza y estructura de la empresa cooperativa de producción industrial, cuya extensión y divulgación masiva exigen una transformación de las estructuras mentales como objeto de la educación y de un avanzado grado de socialización de los recursos del capital. Desde este punto de vista hay que admitir que la empresa cooperativa es una planta de invernadero que tiene que luchar en un medio hostil para su natural y espontáneo crecimiento. De ahí que nadie entenderá la Experiencia Cooperativa de Mondragón si no remonta su mirada un 1)0(0 más allá de la simple consideración de alguna de sus empresas aisladas de producción, por muy espectacular que pudiera haber sido su desarrollo. Para comprender la dinámica intrínseca de esta Experiencia hay que apelar al conjunto de los elementos que la componen y, tener conciencia exacta de que los dos elementos estructurales básicos soporte de la promoción del resto de 1(7 realidad cooperativa, han sido Caja Laboral Popular y la Escuela Profesional Politécnica. La primera ha facilitado los capitales exigidos para su promoción, y la segunda ha puesto cl disposición los hombres necesarios para su desarrollo, con la visión comunitaria suficiente, o siquiera con la mentalidad social adecuada para los imperativos de una solidaridad exigente “. Y más adelante volvía a constatar ideas que, aún hoy, cuando la libertad sindical existe, tienen plena madurez y vigencia. “Nuestro cooperativismo por institución, aporta al mundo del trabajo. el testimonio de la posibilidad y de la eficacia de otro tipo de estructura empresarial; la realización y promoción de patrimonios comunitarios; la institucionalización de la participación (le ¡ci comunidad en los resultados de las cooperativas a través del Fondo de Obras Sociales, una retaguardia de reserva para las fuerzas de choque y una amplia opción de dirigentes que la masiva promoción humana en las empresas cooperativas y su entrenamiento cli la misma configura. Hay que convenir que los principios básicos del cooperativismo tienen amplia y positiva respuesta para los más diversos aspectos de ¡ci promoción social y económica, con tal de que la aceptación de las servidumbres técnicas que impongan se haga conforme a su propia naturaleza, la cual no tiene porqué atentar ci los principios doctrinales y jurídicos que caracterizan la solución cooperativa. El compromiso e implicación de nuestro cooperativismo con el mundo obrero es un presupuesto institucionalizado que todo sindicalismo responsable debe ponderar No en vano el último bastión a conquistar por un sindicalismo progresivo debe ser la transformación de la estructura de la empresa “.

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En 1980, cuando profundizan las primeras crisis en las cooperativas bajo el oleaje de una recesión económica que arrastra al desempleo hasta el 26% de la población activa, hace esta reflexión: Caja Laboral Popular es, y supone seguramente su activo más preciado, instrumento de solidaridad y socialización de las experiencias comunitarias que van madurando en todas las Cooperativas y en el Grupo como tal, y que a su través se ponen a disposición y servicio tanto de las Cooperativas como del resto de Instituciones del País. Porque nada queremos concebir con carácter sectario y excluyen te. Nuestras Cooperativas deben asumir seriamente su protagonismo en esta tarea con criterios de descentralización y auténtica autonomía, hien que coordinadas con Caja Laboral dado el singular protagonismo que a ésta le confiere el manejo de los recursos financieros, sin que la obligación del desarrollo industrial recaiga directa, inmediata y específicamente sobre las exclusivas espaldas de Caja Laboral Popular”. Y finalmente en 1986 hace una incursión especulativa, como culminación de un proyecto que ha ido madurando con su esfuerzo e inteligencia, cuando escribe: “Estamos necesitados de su concepto de la utopía, (se refiere al P. Arizmendiarrieta) esa referencia noble y alta, ese impulso hacia” metas o ficciones ideales “imposibles” de alcanzar que él las hacía posibles. Por eso su concepto de la utopía, transustanciado el paralizador “imposible”. era (es) helio, movilizador de conciencias y estimulador de esfuerzos. Porque su “revolución “ era moral Y económica, personal y colectiva, con concepciones originales y prácticas sobre el trabajo y la solidaridad, sobre las “clases” sociales, sobre la educación y sus métodos, sobre el ocio y la jubilación, sobre el régimen asistencial y la seguridad social, y tantos otros temas del vivir diario y “pedestre” de las gentes y del pueblo”.

... Esa mente pacífica, grata y buena consejera, se mantiene gracias a la fibra mágica de la que Gorroñogoitia se halla construido como emanación espontánea de sus neuras que son sus fidelidades a lo que tiene, a lo que siente, a lo que ama. Por eso tiene amigos de siempre, con los que goza en los montes a los que va por las mañanas de los sábados o domingos a relajarse, sin redundar en sus comportamientos habituales. Es conversador, sin ser capaz de caer en la banalidad; animoso, protagonizando con su entusiasmo la gira emprendida; discutidor, cuando se trata de objetivar, medir, contar o evaluar cualquier lance deportivo, suceso acaecido o efemérides encausada. En esos momentos se reúne con amigos a los que traspasa sus emociones, en la calma que requiere la tertulia y en la confianza de que sus descuidos verbales, muy pocos, no rasgarán lesivamente el anillo preservador del que se rodea.

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En su época de estudiante, en fase de culminar el peritaje industrial, decidió casarse porque, según su criterio rigurosamente calculado, le había llegado el momento. Sus planteamientos en la búsqueda de la mejor opción para unir su vida a quien fue luego su esposa (Punta Iturbe) colmaban cada lunes nuestro análisis colectivo de la situación. La edad no era muy distante entre unos y otros, pero él, calmoso, ciñéndose al detalle de sus avances en el “proyecto”, con una mente ordenada para liderar, consiguió que sintiéramos como si su problema fuese el nuestro. Y es que su voz, sus adjetivos y adverbios algo desmesurados, y su incesante y oportuno decir, nos colmaban a todos de su atractivo y entusiasmo. Tenaz y fiel a su oficio, eligió la especialidad de Perito Electricista. Tuvo que lidiar las especialidades solitariamente. Pero en una ocasión, cuadrado en su silla, apoyando los codos invariablemente sobre el texto, siguió las lecciones, en plena tensión, durante 43 horas sin acostarse. El Sr. Cubillos, el profesor, quedó complacido con su examen. Pero su advertencia era funesta: “Aquí la nota más alta a la que se puede aspirar es a la de notable; la de sobresaliente sólo sirve para valorarme cm mí”. Quizás por eso Gorroñogoitia marcó una gran “performance” haciéndolo muy bien para merecer al menos un “notable”. Es popular, cuando hace sus apariciones en el “chiquiteo”, y cuando contumaz juega a “subastado”, repitiendo de nuevo el modelo fiel, asequible y de hombre de costumbres sencillas en sus afanes cotidianos. Sigue, ahora que tiene algo más de tiempo, la terapia que nunca abandonó de la práctica religiosa y en relación con ella forma parte de la Junta de Patronato del “Proyecto Hombre” de apoyo al drogadicto, y en la Parroquia forma parte de una comisión de colaboración activa en las necesidades eclesiales. Es en suma fiel a sus principios, a las normas, a sus amigos, a sus creencias, y a las pequeñas emociones que le brinda su vida hecha de trabajo, inteligencia y fe.

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DATOS BIOGRAFICOS

JOSE MARIA ORMAECHEA URIBEECHEVARRIA

IDENTIDAD •

José María Ormaechea Uribeechevarría, nació en Mondragón (Guipúzcoa) el 23 de diciembre de 1926. Sus padres fueron José y Amalia. Se casó con Maite Ceciaga el 27 de diciembre de ¡958. Tiene 6 hijos.

CURRICULO ACADÉMICO •

Entró en la Unión Cerrajera de Mondragón con catorce años como Aprendiz el 3 de setiembre de 1941. Terminó los cursos de Maestro Industrial Mecánico el 23 de julio de 1946.



En 1952 obtuvo el título de Perito Químico, habiendo realizado sus estudios en la Escuela Profesional de Mondragón y examinándose, por libre, en la Escuela de Peritos Industriales de Zaragoza.



Durante los veranos de 1965 y 1966 realizó cursos especiales de Ciencias Económicas, impartidos por profesores de la Universidad de Sarnico.

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CURRÍCULO PROFESIONAL

 Primer cargo: o A los 19 años, en 1946, fue trasladado al departamento de Fundición para encargarse de su dirección, donde accedió a Jefe de Talleres hasta fines de marzo de 1956.

 Cargos en el Grupo Cooperativo: o En esta fecha dejó la Unión Cerrajera para incorporarse a la fundación de Talleres Ulgor -primera cooperativa de lo que iba a ser Mondragón Corporación Cooperativa (MCC)- en Vitoria, del que fue nombrado Gerente hasta 1962, fecha en la que fue nombrado Presidente del Consejo de Dirección del Grupo Cooperativo Ularco hasta 1970. o En 1960 fue nombrado primer Director General de Caja Laboral Popular, puesto que ocupó hasta 1987, quedando hasta 1990 como Consejero de esta Entidad. o En 1985 fue nombrado Presidente del Grupo Cooperativo Mondragón (en la actualidad Mondragón Corporación Cooperativa), cargo que ocupó hasta 1990. o Desde 1990 a 1991 se ha encargado de la dirección del Centro de Formación Cooperativa y Directiva Otalora. o Desde 1991 Asesor de Mondragón Corporación Cooperativa.

 Otras actividades: o En marzo de 1991 fue nombrado Vicepresidente Ejecutivo de la Sociedad para la Promoción y Reconversión Industrial (SPRI), dependiente del Gobierno Autónomo Vasco hasta fines de 1992, y Presidente de la Sociedad Capital Riesgo, dependiente de la SPRI. o Es autor del libro “LA EXPERIENCIA COOPERATIVA MONDRAGÓN”, entre otros escritos y ponencias.

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DE

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